El exfutbolista holandés Johan Cruyff falleció ayer en Barcelona a los 68 años tras meses de lucha contra el cáncer. Nacido en Amsterdam el 25 de abril de 1947, Cruyff revolucionó el fútbol moderno primero como futbolista, especialmente en la selección holandesa y en los dos clubes que marcaron su vida, el Ajax y el FC Barcelona, y posteriormente como entrenador, donde creó escuela con su estilo de corte ofensivo.

La historia del fútbol se tiene que detener en el momento en que aparece Johan Cruyyf, un personaje determinante tanto cuando lideró al Ajax, a la selección holandesa y, especialmente, cuando entró en el Barcelona, como jugador y entrenador, para echar una mirada y observar que algo grande ha pasado desde que el holandés empezó en el balompié.

De largo historial de éxitos, aunque sin un Mundial del que presumir, a pesar de que nadie se lo ha echado en cara, Cruyff es sinónimo de legado, de haber recogido lo mejor de la escuela holandesa y de haberlo transformado para dar al fútbol gloria en el césped.

Si sus pulsos en el Ajax con los mandatarios de finales de los 80 no le hubiesen llevado a dar un portazo al club de Amsterdam y, quién sabe, si el Barcelona de aquella época no hubiese agonizado tras la pérdida de la Copa del Europa en Sevilla, quizá el legado hubiese sido el mismo, pero el Barça se habría quedado huérfano de uno los personajes más importantes de su historia.

Cruyff fue, simplemente, atrevimiento. Cruyff fue ir contra las normas e imponer su criterio en el campo. Creer que si su equipo tenía la pelota, el rival no la olería. Desafiaba al fútbol de fuerza con el control del balón, moverlo con inteligencia, con rapidez, buscando los apoyos, triangulando en todos los rincones del campo.

Cruyff fue hijo de una de las mejores escuelas de fútbol del mundo, la neerlandesa, y lejos de quedar anclado en el fútbol que se imponía a finales de los 70 y principios de los 80 (alemán e inglés), cuando dejó de ser futbolista para convertirse en entrenador, echó mano de los viejos manuales del Ajax para dar con un estilo que, primero en el equipo holandés y después en el Barça, revolucionó el escenario.

Antes, el Milan italiano de Arrigo Sacchi ya había dado unas grandes pinceladas de por dónde iba a ir el fútbol del futuro (contaba en sus finales con tres grandes holandeses como Ruud Gullit, Marco Van Basten y Frank Rijkkard). Pero fue con Cruyff cuando, desde el banquillo, el panorama cambió radicalmente, con equipos que llegaban a prescindir del delantero centro y que su principal actividad en los entrenamientos eran los conocidos como 'rondos'. Cruyff hizo del fútbol una delicia al que, además, le acompañaron los títulos.

A fuerza de seducción logró que sus discípulos continuaron su línea y la idea de Cruyff ha perdurado en algunos equipos, especialmente en el Barcelona de Pep Guardiola y hasta el presente, aunque también es verdad que con muchos matices, pues precisamente el actual equipo barcelonista dirigido por Luis Enrique es uno de los menos cruyffistas de los últimos años.

A pesar de esta idea exitosa, el sello de Cruyff ha sido en algunas ocasiones vulnerable, pero no por ello los equipos que lo han defendido han dejado de recibir el reconocimiento por lo atrevido de apostar por el balón y, en ocasiones, reducir las defensas en pos de poblar el centro del campo para asentarse con más jugadores en el campo contrario y en ataque por las bandas.

Frases para la historia

Cruyff ha dejado un gran legado deportivo y también intelectual, y algunas de sus frases han hecho historia, como cuando en su pulso con Josep Lluís Núñez le lanzó un dardo al decirle que el dinero tenía que estar en el campo y no en el banco, reclamándole más inversión y menos presumir de superávit.

Tampoco le importaba que sus equipos acabasen goleados si el premio era marcar un gol más que el contrario y ganar el partido. En el fútbol de Cruyff corría el balón, no los jugadores. Era casi un insulto que un futbolista condujese un balón sin soltarlo rápidamente para generar una acción o una duda.

Dudas también fueron las que su atropellado lenguaje causaban en las conferencia de prensa, como cuando soltó aquello de que le ponía "la gallina de piel".

En el Barcelona, donde más dejó su impronta y donde más discípulos han recogido el testigo de su legado, la tristeza es enorme por la pérdida de un personaje único, que no dejó nunca a nadie indiferente: tanto a los que le tildaban de pesetero o estaban alineados con Josep Lluís Núñez, como a los que siguen creyendo que sin él la historia del Barça habría que escribirla de otra forma.