Desde 1928 hasta 1988, el Barcelona ganó diez Ligas (25 el Madrid) y ninguna Copa de Europa (por 6 del Madrid). Entre 1988 y 2015 cambió la tendencia: 13 ligas y 5 Copas de Europa para el Barça, 7 y 4 para el Madrid. El punto de inflexión en la historia de la rivalidad de los dos grandes del fútbol español tiene nombre y apellido: Johan Cruyff. Aunque resulta evidente, la influencia del holandés va más allá de los números: acabó con el complejo de inferioridad azulgrana y dotó al club de un estilo que, con matices, han asumido casi todos sus sucesores. Cruyff no estaba muy presente en el día a día del Barça desde la marcha de Joan Laporta de la presidencia, pero formaba parte del entorno que él mismo había definido como un factor a tener en cuenta para entender la marcha deportiva del equipo.

La ausencia total de complejos de Johan Cruyff queda reflejada en una de sus sentencias tantas veces repetidas en los últimos días, y pronunciada en plena refriega entre los equipos dirigidos por Pep Guardiola y José Mourinho: "El Real Madrid tiene 9 copas de campeones de Europa (5 más que nosotros), tiene 31 títulos de liga (11 más que nosotros), Mourinho hizo en 8 años lo que nuestro club hizo en más de 100, ¡pero somos mejores que ellos!". Como es lógico, Cruyff nunca pudo estar, ni quiso, al margen de la rivalidad Barça-Madrid, a la que dio una nueva perspectiva tanto como futbolista (1973-78) como entrenador (1988-96).

Como futbolista, Cruyff no tardó en dejar huella en los clásicos. Con él al frente, el Barcelona consiguió una histórica victoria en el Santiago Bernabéu (0-5) el 17 de febrero de 1974, camino de un título de liga para el equipo azulgrana después de catorce años de sequía. Aquella primera temporada en España confirmó a Cruyff como el mejor jugador del mundo (logró su tercer Balón de Oro), pero su rendimiento decayó progresivamente hasta su salida del club en 1978. Sólo ganó una liga y una Copa del Rey, pero la magia de su fútbol y su personalidad no pasó desapercibida para la afición azulgrana.

Por eso en 1988, con el Barça sumido en una de las crisis más graves de su historia, José Luis Núñez recurrió a Cruyff como reclamo para calmar los ánimos y conservar la presidencia. Johan Cruyff consiguió carta blanca para formar una plantilla a su gusto, formada por jugadores que trasladasen al césped su ideario: fútbol de ataque, con abundancia de centrocampistas (su esquema favorito era el 3-5-2), extremos bien abiertos y sin un ariete fijo para favorecer la llegada al área de otros jugadores.

La filosofía Cruyff tardó dos años en traducirse en títulos, pero cuando prendió dio paso a un cuatrienio mágico: entre 1990 y 1994, el Barcelona ganó cuatro ligas consecutivas y una Copa de Europa, la primera de la historia del club. Y, sobre todo, convirtió cada partido en una exhibición de fútbol espectacular, en claro contraste con la tendencia del fútbol español, admirado en aquel momento por la eficacia de los equipos italianos y alemanes. "Prefiero ganar 5-4 que 1-0", solía decir el holandés.

Una de las noches más memorables volvió a tener el Real Madrid como rival y el "5" como número mágico: fue el 8 de enero de 1994, cuando el Camp Nou disfrutó con los goles de Romario (3), Koeman e Iván Iglesias, que certificaban la pujanza del Barça y los últimos coletazos de la Quinta del Buitre. Pocos podían imaginar entonces que la era de Cruyff también empezaría a declinar unos meses después, a raíz de la derrota por 4-0 en la final de la Copa de Europa frente al Milán de Capello, que provocó una purga en el vestuario que afectó a varias vacas sagradas, como el propio técnico calificaba a jugadores tan importantes en su ciclo triunfal como Andoni Zubizarreta, Michael Laudrup o Romario.

Otro 5-0, en este caso en contra, en el clásico del Santiago Bernabéu de la temporada 94-95, empezó a complicar el futuro de Johan Cruyff, que sería destituido un año después. Como ocurre a menudo con los genios, Cruyff también dejó muchas decisiones extravagantes, algunas de ellas coincidiendo con las visitas al Santiago Bernabéu. Una de las más recordadas fue la de designar a Pep Guardiola como marcador de Emilio Butragueño en el Madrid-Barça del 7 de mayo de 1994. Y le salió bien, ya que el Barcelona ganó 0-1 y dio un paso decisivo para su cuarta liga consecutiva.

El estilo de Cruyff era tan genuino que no dudaba en dar la titularidad en un clásico a un jugador recién fichado por expreso deseo suyo, el paraguayo Romerito, con apenas un par de entrenamientos con sus nuevos compañeros. Romerito sólo jugó otros seis partidos aquella temporada (1988-89) antes de que Cruyff reconociese su error y le concediese la baja. Algunos recuerdan estos episodios para empequeñecer la figura de Johan Cruyff acusándole de caprichoso y escasamente profesional, pero por encima de todo queda su obra y el legado que ha permitido al Barcelona liderar el fútbol mundial en los últimos años.