No hace falta afinar mucho el oído para distinguir todo tipo de acentos en la grada del Metropole. El asturiano convive con el sevillano y los vascos se despiden del resto con su famoso agur. Lo llamativo es ver cómo se mezclan en la instalación esos niños que acuden a los cursillos de verano y que están aprendiendo a flotar en la piscina con los nadadores ya talluditos que participan en la competición.
En el graderío, los padres animan a sus hijos y hacen planes para conocer Gran Canaria al finalizar la competición. Unos aconsejan a otros que vayan a visitar la Caldera de Bandama: "Nosotros estuvimos y está muy bien; lo que lleva agua, porque hace muchísimo calor".
Incesantemente entra y sale gente de las instalaciones metropolistas. Los jóvenes, entre tanto, se reencuentran con viejos amigos, esos que se hacen en la competición y a los que ven de cuando en cuando, pero que no se olvidan. Entre serie y serie siempre hay tiempo para ponerse al día y hablar de los exámenes, porque tienen claro que los estudios son igual de importantes que el deporte. Cuando llega el tiempo de reponer fuerzas y aliviar el calor, muchos se juntan en la cantina, tiempos muertos que sirven a los deportistas para despejarse, hacer amigos y selfies para inmortalizar el momento para la posteridad.
Mientras, los entrenadores dan las últimas instrucciones y tienen una queja generalizada, se han cambiado los horarios de todos para que unos cuantos nadadores, los olímpicos, se habitúen a lo que se encontrarán en Brasil.