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Las prisas y el pastel isleño

El club hispalense se merienda al Granca en la primera mitad

En una semana el Sevilla se ha pegado un gran festín de baloncesto. El combinado hispalense se ha jincado dos deliciosos pasteles en casa: primero el pasado domingo, uno relleno de crema pastelera vasca, el Laboral Kutxa Baskonia (100-92), y ayer otro, vacío de sabor, el Herbalife Gran Canaria. Un gran bocado de 25 puntos de ventaja final. Las prisas para comerse la victoria nunca son buenas consejeras. Y a los pupilos de Aíto García Reneses se les añurgó el primer bocado en la garganta.

Las precipitaciones del club de la Vega de San José por merendar le pasaron factura en la primera mitad del encuentro. Hasta ocho pérdidas de balón frente a sólo tres del cuadro hispalense, que facilitaron el gran atracón final del Baloncesto Sevilla -pese a tener la peor defensa de la Liga Endesa, con un promedio de 85,8 puntos encajados por choque-. Pero ayer las estadísticas saltaron por los aires.

El plantel de Luis Casimiro planteó un encuentro serio, bien plantado en el parqué del Palacio Municipal de San Pablo. La defensa del Granca era un coladero y permitía múltiples vías de anotación con facilidad. Al comienzo el peligro era conducido por los dos efectivos más peligrosos del Baloncesto Sevilla: Scott Bamforth y Ondrej Balvin. El escolta norteamericano y el pívot checo se pusieron las botas y Salin y Omic no pudieron impedirlo.

Pero pronto se unió a la comilona del primer acto (30-14) Bostjan Nachbar. El ala-pívot esloveno también se hinchó a comer todo el dulce que quiso. 13 puntos seguidos -de 15 del equipo local- salieron de su certera muñeca. Ni Báez ni Aguilar pudieron ponerle a régimen y el bloque claretiano comenzó a sufrir dolores de barriga.

El colectivo isleño no digirió bien su racha positiva de ACB y Eurocup -victorias sobre el UCAM Murcia y el Stelmet Zielona Gora polaco- y se dejó llevar demasiado. Por cuarta vez consecutiva en liga, el Baloncesto Sevilla transformó su propia cancha en un txoko a la sevillana y devoró al extraño isleño nada más que asomó la cabeza por la puerta de su sociedad gastronómica.

Hasta el descanso, la superioridad era abrumadora en todos los aspectos del juego: una veloz circulación de balón, un 40% de efectividad desde el périmetro frente a un 16% grancanario, una actitud muy combativa bajo el aro para capturar los rebotes, 27 (18 defensivos y 9 ofensivos) frente a 14 claretianos (9+5), mayor visión de juego (10 asistencias contra cinco). Sobre la pintura, Omic estuvo a punto de irse a los vestuarios con un rosco. Sólo anotó dos puntos en el minuto cuatro del partido.

Un parcial de 14-0 en un abrir y cerrar de ojos (44-14) y el tanteador amarillo congelado. El Baloncesto Sevilla cerró la primera mitad con un cómodo colchón de 26 puntos para dormir la siesta a pierna suelta. Se gustaba a sí mismo y el Granca no se reconocía en su espejo. Hasta los aficionados más acérrimos de ambos conjuntos se tenían que pellizcar para creer lo que estaban presenciando. Entonces Aíto paró el crono para que sus hombres respiraran y recapacitaran sobre lo sucedido en pista. Una sequía y hambre anotadora que duró más de cinco minutos, mientras que para el plantel de Luis Casimiro fueron los mejores de la presente campaña.

Este empacho de dulce para el cuadro sevillano también duró en el tercer periodo. Todo lo que no entraba en la cesta defendida por los locales, caía en la del Granca. Ni Aguilar, ni Pangos, ni Salin, ni DJ Seeley, ni Rabaseda tuvieron su día desde el perímetro. El consuelo isleño: se le pasó el mareo en el último cuarto, con un parcial de 24-32.

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