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El arte del estraperlo

Al Granca, en un país que utilizó el contrabando para subsistir durante siglos, se le escapó como a un mal agente de frontera la clave para ganar Sin flujo de continuidad en ataque, el equipo claretiano no creció desde la defensa

Kevin Pangos, defendido por Schreiner. ALBERTO MARTÍN / LOF

Entre Andorra y España, en la frontera que delimita el territorio de cada estado, hay 23 pasos de montaña por los que durante siglos se ejerció el arte del estraperlo. Por ahí, por caminos rurales, entre pistas de tierra que cruzan bosques, el negocio del contrabando movió cantidades ingentes de dinero -y oscuras aspiraciones- entre cargamentos de tabaco, centenares de mulas y miles de refugiados -gente de derechas que huía del bando republicano durante la Guerra Civil española, perseguidos por el franquismo tras la contienda nacional o judíos acorralados por el nazismo en la Francia ocupada-.

Al Herbalife Gran Canaria, camino de la Copa del Rey de La Coruña, ayer le tocó ejercer como una especie de agente de aduanas en Andorra. Hasta allí se fue, tras pasar el martes pasado por encima del Unicaja Málaga (98-65), para vigilar de cerca a un rival directo en la misma carrera: el Morabanc, un equipo que aspira, como un pequeño contrabandista, a colarse en el negocio de los grandes del baloncesto español.

Y, como le ocurrió en las dos visitas anteriores al Principado pirenaico, el Granca fracasó en el arte del estraperlo. Y lo hizo como las patrullas de policía que registraban todos los rincones de una casa en el cuento La carta robada, de Edgar Allan Poe, sin percatarse que la postal que buscaban siempre estuvo en primer plano.

La defensa

Al Herbalife, como a los agentes de aduanas que persiguieron entre España y Andorra y durante décadas a los contrabandistas por caminos que sólo conocían los expertos en el estraperlo-, le costó entender que el partido de ayer se ganaba desde la defensa.

Sin un flujo de continuidad en ataque -el Herbalife sacudió el aro rival a fogonazos-, al equipo de Aíto García Reneses le costó entender que el triunfo se debía levantar a partir de un reagrupamiento alrededor de la canasta propia para, a partir de ahí, desconectar a un Morabanc Andorra limitado -tanto por talento como por recursos, con Víctor Sada de baja por lesión-.

Pero este Granca, de tono irregular -capaz de pasar por encima del Unicaja y de caer ridículamente en La Laguna ante el Iberostar Tenerife-, es incapaz de hilvanar dos partidos buenos -o cuatro cuartos espléndidos-. Tal vez ahí resida la medida real de un equipo que aspira a ser gallo pero que, de momento, se queda en pollo con pretensiones. Y en este corral de la ACB, de momento, con eso basta para vivir en una zona de confort.

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