El Rayo Vallecano se llevó, con goles de Javi Guerra y Miku, tres puntos de oro (2-0) que le aferran a la permanencia a costa del Getafe, que sigue en descenso y en caída libre tras sumar el 11º partido consecutivo sin conocer la victoria.

Con los nervios propios de saberse ante una final por la permanencia, Rayo y Getafe salieron al césped de Vallecas con una única premisa, la de lograr tres puntos.

Una de las claves pasaba por controlar los nervios y la presión y fue el Getafe el que, pese a un buen inicio, sufrió más esa losa.

A los diez minutos un gol anulado a Javi Guerra caldeó el ambiente en las gradas y también sobre el césped, puesto que la tensión se comenzó a mascar con ciertos rifirrafes entre ambos rivales.

La tristeza por el gol anulado le tardó poco en cicatrizar al Rayo porque tres minutos después el mismo protagonista, Javi Guerra, fue el encargado de abrir el marcador al remachar un balón muerto en el área pequeña tras un rechace a disparo de Miku.

La tensión le costó la roja al portero suplente del Rayo, Yoel Rodríguez, y al Getafe comenzó a jugarle malas pasadas con algunas perdidas en la medular que enervaron sus ánimos por momentos.

En la segunda parte, el encuentro siguió discurriendo al ritmo que quiso marcar el Rayo Vallecano, que pudo ampliar su diferencia a los 58 minutos con un disparo de Pablo Hernández que se marchó fuera por muy poco cerca del palo derecho de Guaita.

El técnico del Getafe, Fran Escribá, intentó buscar soluciones y la primera medida fue la de dar entrada al delantero sueco Goitom.

Con dos delanteros, el Getafe mejoró algo sus prestaciones ofensivas y ganó profundidad, pero siguió sin crear excesivo peligro, en parte porque los dos centrales del Rayo, Llorente y Crespo, mostraron la firmeza defensiva que su equipo demandaba hace tiempo.

El Rayo sentenció el choque gracias a Miku, que marcó el segundo de su equipo al anticiparse en el primer palo a un centro desde la derecha de Pablo Hernández.

El Getafe apeló a la heroica y tirando de orgullo quiso acercarse a la portería rival, en algunas ocasiones con peligro, como un disparo lejano de Medrán, aunque sin inquietar demasiado a Juan Carlos.