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Deporte base Judo

Por amor al judo

Aythami Ruano, exjudoca profesional, abrió hace diez años el club que lleva su nombre en Schamann

Muestra de un movimiento de judo entre dos generaciones de deportistas. SABRINA CEBALLOS

"Esto lo hago por amor al judo, por intentar darle lo que me dio. No es mi manera de ganarme la vida, yo tengo mi profesión. Lo tengo abierto por amor y cariño a este deporte". Con ese ánimo nació hace una década el Club de Judo Aythami Ruano. Un nombre que envuelve a uno de los mejores judocas canarios de todos los tiempos. Su mayor logro deportivo: dos campeonatos de Europa -júnior y sénior- seguidos de su participación en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004.

Justo en la calle Pío Coronado, en pleno corazón del barrio de Schamann, donde todas las aceras llevan en la esquina a algún personaje de la obra de Pérez Galdós, se sitúa el gimnasio que lleva su nombre. Es tan sólo un par de números más arriba que el lugar donde creció, la calle Doña Perfecta. Otra vía más abajo, en Pablo Penáguilas, Aythami Ruano descubrió el judo, deporte sobre el que giró su vida durante varias décadas. Allí, en el Gimnasio Sansofé, empezó su contacto con el deporte. El círculo entre las tres calles paralelas se cerró en 2006 y hoy se mantiene vivo.

"Lo intento llevar con el mismo cariño y respeto con el que me lo inculcaron a mí cuando empecé con 6 años. Eso es lo que más me importa", repite Ruano doce años después de su retirada como profesional del judo. Gracias a un local familiar pudo instalarse en su barrio para levantar el club. Con sus baches, 10 años después la entidad sigue viva. Hoy cuenta con 50 deportistas entre niños, jóvenes y adultos que disfrutan con el judo, con las bases que la experiencia le imprimió a Ruano, las mismas con las que Jigoro Kano fundó este deporte a finales del siglo XIX a través del Instituto Kokodan. Su retrato preside el gimnasio e ilumina el tatami azul que cubre casi 100 metros de superficie del local.

Deportistas de todas las edades se turnan a lo largo de los días en los que abre el gimnasio, en un ambiente familiar. Para que el club pueda funcionar, Aythami Ruano cuenta también con la ayuda de Echentive Díaz y Antonio Pérez. Entre los tres imparten las clases en ese ambiente familiar. Esa atmósfera de naturalidad, sencillez y diversión es una de las claves para que el club siga vivo. "Les gusta el ambiente, se nota. Aquí no se obliga a nadie a competir, por ejemplo. El que quiere participar en campeonatos, pues lo preparamos y vamos con él o ella hacia adelante, pero si no quieres no pasa nada. Aquí lo importante es que los niños hagan deporte, que disfruten con ello. No hace falta que se autopresionen con competiciones si no es lo que desean", admite Ruano desde la pequeña oficina que tiene el local.

Su experiencia como profesional le avala. "No hay que presionar a los chicos. Hay que ponerse en su sitio. No hacemos esto con afán competitivo. No somos una factoría de dar clases y sacar competidores", resume de nuevo Ruano. Ese ambiente distendido, de respeto por los compañeros, los maestros, el club y el propio deporte, ha logrado que pequeños gestos se conviertan en un legado para la entidad fundada por Aythami Ruano.

En otro de los espacios del local hay una pequeña sala de pesas. Mancuernas y barras que valen para que puedan tonificar su cuerpo. "Entre todos hemos formado esta pequeña sala. Uno trae unas pesas, otro consigue unos discos, otro unas mancuernas. Así, entre todos hemos logrado tener este espacio para nosotros", argumenta Ruano. Ése es el entorno que permite que el gimnasio se mantenga vivo y que Aythami Ruano siga "ilusionado" cada tarde con el club, invirtiendo los días libres que le deja su trabajo.

