No siempre las selecciones que mejor empiezan los grandes torneos acaban levantando el título de turno. Y eso lo sabe España de primera mano. En Sudáfrica fue campeón del mundo tras caer en el debut frente a Suiza y en el Mundial del 2006 se fue en octavos de final después de golear a Ucrania y sumar nueve puntos en el grupo. Es una incógnita lo que pasará en lo que resta de Eurocopa, pero a estas alturas, disputadas las dos primeras jornadas para los grandes candidatos, no hay una selección que haya llenado tanto como la española. Porque el combinado de Del Bosque, tras brillar aunque ganar por la mínima a la República Checa, goleó a Turquía (3-0) con un doblete de Álvaro Morata, un tanto de Nolito y una nueva exhibición colectiva de fútbol primoroso comandado por Andrés Iniesta. En los primeros pasos de la Eurocopa no hay nadie como él y nadie como España.

La de Del Bosque, que ya se ha garantizado el pase a octavos de final y solo una derrota ante Croacia le arrebataría el liderato de grupo, es la única selección que ha marcado tres goles en la competición y no hay ninguna que se haya lucido tanto. Pero, por encima de eso, lo que importa de estas dos primeras citas es que España se vuelve a reconocer en el espejo. Habían pasado cuatro años, precisamente en la última Eurocopa, desde que la selección no completara dos partidos de tan buen nivel. Ha recuperado la autoestima, la confianza en sí mismo y vuelve a ilusionar. Tras dos años de depresión, las críticas a la lista de convocados y el tropiezo antes de viajar a Francia ante la débil Georgia era una condición ineludible recuperar la sonrisa lo más pronto posible.

La única duda que había despertado el debut era la efectividad. Ya entonces mostró España las constantes vitales que le hicieron campeón del mundo y doble campeón de Europa en los últimos ocho años: juego de toque y precisión, seriedad defensiva, buen rollo en el vestuario -que no es una cuestión baladí- y mucha, mucha hambre, hasta el punto de presionar en el área contraria con 3-0 en el marcador. El sufrimiento para definir nunca ha sido un obstáculo para conquistar títulos, pero esta selección exhibió ayer una puntería impropia de sus últimos años.

Ante la República Checa tuvo que salir Piqué al rescate de los delanteros pero frente a Turquía no hizo falta. Álvaro Morata y Nolito, los destinados a marcar la diferencia en los últimos metros a pesar de que se estrenan en un gran torneo, dieron un paso al frente. El madrileño abrió la lata a la media hora con un cabezazo de nueve puro a un gran centro del andaluz, que marcó poco después aprovechando un regalo de Mehmet Topal, que personalizó el desastre defensivo de Turquía, tras un pase de Cesc Fàbregas. De nuevo Morata, nada más reanudarse el encuentro, sentenció embocando una asistencia de Jordi Alba, que recibió en fuera de juego un envío del Iniesta más 'zidanesco'.

Esas tres jugadas sirvieron para batir a una Turquía con una buena puesta en escena pero que se desinfló en cuanto encajó el primer gol. Con sus estrellas Arda Turan -pitado por su afición en la segunda parte- y Calhanoglu desaparecidos sin balón, el conjunto de Fatih Terim se vio desbordado. Tiene infinitamente más talento que la República Checa, pero carece del orden defensivo, la fe y el portero de los que pusieron en serios aprietos a España en el debut.

El plan de Turquía duró media hora, pero en ese tramo pisó campo contrario con frecuencia. El balón fue siempre de España, pero los de Terim, necesitados tras la derrota en su estreno frente a Croacia, exhibían una intensidad muy alta y contragolpeaban con muchos efectivos. De Gea no tuvo que hacer ninguna parada pero una falta lanzada por Calhanoglu dejaba entrever que Turquía iba a dar guerra. Pero en solo eso, en puro entusiasmo durante media hora, se quedó la oposición de los otomanos.

Hasta el gol de Morata mostraba España el mismo criterio que le hace tener el perfume propio del campeón. Del Bosque no hizo ningún cambio en la alineación y la única variante fue la posición de Cesc Fàbregas, uno de los que menos convenció en Toulouse y que anoche partió más cerca del '9' para generar superioridades. Con el catalán dando un problema más a los centrales de Turquía encontró España más soluciones. El catalán inició la primera jugada de peligro, en la que una internada de Jordi Alba acabó en un despeje de Balta al palo ante el desmarque de Morata. En el córner, muy bien puesto por Silva, Piqué no cabeceó limpiamente y mandó el balón por encima del larguero.

El momento de Nolito

El grancanario, que de nuevo partía por la derecha, estaba tocando poco balón así que decidió meterse en el medio para activarse y hacer recular a Turquía hasta su propia área. El ataque de España, fluido, insistió por el costado izquierdo. Así, se enchufó Nolito, que tras un pase de Busquets probó con un tiro desde la frontal que rozó el poste de Babacan. Dos minutos después no acertó a embocar un centro de Juanfran tras una gran aparición de Iniesta.

Con la maquinaria ya engrasada poco tardó España en encontrar el gol. Y fue, cómo no, con una jugada nacida en la banda izquierda. Nolito, libre de marca, puso un centro teledirigido para que Morata, despegado de Topal, cabeceara a la red. El exdefensa del Valencia fue una calamidad y poco después sentenció a su selección con un mal despeje que dejó en los pies de Nolito. El del Celta encontró el premio a su insistencia y embocó con un tiro cruzado.

Tendida la alfombra con el 2-0 en el marcador, España se dio un festín. Comenzó el baile de circulaciones de balón infinitas, de pases de lujo, de sombreros de Iniesta, de aproximaciones de Silva, de desmarques de Jordi Alba y Juanfran. Y en uno de ellos el lateral del Barcelona puso la puntilla. Iniesta vio su internada y con un pase exquisito con el exterior le dejó totalmente solo. Se encontraba en fuera de juego Alba, pero el asistente no lo señaló y el zurdo le regaló el gol a Morata. Con el 3-0 bajó la persiana España, que vuelve a emocionar. A una semana para que lleguen los cruces, la hora de la verdad, la selección saca el rodillo y recupera el brío.