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Herbalife Gran Canaria Contracrónica

Un equipo con código binario

El Herbalife Gran Canaria, a ratos sublime, a veces mustio, se queda corto para asustar al Baskonia

Pablo Aguilar, en el centro, intenta lanzar a canasta ante la oposicion de Ioannis Bourousis y Kim Tillie. DAVID AGUILAR/EFE

Los ordenadores, desde el Spectrum de los años 80 que se ponía en marcha a pedales con un casete hasta el último modelo que se ideará mañana en Cupertino (California), procesan las instrucciones a partir de un código binario compuesto por el cero y el uno. En ese sistema, en aparatos que funcionan con dos grados diferentes de voltaje, el 0 se emplea para indicar el apagado -cero voltios- y el 1 para señalar el encendido -más cinco o más doce voltios-. Y así, como si dos números le agitaran en un entramado similar de componentes que interactúan y están interrelacionados entre sí, trabaja el Herbalife Gran Canaria, un equipo que ayer, en Vitoria, ante el Laboral Kutxa, en el primer asalto del Playoff por el título de la Liga Endesa, mezcló momentos sublimes con otros vulgares para quedarse corto y arrancar la serie con una derrota (81-76).

Desde el salto inicial, con un extraño quinteto titular sobre el parqué -con Pangos, Kuric, Newley, Báez y Pasecniks-, el Granca quedó atrapado en el 0 en el inicio del partido. En un escenario grande, a la hora de la verdad, el equipo claretiano tembló como un flan antes de dar el primer paso ante un Baskonia con más leyenda que juego. Cierto que el conjunto vasco, con Ioannis Bourousis -el MVP de la ACB- como fuerza gravitatoria y su caché de finalista en la Euroliga, impone cierto respeto, pero por baloncesto anda a años luz de distancia de sus mejores tiempos -aquellos en los que Josean Querejeta fue capaz de reunir en la misma plantilla a tipos como José Manuel Calderón, Pablo Prigioni, Luis Scola o Andrés Nocioni.

Un parcial 11-2, levantado a base de embestir y percutir contra el aro del Herbalife -por puntos y rebotes ofensivos-, lanzó al Laboral Kutxa hacia la estratosfera. Ese despegue, que apuntaba a demoledor en el minuto seis, se quedó en fuego de artificios tras un tiempo muerto solicitado por Aíto García Reneses. El técnico madrileño miró para el campo de batalla, percibió el olor de la escabechina que estaba a punto de formarse y rectificó: puso sobre el parqué a Albert Oliver, DJ Seeley y Alen Omic y se acabaron las bromas.

El Granca, en su propio sistema binario, pasó del cero al uno en un santiamén, y al Laboral Kutxa, consciente de que no es tan fiero y que anda con la gasolina justa, le entró un ataque de vértigo. El cuadro amarillo se puso a defender en serio, cerró su rebote, Oliver se puso a correr y, de repente, todo fue más fácil para un Herbalife que a la carrera, a todo trapo, firmó un parcial 0-11 para dar comienzo a otra fase del partido.

Con las fuerzas equilibradas (31-32, al descanso), con todo los ajustes -de unos contra otros- bien hilados, el primer pulso de la serie entre el Herbalife y el Baskonia se decidió por detalles. Resultó obvio que Savané aún no es carne de cañón -su plan para contener a Bourousis vale como matrícula de un clinic-, que con Oliver al mando todo fluye más y mejor, que DJ Seeley es un señor jugador, que los puntos de Salin en el perímetro saben a vida extra en un videojuego -con ruido de campanillas de fondo- y que ayer se extrañaron con el escolta vestido de paisano al fondo del pasillo y que, con todo, para pasar de ronda, el Granca necesita de todos sus jugadores al mejor nivel.

En el Playoff, en el gran baile, no basta con tener buenas sensaciones o marcharse a casa con la sensación de ser moderadamente optimista. Toca ganar y luego, si toca, se reflexiona. Que se lo pregunten a Darius Adams. El base del Laboral Kutxa sacó el martillo pilón, sumó 24 puntos y fue el factor decisivo -el detalle definitivo- que resolvió un duelo en el que el Granca no fue capaz de conectar su 0 y su 1 para entrar en calor y ponerse a funcionar.

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