La Provincia - Diario de Las Palmas

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El guitarrista finés

Sasu Salin brinda un recital de seis triples que anula al Enel Basket Brindisi

Kevin Pangos domina el balón con la presión de Cournooh. JOSÉ CARLOS GUERRA

1,2,3,4... hasta 6. Salin hace fácil lo que parece difícil. Es la cuenta sin fondo de un guitarrista con clase, con muy buen gusto. Es el festival de un finés desde el perímetro, que como quien no quiere la cosa, apagó el volumen de la banda italiana del Enel Basket Brindisi cada vez que quería armarla. Ni Marzaioli, ni Scott, ni Cournooh le pudieron frenar. El de Helsinki desequilibraba desde todos los puntos del arco de 6,75 metros. La calidad de la música que tocó era tan alta, tan fina, que Suso, como así le coreó el público del Gran Canaria Arena, las metía limpias.

Salin finalizó como máximo anotador del tercer encuentro de los de Aíto en Europa, con 20 puntos de oro, y con la segunda nota más alta de valoración (18), por debajo de su compañero Pangos.

Si contra el MHP Riesen ludwigsburg alemán no brindó un concierto brillante -tan solo anotó 6 puntos y 1/3 en triples-, contra el colista del grupo B de la competición europea, deleitó a la grada con una canción colosal y petó los altavoces del feudo de Siete Palmas. Los decibelios de su juego no podían llegar más alto: 6 de 10 triples y un tiro de dos.

El escolta finés del Herbalife Gran Canaria se entregó a sus fans, que incluso vitoreaban con alegría un "¡uy!" cuando se le escapa algún tiro desde el exterior. Salin no se limitó a llenar su tarjeta de servicios con lanzamientos lejanos, sino que contribuyó a la actuación coral del grupo grancanario. Atento y veloz, llegó a capturar dos rebotes defensivos, regaló una asistencia, y robó un balón a los transalpinos.

Kyle Kuric y Pablo Aguilar se unieron al recital del escolta de Helsinki como bajistas, para empujar al Granca a superar la barrera de los 100 puntos en el electrónico. Un récord que Salin contempló ya desde el banquillo. Aíto le concedió un merecido descanso en el cuarto periodo.

Pero sin él, la fiesta prosiguió, casi con el mismo volumen que imprimió el finés. La guinda: un alley oop de Oliver a Newley.

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