Lewis Hamilton no desaprovechó la primera oportunidad que tenía para sentenciar el campeonato y conquistar su tercera corona mundial y segunda consecutiva. Ya está en el ranking igualado a Ayrton Senna, su ídolo.

En Austin, tras un fin se semana tremendamente complicado por la lluvia, con la sesión de clasificación disputándose sólo horas antes de la carrera -pole para Rosberg-, tras un Gran Premio competido como nunca antes durante la temporada y con una pista en condiciones cambiantes de agua a seco, el británico evidenciaba su enorme calidad sabiendo mantener la sangre fría en los momentos complicados y aprovechando los nervios y el tembleque cada vez más habituales de su compañero, el alemán Nico Rosberg, cuando la responsabilidad aprieta.

Ganó Hamilton a mayor gloria de Mercedes y lo hizo por delante de Rosberg y de Sebastian Vettel, los otros dos pilotos que llegaban a la cita estadounidense aún con opciones de plantearle batalla, por mínimas que fueran. Al final en el cajón se daba la combinación perfecta para el británico, que necesitaba estar por delante de su compañero y meter a alguien entre él y Vettel.

Lo consiguió. Suma 327 puntos por los 251 de Vettel y los 247 de Rosberg. 76 más que el segundo a falta de tres carreras por disputar y 75 puntos posibles por sumar: México, Brasil y Abu Dabi. Tres carreras que en ningún caso serán de trámite. En la F1 todos quieren más y Hamilton, con 43 victorias ya en el Circo, quiere seguir sumando para acercarse cuanto antes a las 51 de Prost.

Salió Rosberg desde la pole lograda unas horas antes pero el liderato le duró una curva. Hamilton, más rápido, más valiente, le robó el interior, cogió la curva apoyándose rueda con rueda y le arrebató el liderato. Genial.

Pero esta vez la carrera no fue un paseo para Hamilton como lo fue tantas otras veces esta temporada, y tras dar cuenta de Rosberg el británico empezó a notar el empuje de Ricciardo en su cogote hasta que le superaba en la vuelta 15. Un buen aperitivo del enorme festín de adelantamientos que nos sirvió la carrera, aderezados además con dos coches de seguridad en pista y otros dos virtuales.

Ricciardo aguantó en cabeza hasta la vuelta 22, cuando cedió el liderato a un Rosberg por entoneces inmenso. Hamilton lo recuperó en la 39 para perderlo de nuevo ante Rosberg en la 45, tras el último coche de seguridad. Nueve vueltas para el final, una carrera al sprint. El cielo se encapotaba y el futuro también parecía oscurecerse para Hamilton. Mandaba Rosberg y Vettel superaba a Vertstappen para colocarse tercero. Tendría que esperar a la siguiente cita, México, para decidir, pero fue el propio Rosberg quien le echó una mano...

Vuelta 49. El alemán toca un piano mojado y pierde el control de su Mercedes. Un visto y no visto, pero sufiente para que el depredador Hamilton oliera la sangre y se lanzara por su víctima. Siete para el final y con la victoria en la mano no tuvo más que seguir por el retrovisor cómo su compañero de equipo aguantaba el ataque final de Vettel.

Van tres. Y con este Mercedes la cuenta puede ser larga.