El Paris Saint-Germain y el Manchester City, dos clubes que son propiedad de jeques del Golfo Pérsico, miden hoy sus sables en el Parque de los Príncipes de París, en el primer capítulo de la batalla en la que ambos pretenden, por vez primera, alcanzar las semifinales de la Liga de Campeones.

Nutridos de los millones de sus dueños, ambos conjuntos representan bien las señas de identidad de los nuevos ricos: una ambición desmesurada asentada en plantillas formadas a golpe de talonario y un palmarés europeo lejano del de los grandes del continente.

Una política que augura un choque de titanes, una constelación de estrellas como pocos carteles pueden presentar actualmente en Europa. Como premio, una cuestión de orgullo, puesto que tanto los propietarios cataríes del PSG como los emiratíes del City tienen puesta en la máxima competición europea buena parte de sus esperanzas.

Para ambos serían las primeras semifinales de la Liga de Campeones, aunque los franceses ya han transitado en cuatro ocasiones por los cuartos de final, que por vez primera descubren los ingleses.

El PSG llega al duelo con todos los deberes hechos, su campeonato ya matemáticamente ganado y un nivel de juego que hace soñar a la capital de Francia con la posibilidad de dar el salto de calidad que les ha faltado en las dos últimas temporadas.