Una vez retirado, Ruano entró como tutor de menores en pisos tutelados donde supervisa el día a día de chicos y chicas con medidas judiciales o problemas familiares. Esta experiencia, con resolución de conflictos diarios, le ha valido para crecer en el plano personal y también en el deportivo. "Ayuda a valorar más ciertas cosas. Es un trabajo recíproco que también puede aplicarse en el ámbitos dentro del gimnasio", manifiesta.

En esas tardes libres, su dedicación se vuelca en el club junto a la ayuda de sus entrenadores -todos técnicos superiores en judo- y su familia. "Lo hago encantado. Como digo, es algo que hacemos por amor a este deporte. Es así", añade. Las dificultades más notables son prácticamente las mismas que los de cualquier otro club. La gestión logística es lo más complicado. Eso y mantener económicamente el club. Una cuestión con la que la dirección del gimnasio hace "malabares" para que siga siendo viable en su día a día. "Mientras en el club podamos pagar los gastos y los profesores se puedan llevar algo, seguirá funcionando. Con lo demás vamos parcheando un par de cosas, un día una pared, otro día algo del baño...", afirma Ruano.

Los ingresos del club llegan básicamente de dos formas. Por un lado, las subvenciones públicas por parte del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y del Cabildo de la Isla. Un montante que depende del número de licencias federativas que reúna el club. "Es una ayuda importante. Nos toca lo que nos toca, pero por supuesto que vale para que sigamos aquí", asegura.

La otra parte, las cuotas que pagan sus alumnos. Una tarifa que lleva intacta 10 años. En esta década ha subido de precio casi todo. Sin embargo, el precio por las clases sigue siendo el mismo desde que el club abrió sus puertas en 2006. "Soy de Schamann y sé cómo es el barrio, porque he crecido aquí y lo he vivido. Éste es un barrio humilde, de gente trabajadora y honrada. La crisis ha afectado mucho a la zona y no me veo en la disposición de subir las cuotas en este momento", argumenta Ruano sin perder la sonrisa, narrando con pasión lo que hace en su club. Por eso siempre que los números cuadren su intención será ésa. "¿Cómo le voy a quitar a un niño su deporte si su padre ha perdido el trabajo? Ellos no tienen la culpa, prefiero que sigan viniendo y ya se pagará", comenta.

Proyectos de futuro

Entre su profesión, su vocación deportiva y el barrio han salido bocetos que le gustaría plasmar en los próximos meses. Hay uno que le hace especial ilusión. Ruano ha iniciado contactos con el Ayuntamiento capitalino para poner en marcha un plan de integración para niños del distrito, de entre 8 y 12 años, con riesgo de exclusión social. "El deporte da valores, una responsabilidad, objetivos o un sentimiento de pertenencia en un grupo sano como un club deportivo", explica. Aún están a la espera de que el concejal de distrito de Ciudad Alta, Mario Regidor, valore en profundidad la propuesta. "Igual de ahí sale algún judoca que después paseará el nombre de la ciudad por ahí. Eso nunca se sabe", sentencia.

Y aunque el aspecto de éxitos y logros deportivos es secundario en el club, el talento aflora. El pasado mes de diciembre, el club consiguió sacar seis cinturones negros más para sus judocas. Una colección de altas distinciones que tienen un par de guindas: dos graduaciones de segundo Dan. "Es la vertiente formativa del judo y también es muy importante para nosotros", explica Aythami Ruano.

Pero también algunos nombres propios se cuelan en los objetivos deportivos que se marca el club. Por ejemplo, Daniel Quevedo, en la categoría sub 15, es uno de los judocas que mejores maneras apuntan en competición en su gimnasio. Ahí, Bruno Lagares en la categoría júnior es hoy el más destacado. El judoca del Club Aythami Ruano logró ser en el pasado mes de junio campeón de Gran Canaria, algo que no ha podido repetir en el campeonato de Canarias. Sin embargo, el orgullo del club lo tiene. Como el que se regalan mutuamente cada uno de los integrantes de esta familia de deportistas del barrio de Schamann.

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