La primera vez nunca se olvida. Y en La Coruña, el 20 de febrero de 2016 -apunten el lugar y la fecha-, el Herbalife Gran Canaria lanzó, como Cupido, una flecha al aire y conquistó el mundo a base de repartir amor. Mucho amor. Amor propio, amor por el juego, amor por el prójimo. Amor en todas sus formas y expresiones. En un partido tremendo, en una noche histórica, el equipo de Aíto García Reneses se coló -por primera vez en su historia, esa que siempre permanece en la memoria- en la final de la Copa del Rey. Lo hizo a lo grande, a la heroica, después de dejar atrás un mal momento -una primera parte para olvidar-, remontar una desventaja de 19 puntos (55-36, min. 26) y dejar en la cuneta a un Dominion Bilbao (71-81, final) turbado por la demostración de pasión y carácter de un Granca, que hoy, a partir de las 18.00 horas (La1 y #0 Movistar+), se jugará el título de campeón ante el Real Madrid.

El éxtasis, la euforia, llegó a falta de un minuto y 43 segundos para el final. Eulis Báez, que durante la segunda parte repartió testosterona a tutiplén por el parqué, anotó un triple (69-75) que liberó al Granca de las cadenas con las que el Dominion Bilbao le mantuvo condenado durante 39 minutos. Sito Alonso, entrenador del conjunto vasco, solicitó entonces un tiempo muerto para contener la avalancha que se le venía encima, pero a esas alturas ya era tarde. Por la megafonía del Coliseum empezó a atronar el You really got me de los Kinks y el Herbalife se desató: controló el tiempo y balón, templó nervios, firmó un parcial 2-6 y selló el pase a la última ronda de la Copa.

Pero antes de llegar a ese final feliz, el Granca tuvo que remar ante un duro rival. En 48 horas, desde que el Herbalife hiciera saltar la banca en cuartos de final al hacer descarrilar al Valencia Basket, el Dominion Basket tuvo tiempo de sobra para analizar, repasar y desentrañar el juego del equipo claretiano. Se lanzó el balón al aire, el cronómetro empezó a consumir el tiempo y el conjunto vasco se puso a trabajar a destajo para desactivar al rival. Los primeros 20 minutos de los jugadores de Sito Alonso, atrás -al proteger su zona- fueron un ejercicio tan espectacular como efectivo de tortura al contrario. Intensidad en la marca al par, manos por todos los espacios libres para tapar líneas de pase y la lectura correcta para acudir en la ayuda.

Jamás se sintió cómodo el Granca antes del descanso, incapaz de llevar la iniciativa o marcar el son. Sólo estuvo por delante en el marcador el conjunto de García Reneses cuando se habían consumido cuatro minutos del primer cuarto (8-9). Fue tras un triple de Albert Oliver. Entre el base catalán y Alen Omic, a base de dos contra dos -ambos se repartieron los primeros nueve puntos amarillos-, mantuvieron en jaque al Dominion Bilbao un rato. Fue un espejismo. Más enchufado, más acertado, más duro, con mejor plan, el cuadro de Sito Alonso generó un cortocircuito en el baloncesto del Granca.

Frente al atasco general del Herbalife, el Dominion Bilbao flotó sobre el parqué del Coliseum de La Coruña. Hannah voló y tras su estela fueron todos sus compañeros. El base de Rochester controló todo lo que tenía que ver con el juego y era decisivo. Corrió cuando tocaba, temporizó cuando correspondía, anotó cuando el momento era el adecuado y acertó cuando había que poner a jugar a los suyos. En ese escenario, Mumbrú, Hervelle, Bertans y Giorgios Bogris parecían unos tipos intratables. Sin solución aparente, sin ejecutar variantes para reconducir la situación, la mejor noticia para el Granca al descanso es que cruzó el ecuador (46-34) con vida -gracias al oficio de Albert Oliver- pese aparentar la ruina.

Reacción

Ante tan mal día en ataque -18 % de acierto en triples tras los dos primeros cuartos-, el Herbalife levantó la remontada a partir de la defensa. Al Dominion Bilbao se le empezó a agotar la gasolina y el aro, poco a poco, se encogió para los tiradores del conjunto vasco. Sin bajar los brazos, a base de carácter y no perder la fe, como un martillo pilón, como la gota malaya, el Granca golpeó la resistencia del adversario hasta abrir una vía por la que dibujar una remontada brutal.

A Salin empezaron a entrarle los triples (10 puntos en la segunda mitad), Aguilar hizo sangre sobre la pintura enemiga -cinco puntos consecutivos al cierre del tercer periodo para dar forma a un parcial 0-12-, Savané puso orden atrás -con dos sonoros tapones sobre Bogris­- y al Dominion, de repente, se le hizo de noche. Buscó el equipo vasco a Mumbrú como un náufrago a un flotador, pero la apuesta no resultó ser la ganadora. A 4.49 para el final, Rabaseda, con dos tiros libres, puso en ventaja al Herbalife (64-62), que ya no soltó a la presa.

En el Coliseum, en la noche en la que el equipo claretiano repartió amor -su segunda final en diez meses, tras la de la Eurocup del curso pasado-, la figura que se hizo grande fue la de Eulis Báez. El ala-pívot, en defensa, negó a Mumbrú el honor de ser el héroe. Ese billete para la final ya era del Granca. Allí le espera el Real Madrid, el campeón de Europa. Pero eso será otra historia.