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Herbalife Gran Canaria Eurocup (semifinales, vuelta)

Un día de valientes

Los tiros libres durante la prórroga condenan a un Gran Canaria que tocó la gloria

Retirada del equipo arbitral, en el parqué del Gran Canaria Arena, junto a Miguel Montes -i-. QUIQUE CURBELO

Eran dos tiros libres más. A lo largo de su vida seguro que ha lanzado miles y miles de tiros iguales. La distancia del aro a su mano marcaban, como siempre, 4,60 metros. La ejecución era a priori simple, sin rival ni manos que le estorbasen. Sin embargo, seguro que DJ Seeley nunca antes había estado en una situación con tanta responsabilidad como la que se paró ayer en la línea de personal con apenas 53 segundos para que acabara la prórroga, un tiempo extra que le costó más que sudor al Granca.

Ese par de tiros libres hubieran alejado al Granca en cuatro puntos del Galatasaray. Los de Aíto García Reneses tocaban con sus manos la gesta: habían remontado los 14 puntos de desventaja que se traían desde Estambul para poner el 94-78, es decir, 16 por encima en el global de la semifinal. Un par de tiros que se podían transformar en una renta de dos ataques. Pero en el peso de esos dos balones estaba depositado todo un mundo, ese universo creado entre lo que pasó en Turquía y lo que ayer agrandó el escudo del CB Gran Canaria. Allí, en Estambul, el Herbalife se sepultó en una tumba de 14 puntos de donde escapó ayer a base de convicción propia. Todo con una base de la que están hechos los trece jugadores que el cuadro claretiano tiene en nómina: la valentía.

DJ Seeley no anotó ninguno de esos aquellos dos tiros libres. Antes, Taph Savané, en una jugada que después acabó en un mate de Eulis Báez. El peso del balón también le pesó. Sin embargo, en el otro aro, Errick McCollum hizo un 3/4 desde la personal (94-81). Fue esa marca la que mandó en una prórroga de bajo tanteo (4-5) donde la carga emocional de llevar a tu equipo a la final se notó en cada paso que dieron ambos equipos. Probablemente, a Seeley le ronden ese par de lanzamientos durante unos días por la cabeza. Dos tiros fallados con la misma gallardía que derrochó el escolta californiano durante los 27 minutos que estuvo en pista.

Porque ayer el Gran Canaria Arena estaba hecho para los valientes. El primero, el propio Seeley. En diciembre, llegó con la sombra de la manos de Kyle Kuric- de baja por enfermedad- detrás. Las semanas fueron acoplando al Herbalife a un jugador que ayer volvió a demostrar que tiene ese ingrediente que tanto gusta entre la parroquia amarilla. Acabó el partido con 23 puntos, cuatro rebotes y cinco asistencias para ser el mejor valorado del día. Sus triples en el primer cuarto llegaron justo a tiempo para que el Granca no descarrilara por el camino. Una muestra de valor que repitió cuando, en los momentos que el balón más quemaba, se volvió a animar a lanzar para poner al Granca por delante al borde del final del partido.

Algo que consiguió Pablo Aguilar desde el perímetro cuando quedaban apenas seis segundos. Ahí se sacó un triple estratosférico, ejecutado al lado del banquillo rival y con las gigantes manos de Vladimir Micov delante. Suave, el balón entró para darle 16 puntos de ventaja al Granca y colocarlo momentáneamente en la final de la Eurocup por segunda temporada consecutiva. Una señal más de que el cuadro de García Reneses sabía que ayer no era un día para esconderse y sí para dar un paso al frente.

Con ese afán también se mostró Xavi Rabaseda. El alero catalán se fue del partido en el minuto 37 eliminado con cinco faltas. Después de un inicio titubeante en el club, La Coruña y su Copa del Rey ha cambiado su cara. Además de su esfuerzo defensivo -clave de nuevo ayer para frenar a hombres como Schilb o Micov-, tiene fe en ataque. En apenas unos segundos se sacó cinco puntos de la manga. Primero, anotó una canasta; después, forzó el error para recuperar el balón desde línea de fondo y para acabar, pidió el balón para clavarlo desde el 6,75. Un puñado de segundos de cine. Solo la rigurosidad de los árbitros apartó al alero de Ripoll seguir poniendo su coraje al servicio de un grupo que lo necesita.

Las dos últimas posesiones que pudieron decidir el partido las ejecutó el mismo nombre, el de Albert Oliver. El hombre clutch del Granca rozó el aro con su tiro sobre la bocina para evitar la prórroga. Algo más de dos segundos tuvo para buscar el balón en manos de Omic y saltar. No salió.

En la segunda ocasión, la hazaña se elevaba a otro nivel. El ritmo machacón del Granca dejaba al Galatasaray contra las cuerdas, entregado a su defensa para evitar la tragedia que para ellos suponía perder 14 puntos de renta. Con el 94-81, Oliver lo volvió a intentar. El baloncesto le debía una al base de Terrasa. Quizá, la de la final de la Copa del Rey del pasado año; quizá, la de la final perdida ante el Khimki en Europa el pasado; quizá, por la visión del baloncesto que le dan sus 37 años de edad. La entrada a canasta de Albert en busca de un gesto mágico o una falta que lo mandara a la línea de tiros libres, esa donde es un seguro, acabó con el balón roto en los brazos de Micov.

Fue la última señal de pundonor de un equipo que, sin alcanzar la miel de la final de la Eurocup otra vez, demostró que está hecha de valientes. La losa de los 14 puntos del partido de ida, los tiros libres del final o las dos jugadas para ganar la eliminatoria que gestionó Albert Oliver son heridas que escuecen hasta que el tiempo se apiade de ellas.

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