Ayer nos abandonó Fermín Martínez Gómez, médico de profesión y deportista singular a lo largo de su dilatada carrera como golfista. De tal modo que practicó esta disciplina hasta cerca de los 98 años y, con ellos, dejó una estela ejemplar entre las muchas generaciones con las que convivió en el Real Club de Golf de Las Palmas. Primero a partir de su ingreso -como socio y jugador- en el primitivo campo del Lomo del Polvo, en Escaleritas, en 1944, y años después y hasta su retirada, en el recorrido que desde 1957 alberga las instalaciones de la entidad decana.

Hoy, de Fermín Martínez se podrían volver a contar muchas cosas. En el campo personal por su condición de hombre de bien en el doble recorrido que marcó su vida. Dentro de esas vertientes, en él encontramos además de su entrega y dedicación a la medicina, la que tuvo dentro del mundo del golf. Así, fue a partir de 1958 cuando tuvimos la oportunidad de tratarle de cerca como jugador, de tal forma que con su vida competitiva llenó nuestros archivos personales durante los muchos años que le conocimos, primero como competidor directo y más adelante como actor de muchas de las noticias que generó hasta su retirada, en 1998.

No en vano su nombre ocupó titulares y crónicas, y todo ello merced a sus victorias en los más prestigiosos trofeos de su club, como son -por citar algunos- la copas Palmer, Robinson, Cragg y Pagan.

Siguiendo con su trayectoria golfistica, es necesario recodar a su vez que Fermín Martínez se ganó por derecho propio su condición de jugador senior con el equipo de España. Algunos de sus triunfos llegaron incluso más allá de nuestras fronteras, con los que consiguió una notabilidad digna, tanto ayer como hoy, de ser recordada. Conviene al mismo tiempo evocar que la figura de Fermín Martínez se engrandeció aún más a lo largo del tiempo por las características tan personales con que ejercía su condición de jugador. Golfista seguro tanto en el juego largo como en los golpes intermedios, fue también excelente pateador, más cuando las exigencias de los partidos le obligaban a poner sobre los greens lo mejor de su repertorio. Llamaba la atención Fermín por su contante preocupación por mejorar de forma constante- incluso cuando ya estaba retirado de las competiciones, su swing.

"No todo -solía decir en muchas ocasiones- está inventado y siempre hay que ir con las mejores predisposiciones a los tees de prácticas".

En suma, digamos que ayer, domingo, la bandera del Real Club de Golf de Las Palmas ondeaba a media asta. No era para menos. No en vano dejaba de existir un hombre que conoció y escribió brillantes capítulos de la historia de una institución ejemplar, como fue la suya, a la que dedicó 54 años de lo mejor de su vida deportiva y humana.