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La suerte del campeón

El Granca, tocado en la fase final del partido ante el ímpetu del 'Estu', sacó el partido a base de detalles

El base Kevin Pangos bota delante de Salgado y Hernangómez. Q. CURBELO

Es una de las frases más trilladas en el deporte. Se trata de la suerte del campeón, una coletilla empleada cada vez que el equipo grande, tocado, a punto de hincar las dos rodillas y entregarse, saca esa chispa para dar un giro al partido que le haga levantarse y vencer. El factor al que se le atribuye el mérito de todo, se mueve sobre el azar y la aleatoriedad, siempre tocada por la fortuna. No obstante, dentro de esa sentencia donde se busca resumir todo en torno a la suerte, convergen elementos más palpables que hacen que la balanza se incline con más probabilidad hacia un lado.

Quizá por esos puntos que giran en torno a un partido cuando se llega al momento definitivo, el Herbalife Gran Canaria no perdió el partido de ayer frente al Estudiantes. Después de someter durante la mayor parte del choque a los madrileños a base de un juego más bien ramplón, el Granca fruto del desaire que supone sentirse tan superior al rival se dejó ir. Tanto que, a falta de dos minutos, dejó ir una ventaja que alcanzó los 17 puntos para verse por detrás en el marcador (72-73).

El Estudiantes, que maneja una de las mejores canteras de España y cuenta con tres Copas del Rey en sus vitrinas, llegó a Gran Canaria con la necesidad vital de ganar. Enterrados en el penúltimo puesto de la tabla, su salvación en la Liga Endesa empieza a ser una quimera. Dominados siempre por el Granca, sólo cuando Javi Salgado y Juancho Hernangómez aparecieron en medio de la desidia del Granca, se vieron con posibilidades de ganar.

Aquella ligera ventaja de un punto fue como un martillazo en plena columna vertebral de los claretianos. Por primera vez en el partido, el choque y la victoria se tambaleaban. Ahí entró en escena esa suerte del campeón, que no es más que el envoltorio de muchos otros argumentos con más peso. Discreto durante el resto del partido, Oliver apareció para sacar a flote su determinación. Desde la esquina, clavó un triple que, en cuestión de segundos, devolvía al Granca por delante en el marcador. Talento y arrojo para clavar un puñal en el Estu.

Si aquel balón llegó a manos de Oliver fue gracias a que Pangos estaba en pista. Los últimos segundos de partido, ese lugar donde el Granca cerró su victoria, estaban servidos bajo el prisma de sus dos bases. Una maniobra que Aíto García Reneses guarda para cuando las cosas pintan feas en el Arena. Otro punto más para quitar algo de valor a la implicación de la diosa Fortuna.

De nuevo Salgado volvió a adelantar a los suyos. Fue la última ventaja del partido para los madrileños. Omic y Aguilar -de nuevo gracias a las manos de Pangos- daban aire al Granca. Pero Javi Salgado, el hombre con más kilómetros de baloncesto dentro de un Estudiantes donde los imberbes mandan se resistía a caer. La veteranía y el saber por dónde fluye el juego cuando el balón quema también tienta a la suerte. Oliver, buscó la falta y se fue a donde es un seguro: los tiros libres. En un minuto loco, el Estu acabó con una jugada de partido donde ni siquiera lanzó a canasta, algo que tampoco fue asunto de la suerte.

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