El 25 de enero, el día que se sortearon los cruces de los cuartos de final de la Copa del Rey, el Valencia Basket aparecía en el horizonte como un gigante intratable. Invicto, capaz de encadenar 28 victorias consecutivas en sus primeros 28 partidos de la temporada, era el coco. A la sombra, ajeno a todo el impacto de esos récords que firmaba el conjunto de Pedro Martínez, estaba la figura del Herbalife Gran Canaria que, sin hacer ruido, amasaba triunfos con buen baloncesto, con buena letra, con poco más. En las casas de apuestas, entre los entendidos, entre los aficionados, pocos daban un duro por la victoria del Granca en el primer cruce de la Copa ante un Valencia Basket con pinta de imbatible. Pero anoche, en el Coliseum de La Coruña -apunten bien la fecha y el lugar, porque ya pasan la historia de la entidad claretiana-, el Herbalife hizo sencillo lo imposible con una lección de juego y compromiso. No hizo falta más para acabar con un ogro, colarse en las semifinales del torneo y retar al Dominion Bilbao -mañana, a partir de las 18.00 horas- por un puesto en la final. De traca. Cremá valenciana.

Y eso que el inicio fue desesperanzador. Como un rodillo llegó a la Copa del Rey y como un rodillo se comportó el Valencia Basket tras el salto inicial. En alerta por el incendio que provocó media hora antes el Dominion Bilbao sobre el parqué del Coliseum de La Coruña, el equipo de Pedro Martínez salió a todo trapo. Incluso, a ratos, se comportó como un abusón de patio de colegio. Impuso el ritmo de juego, fue intenso para defender y para atacar, fue eficaz para anotar y abrió un agujero enorme en la resistencia del Granca en la pintura.

Dominio total

El Valencia Basket, en los primeros diez minutos, enchufó canastas de todos los colores. Sumaron todos. Guillem Vives, Rafa Martínez, Fernando San Emeterio -siempre tan productivo contra el Herbalife-, Luke Sikma y Justin Hamilton. Anotaron por dentro, desde el perímetro, los tiros liberados, los no liberados y desde la cantina. Pero, sobre todo, intimidaron a un Granca asustadizo, superado -de entrada- por el momento y el escenario. La diferencia de energía se medía a la perfección en la pelea por el rebote. Allí, sobre la pintura -sobre todo en la zona claretiana-, el conjunto taronja montó su campamento base para asaltar el partido.

Al final del primer cuarto, que se cerró con un duro tanteo de 26-16, la distancia -sideral- entre el Valencia Basket y el Herbalife Gran Canaria se calculaba, además del voltaje de pasión empleado, en el número de rebotes: diez más capturó el equipo de Pedro Martínez, que en ataque llegó a coger seis rechaces -con sus seis posesiones de más-. En esos parámetros de juego, el conjunto claretiano era un juguete en manos del líder de la Liga Endesa, que campaba en plan imperial por La Coruña.

La solución apareció en la continua rotación de Aíto García Reneses, que movió fichas desde el minuto cinco de partido sin contención. Xavi Rabaseda, a base de carácter, trabajo y coraje, fue la vitamina C que levantó el ánimo del Granca. A su estela se vino arriba todo el grupo, contagiado de ese espíritu. DJ Seeley, al acecho, levantó la mano para proclamar a los cuatro vientos que es un escolta de aúpa, Kevin Pangos se puso a bailar y a su son danzaron todos y Pablo Aguilar empezó a cobrar cuentas pendientes con el club que le cortó en verano.

La segunda unidad del Granca se puso a producir y cuando el Valencia miró de reojo al marcador se dio cuenta de que ya le habían robado la cartera: un parcial 0-21 había disparado al alza el valor de las acciones del equipo claretiano, que a esas alturas se sentía libre para volar alto (28-37, min. 15). Había partido nuevo, el Herbalife tenía una vida extra. El meneo dejó tocado al grupo de Pedro Martínez, que ya no volvió a sentirse cómodo en ningún momento. Con los dos equipos al mismo nivel, en todo -juego, intensidad, acierto- el duelo alcanzó el descanso con empate: 42-42.

Con un Granca respondón, el Valencia Basket regresó de vestuarios con la lección bien aprendida: percutió por dentro, por el mismo lugar por el que hizo sangre en la resistencia amarilla durante el primer cuarto. El equipo de Pedro Martínez tiró de agresividad para atacar por la zona, por pelear cada balón que rondaba el aro. Hamilton y Sikma marcaron el territorio y los jugadores de perímetro penetraron hasta marcar las primeras diferencias serias de la segunda parte (68-57, min. 31).

Ante la productividad de su equipo durante el encuentro, García Reneses retocó el ritmo de su rotación. Dio galones, al inicio del tercer cuarto, a Xabi Rabaseda y Pablo Aguilar y ofreció minutos de más a DJ Seeley. El movimiento le permitió reservar a su quinteto más intenso para el último tramo del duelo a la espera de un marcador apretado. Con Kevin Pangos al timón y Rabaseda marcando el nivel de energía, el Herbalife Gran Canaria le comió la moral poco a poco a un Valencia Basket al que el peso del favorito le provocó un ataque de vértigo. San Emeterio y Dbljevic mantuvieron el tipo en un grupo que a seis minutos para el final sólo ganaba por cuatro puntos de ventaja (69-65), un escenario insospechado hace justo un mes.

Con todo en juego y con tanto cronómetro por consumir, el partido entró en una zona espacio temporal que García Reneses maneja como pocos. Con el Valencia Basket en el bonus de faltas (min. 33), dio entrada a Albert Oliver para sacar ventaja de cada penalización arbitral contra el Valencia Basket. Un triple de Rabaseda, a 1.59 del final, hizo tambalearse al rival (71-76), que al final entregó la cuchara ante el muro que levantó el Granca atrás: Oliver, Pangos, Rabaseda, Báez -brutal sobre Dubljevic- y Omic lograron que al Valencia Basket se le encogiera la muñeca y, de repente, se le hiciera de noche en La Coruña. Mañana (18.00 horas), la penúltima copa ante el Dominion Bilbao.