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Pugna de orgullo canario

La marea amarilla y la aurinegra miden fuerzas en sus cánticos en el graderío del Gran Canaria Arena

Pugna de orgullo canario

Rugía el Gran Canaria Arena en los prolegómenos del partido una vez más, en ese protocolo intimidatorio, con proyección en el videomarcador incluida, para recibir al oponente, pero esta vez de manera más contundente y ensordecedora. Era el derbi con el eterno rival, el Iberostar Tenerife.

Una pugna de orgullo canario, de identidad isleña y una auténtica fiesta del baloncesto canario. 7.652 espectadores recibían a sus ídolos como se merecen, entre aplausos, vítores y con toda la ilusión volcada sobre ellos para cosechar un duelo regional más en parqué claretiano y afianzarse en la quinta posición de la tabla.

Los esperados pitidos dedicados a cada uno de los integrantes del bloque aurinegro, se transformaron en halagos cuando nombraron a dos exjugadores del Granca: el ala-pívot californiano Ian O'Leary, que militó en las dos últimas temporadas, y el alero Javier Beirán, que vistió la camiseta grancanaria durante cuatro cursos, entre 2010 y 2014.

"¡Arriba marea amarilla!", alentaba el speaker oficial de la entidad. Kevin Pangos volvía, tras más de tres semanas en la enfermería, y la hinchada coreaba con fuerza el nombre del base canadiense.

Toda la comunidad claretiana se engalanó. Las cheerleaders enarbolaron la bandera con los colores amarillo y azul en su actuación previa al pitido inicial. Y la banda Guayedra calentaba el arranque con su particular y distintiva pieza musical. Incluso algunos aficionados tenían preparado confeti casero para cuando los pupilos de Aíto fulminaran el perímetro aurinegro.

Un enchufado Savané arrancaba los aplausos del público en los primeros compases, en su duelo contra Joseph Jones y Abromaitis. Mientras que todo iba rodado, sólo cabían sonrisas y cánticos en la grada, pero cuando las cosas se empezaron a torcer, el ímpetu bajaba al mismo ritmo que lo hacía el club de la Vega de San José.

La afición del Pío-Pío empezó a ver fantasmas en la reanudación con un parcial amenazante (2-11) en las manos de Arco y Sekulic, y estuvo muy encima de las decisiones arbitrales que podían perjudicar a su escuadra. Pero si algo destacó de las hinchadas de ambos bandos fue la sana rivalidad con que se trataron. La pequeña expedición aurinegra pasó inadvertida incluso cuando los suyos iban por delante en el marcador.

"Se vio que la afición del Granca estaba entregada y sobre todo la buena relación que hay entre las dos partes", apuntó María de las Heras, estudiante de Turismo, cuyo jugador favorito es Báez y desempeña labores de voluntariado para el club desde hace un año.

Por su parte, Fran de Alejandro, alumno de Informática, también vive con intensidad cada choque que alberga la cancha de Siete Palmas. "Vivir un derbi así es un motivo de orgullo, y hacerlo del lado de los voluntarios se hace de forma diferente", comentó el joven grancanario.

La actuación coral del Granca hizo que la balanza se inclinara a su favor, pero para Fran hubo un efectivo que despuntó sobre el resto. "Como siempre, Omic ha sido un apoyo al equipo. Parecía que estaba lesionado de la espalda, pero al final salió y fue un revulsivo para el equipo", apuntó el voluntario del Herbalife.

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