Phil Jackson, además de ganar once anillos de campeón de la NBA como entrenador -seis con los Bulls de Chicago y cinco con los Lakers de Los Angeles-, es un tipo peculiar. Durante su etapa como jugador -militó en unos Knicks de leyenda- también se coronó con dos entorchados de la liga estadounidense. Luego, ya retirado, se unió al movimiento hippie, rompió con su pasado familiar ligado a la Iglesia Pentacostal, dio clases en una reserva india de Dakota del Norte, se lanzó en defensa de los derechos de los pueblos indígenas de Norteamérica y abrazó el Zen.
Entre deporte y experiencias vitales, el entrenador norteamericano -que ahora ejerce como General Manager de los Knicks- ha dado forma durante las últimas tres décadas a una manera de entender el baloncesto -con el 'Triángulo Ofensivo' como clave de todo- que se ha convertido en una especie de fórmula del éxito en la NBA. Y entre las piezas de ese credo, sobresale la concepción del juego como un orden colectivo. "Los buenos equipos acaban por ser grandes equipos cuando sus integrantes confían los unos en los otros lo suficiente para renunciar al 'yo' por el 'nosotros". Palabra de Phil Jackson que, desde la distancia, el Granca de Aíto parece que se ha tomado al pie de la letra.
Alta productividad
El Herbalife Gran Canaria es un equipo largo. El asunto se olía en verano, cuando Berdi Pérez daba forma a la plantilla, y ahora se ha confirmado con tres partidos oficiales. El conjunto claretiano es un rodillo que compite a un nivel alto durante 40 minutos. El quinteto titular ofrece garantías y la segunda unidad -sin tener en cuenta qué jugadores componen uno u otro equipo- no baja el pistón.
Ayer, ante el Dominion Bilbao, García Reneses utilizó a 11 jugadores. Y todos ofrecieron un nivel alto de productividad: diez anotaron -tres, Oliver, Pangos y Báez, superaron los dobles dígitos- y el único que no sumó puntos, Oriol Paulí, fue clave tras jugar como base durante siete minutos. El Granca es la colectividad en movimiento.
