El Madrid se impuso (1-3) al Levante en el Ciutat de València en un partido sin alardes y con poco fútbol del equipo de Zidane ante el colista de la categoría, que a pesar de su inferioridad técnica nunca se entregó. Los dos primeros goles madridistas llegaron en una primera parte insulsa del conjunto madridista gracias a un penalti y a un gol en propia meta del meta local, si bien fue en la segunda parte cuando el Madrid mostró su mejor cara aunque sin poder rematar el marcador.

El Levante inició el partido con una fuerte presión sobre el Madrid que le llevó a tener dos buenas ocasiones de gol en los primeros minutos en las botas de Rossi, especialmente la primera, que obligó a Navas a realizar una gran intervención para atajar el balón en dos tiempos.

La presión le duró poco al Levante, si bien el Madrid se mostraba en su juego y sin inquietar la portería de Mariño, que veía como los acercamientos del equipo de Zidane eran controlados por su defensa.

Poco a poco el Madrid se fue imponiendo en el centro del campo pero sin llegar a asediar la meta local, hasta que el partido se volvió loco con tres goles en cinco minutos.

Un penalti de Lucas Orban a Lucas Vázquez fue transformado por Cristiano Ronaldo en gol a los 34 minutos para abrir el marcador y cuatro minutos después un disparó de Borja Mayoral golpeó el poste y Mariño lo introdujo en su portería en el rechace en el 0-2.

Parecía que el partido se le ponía muy favorable al Real Madrid, pero un error de Casemiro al despejar el balón fue aprovechado por Deyverson para batir a Keylor.

Ya en el segundo acto, un tiro al palo de Cristiano se unió a este acecho a la meta del equipo valenciano, que vio como el equipo de Zidane mejoraba en este segundo tiempo y no les dejaba salir de su campo.

El partido encaró su recta final con un Madrid superior, pero que no lograba el gol que sentenciase el choque ante un Levante agazapado que buscaba su única opción de lanzar un contragolpe ante un rival bien ubicado y que penas le dejaba resquicios para intentarlo.

Sólo en los compases finales el Levante buscó más abiertamente la portería madridista, ante un rival que puso el piloto automático y desertó de un pulso sin alma.