El partido del Volkswagen Arena explica muy bien cómo en el fútbol se puede pasar de la euforia a la depresión, y viceversa, en cuatro días. El Wolfsburgo se redimió de su mala temporada en la Bundesliga con una victoria de prestigio, explotando al máximo ese dos por ciento de posibilidades que se autoadjudicaba su defensa Dante. El Madrid, ensimismado aún por su última media hora en el Camp Nou, no fue capaz de descifrar el galimatías que le planteó su rival. Fue una noche negra de los blancos, casi tanto como aquella del poker de Lewandowski en Dortmund. Desde el minuto 1, cuando Cristiano Ronaldo vio cortada su celebración por un fuera de juego, hasta el 90, en el que Benaglio recogió tan tranquilo el enésimo balón colgado sobre el área local. Benzema fue la imagen del calvario madridista: falló dos goles cantados antes de marcharse dolorido por los centrales locales.

Zidane confió en su "once" de cabecera, con un retoque cada vez más incomprensible: Danilo por Carvajal. El lateral brasileño sufrió con el mejor futbolista del Wolfsburgo, Draxler, y nunca justificó la fama que se ganó en el Oporto. Claro que algo parecido le ocurrió a Marcelo. Con las bandas cegadas y Modric y Kroos en un discreto segundo plano, el Madrid se puso en manos de la BBC.

Los primeros escarceos dejaron la impresión de que Bale, Benzema y Cristiano podrían pegarse un atracón. El Madrid controlaba con tanta comodidad el partido que quizá cayó en cierta complacencia. Sólo tenía que preocuparse de un jugador, Draxler, que alegraba la vista cada vez que se adueñaba del balón. Por su banda, la izquierda, llegaron las primeras aproximaciones y de él partió la jugada que derivó en un derribo de Casemiro a Schürrler, probablemente sin intención. Ricardo Rodríguez obvió la fama de parapenalties de Keylor Navas.

El golpe fue tan duro que durante el siguiente cuarto de hora el Madrid flotó sobre el campo. Perdió el control y sufrió el estado de gracia de Draxler, un alemán que entiende el fútbol con el espíritu festivo de sus muchos compañeros brasileños. Un cambio de juego de Draxler acabó a pies de Bruno Henrique en el costado derecho y, con Marcelo demasiado contemplativo, metió un centro al área pequeña, donde Arnold se adelantó a Sergio Ramos. Keylor Navas, que no había recibido un gol en ocho partidos, sufrió dos en sólo siete minutos, dejando su marca en 738.

El Madrid tenía mucho tiempo para arreglar el estropicio, pero no encontró la fórmula. En parte porque dio alas a su rival y, sobre todo, porque sus hombres más resolutivos estuvieron negados. Benzema echó fuera un cabezazo claro antes de irse a la ducha y, ya en el segundo tiempo, Cristiano desperdició tres ocasiones de las que nunca falla.

Sobre todo en el minuto 72, cuando Isco volvió a citarlo con Benaglio, que anduvo listo para evitar el 2-1. El Wolfsburgo, que también rozó el tercero en una contra de Schürrle y en un cañonazo de Kruse salvado por Navas, se creció en el último cuarto de hora, en el que apenas se vio exigido.