Y pasó... lo que tenía que pasar. Jorge Lorenzo ganó en Cheste desde la pole, rodando siempre en cabeza, a veces con solvencia, al final notando en el cogote la presión de las Hondas de Marc Márquez y Dani Pedrosa, y Valentino Rossi avanzó hasta donde todo el mundo sabía que podía hacerlo. Remontó nada menos que 22 plazas el italiano, desde la 26ª que ocupaba en la parrilla por la sanción arrastrada tras su polémica patada a Márquez en el anterior GP de Malasia, hasta la cuarta. Todo un récord. Más era impensable. Sólo una avería o una caída de los tres tenores españoles podía hacerle subir al podio. No hubo ni averías ni caídas y el doctor se quedó sin cajón y sin su décimo campeonato.

Ganó Lorenzo, y la que era su séptima victoria de la temporada le coronaba además con su quinto título mundial y el tercero en la categoría reina (2010, 2012 y 2015) tras los dos conquistados en el ya desaparecido cuarto de litro (2006 y 2007). ¿Merecido? En la rula no preguntan, apuntan. Sumó 330 puntos por los 225 finales de Rossi. Es lo que cuenta. El resto, cuestión de gustos y de colores.

Lo cierto es que los cuatro grandes protagonistas de la carrera, del Mundial, cumplieron con su obligación desde el primer momento y hasta recibir el banderazo a cuadros. Lorenzo, aprovechando su privilegiada posición en la pole para rodar toda la carrera al frente del grupo, a lo campeón; Márquez y Pedrosa, luchando hasta el último segundo, incluso entre ellos, en busca de la victoria, y Rossi remontando posiciones hasta alcanzar esa cuarta plaza que se sabía iba a ser una pared imposible ya de superar.

Diez posiciones, diez, ganó Valentino ya en la primera vuelta. Nueve en realidad pues el británico Cruchtlow (quinto en la parrilla) iniciaba la carrera desde el pit lane. Y cumplida la vuelta doce de las treinta a las que estaba programada la cita el campeonísimo italiano ya era cuarto. A Iannone, que había proclado que se iba a dejar pasar, no tuvo siquiera que superarlo pues el de Ducati sufría una aparatosa pero incruenta caída en el tercer giro, y el único que no tuvo empacho alguno en apartarse fue el también italiano Petrucci, otro piloto de la italiana Ducati. Y es que en Italia habían hecho de la carrera cuestión de estado.

La llegada de Rossi a la cuarta plaza, aunque a casi quince segundos de Lorenzo, coincidió para dar mayor emoción a la carrera con los primeros intentos de Márquez sobre Lorenzo. Tímidos, es cierto, pues se situó a su rebufo pero nunca intentó enseñarle la rueda.

Pero lejos de disminuir la tensión fue creciendo, pues Dani Pedrosa, el piloto que mejor conoce el circuito de Cheste, donde ha logrado seis victorias y una docena de podios, empezó a recortar décima a décima los hasta tres segundos que llegaron a separarle de la cabeza.

Mimando los neumáticos, acortando centímetros en cada curva, Pedrosa daba caza a Márquez y a Lorenzo a tres giros del final, para en la penúltima vuelta envolverse los dos pilotos de Honda en una pelea que más que un premio para ellos podía suponer un castigo para el de Yamaha. Fueron tres o cuatro curvas en las que la tensión se puso al máximo. Pero Márquez no aflojó y Pedrosa debió pensar que habrá muchas carreras por delante en las que arriesgar merezca más la pena.

Y ganó Lorenzo. Jorge V del Mundo y III de MotoGP. Un campeón que lloró de emoción. "Es el día más feliz de mi vida. He llorado durante toda la vuelta de honor. El neumático trasero estaba destrozado y he tenido que pilotar muy fino para evitar la caída. Dedico este campeonato a toda esa gente que no tira la toalla, que tiene personalidad".

¿Merecido? Para gustos, colores. Jorge nunca tiró la toalla y al final encontró el premio.