Nunca se había ido del todo, pero sí se había alejado del lugar de honor que le corresponde. Y Rafa ha vuelto a ese lugar, vuelve a encadenar triunfos -llevaba desde 2013 sin ganar dos torneos seguidos- y vuelve a disfrutar y a hacernos disfrutar de sus victorias. Uno, qué quieren, es nadalista confeso...

Rafa Nadal recuperaba ayer el trono del Godó como una semana antes recuperó el de Mónaco. Nueve coronas ya en cada uno de ellos, como nueve tiene en Roland Garros. Dos victorias, la de Barcelona y la de Montecarlo, que significan mucho más que lo que pueda indicar la simple aritmética. Que, por otra parte, indica muchísimo. Y es que el balear es ya el jugador con más torneos ganados al aire libre, con 67, y empata al argentino Guillermo Vilas como el tenista con más títulos conseguidos sobre arcilla, con 49.

El último, el logrado ayer en una final épica ante el japonés Kei Nishikori, sexto del mundo y ganador en Barcelona los dos últimos años, al que superó 6-4 y 7-5 tras dos horas y cuatro minutos de batalla intensa, sin límites: Nadal a base de bolas larguísimas llenas de efecto; Nishikori a base de tremendos planazos. Una batalla que ambos plantearon desde el fondo de la pista, aunque el japonés aprovechaba cualquier bola corta para crucificar a Rafa con sus dejadas.

Si todo partido tiene un momento clave, el de ayer llegó en el séptimo juego. Había logrado romper Nadal el saque de Nishikori para situarse 3-1, pero le devolvió la moneda el japonés y con 3-3 tuvo un 0-40 a favor. Nadal, ese Nadal de antes, sumó entonces cinco puntos consecutivos, retuvo el servicio, lanzó el puño al aire y gritó un "¡vamos!" marca de la casa. Sólo unos minutos después, con 5-4, tuvo una bola de set ante el saque de Nishikori y se lo apuntó a la primera.

Comenzó Rafa tremendo la segunda manga con un 40-0, pero en un pis-pas perdía el servicio. La sombra de la duda duró únicamente lo que los jugadores tardaron en cambiar de pista. Rafa hilvanó entonces cuatro juegos para adquirir una ventaja que parecía definitiva.

Pero en el vocabulario de Nishikori no existe la palabra rendición. Deslomándose mutuamente a trallazos, el partido volvía a igualarse (4-4) después de que Rafa desaprovechara hasta cuatro bolas de ruptura en el octavo juego. Pero mantiene de seguido el suyo y sentencia el choque en la primera bola de partido que tuvo ante el saque del nipón.

La celebración fue a lo grande. La tenía bien merecida por sudada y sufrida. Culminada con un baño en la piscina del club, de su club, como establece la tradición. Un baño... de autoestima para el rey de la tierra cuando el calendario anuncia Madrid, Roma y Roland Garros. Rafa, gracias. ¡Qué bueno que volviste!