A los alemanes, tratándose de fútbol, les encanta la palabra "milagro", tal vez porque los hace pensar en el "milagro de Berna", como se conoce la victoria de Alemania ante Hungría en la final del Mundial'54.

Una maldición es lo contrario de un milagro pero se le parece en la medida en que contiene un elemento irracional e inexplicable. El milagro lleva a un logro que parecía imposible. La maldición lleva a catástrofes contra la lógica.

Durante mucho tiempo, se habló de la "maldición alemana" del Real Madrid. Esa presunta maldición pareció superada en el año de la décima Copa de Europa, cuando el equipo blanco echó de la competición al Schalke, al Borussia Dortmund y al Bayern Múnich.

Ahora, teniendo al frente a un rival en una situación que hacía que el Madrid fuera más favorito que nunca, la maldición parece haber vuelto. Y lo que para unos es el regreso de una maldición, para otros es el advenimiento de un milagro.

Sin embargo, las cosas también pueden verse de una manera más sobria. Julian Draxler -la figura en la noche mágica del Wolfsburgo- se mostró reservado. "Ya estáis hablando del milagro de Wolfsburgo, tal vez desde afuera se vea así pero nosotros lo vemos distinto. Hemos hecho un buen trabajo y hemos sido premiados".

Del lado del Real Madrid, el entrenador Zinedine Zidane, tras dar algunas explicaciones -que no tienen nada que ver con lo sobrenatural sino con la falta de intensidad y de movilidad al comienzo- dijo que ahora se trataba de analizar lo ocurrido para buscar soluciones.

Tal vez se plantee si hubo un problema en la cabeza de sus jugadores, que -pese a declaraciones previas en contra de esa sospecha- pudieron sentirse demasiado confiados ante un equipo que sobre el papel era inferior. Eso podría explicar la falta de intensidad a la que el mismo Zidane aludió.

Entre las llamadas "virtudes alemanas", al lado de la idea de luchar hasta el final en cada partido y de pelear cada balón como si fuera el último, está la de hacer las cosas lo mejor posible.

El escritor Thomas Mann lo decía al asegurar que el mejor elogio que se podía hacer de su propia obra era que le dijeran que él era incapaz de escribir algo mejor.

Para un equipo a veces, ese mejor partido posible no alcanza ante un rival superior. Pero puede alcanzar contra todo pronóstico si el rival flaquea o si ocurre algo imprevisto que cambie las condiciones.

"Si hace sol no tenemos posibilidades, pero si llueve la cosa cambia", dijo el legendario seleccionador alemán Sepp Herberger antes de la final de Berna.

Pero para sacar provecho de esa eventualidad -en Berna llovió el día de la final- hay que hacer el mejor trabajo posible.