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Historias irrepetibles

La leyenda de 'Manos de sartén'

Frank Swift fue un legendario portero del Manchester City que se hizo famoso tras desmayarse en una final de Copa

Frank Swift, en sus primeros años en el Manchester City. FDV

Frank Swift se hizo famoso por un desmayo. Sucedió en la final de Copa de 1934 entre el City y el Portsmouth. Sólo tenía 19 años y su ascenso a la portería titular del equipo de Manchester había sido meteórica. No habían pasado ni dos años desde su llegada a Maine Road, aconsejado por su hermano.

Sus grandes condiciones habían llamado la atención de un puñado de equipos de Primera cuando era juvenil de un modesto club de Blackpool. Era grande, ágil y tenía unas manos inmensas. Su hermano, que también era portero, le recomendó aceptar la propuesta del Manchester City, convencido de que allí tendría posibilidades de progresar más rápido. Y así, a cambio de un sueldo de diez chelines semanales, firmó en octubre de 1932 un contrato como futbolista aficionado. Dos meses después ya estaba en el primer equipo. Por entonces el City vivía una enorme inestabilidad en su portería. Langford era el titular pero se lesionó al comienzo de la temporada 1933-34 y su sustituto, Nicholls, encajó ocho goles en uno de sus primeros partidos.

Alec Bell, el técnico del City, decidió entonces probar a aquel chico inmenso que había llegado de Blackpool. Aunque en sus primeros partidos dio muestras de evidente nerviosismo y sufrió alguna goleada severa, el técnico le mantuvo en el puesto incluso después de que Langford se recuperase. Tenía claro que aquellas manos sacarían a los citizen de más de un problema

En su primera temporada en la portería el Manchester City alcanzó la final de la Copa contra el Portsmouth. Swift estaba hecho un flan. Era con diferencia el más joven de los futbolistas que iban a saltar a Wembley y la responsabilidad era una carga difícil de soportar. Alec Bell lo comprendió y le hizo dormir la noche anterior en la misma habitación que el capitán Sam Cowan con la intención de que ayudase a serenarle. La estrategia no sirvió de mucho. Había llovido en Londres y el campo estaba húmedo. Swift dudó durante horas sobre si debía utilizar o no guantes.

Descartó esta posibilidad cuando vio al meta rival saltar al campo sin ellos, algo que lamentaría profundamente. En el primer tiempo el Portsmouth se adelantó con un disparo lejano de Rutherford que se le escapó de las manos. En el descanso estaba realmente afectado por lo que sus compañeros trataron de levantarle el ánimo. Fred Tilson, delantero, le dio un par de golpes en la cabeza y le dijo "no te preocupes, Frank, que en el segundo tiempo voy a marcar dos goles". Y así fue. Tilson cumplió su promesa y anotó dos goles en una segunda parte mágica que Swift jugó con guantes en medio de una enorme tensión. Solventó el trabajo que tuvo con eficacia y cuando el árbitro pitó el final del partido cayó desplomado sobre el césped de Wembley.

Al principio todo el mundo creyó que aquel era un modo de festejarlo, pero pronto descubrieron que efectivamente había perdido el conocimiento abrumado por la emoción y el estrés. Se recompuso a tiempo de subrir la escalera que conduce al palco de Wembley y recibir de manos del rey Jorge la medalla que le acreditaba como campeón. No fue lo único que recibió del monarca porque al día siguiente le llegó a casa un telegrama suyo interesándose por su estado y confiando en que se hubiese recuperado de su desmayo.

Swift se convirtió en una institución en la portería del Manchester City. Manos de sartén -el apodo por el que se le conocía debido al impresionante tamaño de sus manos- no conoció otro equipo en su carrera deportiva y si no se hubiese cruzado la Segunda Guerra Mundial por el camino sus cifras de partidos habrían sido inalcanzables para la mayoría de guardametas del mundo. Pero el conflicto le tuvo casi seis años alejado de los campos de juego. Sirvió en Inglaterra, en una escuela de la Armada donde él y otros futbolistas ayudaban en la preparación física de los soldados. Allí coincidió con muchos de sus rivales en los terrenos de juego como el mismísimo Matt Busby, el hombre que crearía el inolvidable Manchester United de finales de los cincuenta. Durante esos seis años se limitó a jugar partidos amistosos con diferentes camisetas, dedicados en la mayoría de los casos a recaudar fondos para el ejército.

Cuando los disparos dejaron de sonar en Europa y el campeonato se puso de nuevo en marcha, Swift se reincorporó al City, donde jugó hasta otoño de 1949, con 38 años. Había decidido retirarse en el mes de junio, pero el meta que debía sustituirle cayó enfermo de tuberculosis y el club le pidió un último servicio, que defendiese las porterías de Maine Road hasta que encontrasen un recambio. Por eso añadió otros cuatro partidos a su carrera. Su sitio acabaría por ocuparlo Bert Trauttman, el soldado alemán que no quiso volver a casa después de la guerra.

Tras su carrera como futbolista Swift, que gozaba de un enorme reconocimiento entre los aficionados y futbolistas, se convirtió en periodista. News of the World le contrató como comentarista y el exportero siguió disfrutando del que había sido su mundo, de la compañía de los viejos camaradas y del contacto con los aficionados y las nuevas hornadas de futbolistas. En 1958 la publicación decidió enviarle con el Manchester United al desplazamiento a Belgrado para medirse al Estrella Roja en la vuelta de los cuartos de final de la Copa de Europa.

Swift era uno de los viajeros que iban en el avión que se estrelló tras una escala en el aeropuerto de Múnich y que acabó con los Busby Babes, el equipo que su amigo Matt Busby -uno de los que más había insistido en que les acompañase a ese desplazamiento- había construido para reinar en el continente.

En la lista de fallecidos en el Desastre de Múnich se suele decir que perdieron la vida ocho jugadores, un directivo, dos técnicos, dos miembros de la tripulación, dos aficionados y ocho periodistas. Poco se incide en que uno de aquellos cronistas que nunca volvieron a casa era una leyenda del Manchester City llamada Frank Swift.

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