La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El espíritu olímpico dejó huella

La antorcha ha visitado Gran Canaria dos veces, con motivo de las citas de México 68 y Barcelona 92

El espíritu olímpico dejó huella

El 14 de septiembre de 1968 la antorcha llegó a suelo grancanario sobre la cubierta de la corbeta Princesa en su viaje desde tierras helenas hasta Centroamérica. Ese trayecto buscaba emular la ruta que Cristóbal Colón siguió durante su primer viaje, en 1492. Asimismo, simbolizó la unión de las culturas clásicas del Mediterráneo con las de América.

Un gran número de embarcaciones engalanadas para la ocasión acompañaron la llegada del fuego olímpico a Las Palmas de Gran Canaria, concretamente al muelle Primo de Rivera, donde Alberto Fernández Galar, gobernador civil de Las Palmas de la época, se encargó de dar la bienvenida oficial. El atleta Rafael Pérez Lorenzo fue el encargado de pasear la antorcha por las calles de la capital hasta llegar a la ermita de San Antonio Abad, donde Colón oró antes de iniciar su aventura.

Tras varios relevistas, el nadador Manuel Guerra, primer olímpico grancanario (Londres 1948), prendió el pebetero en presencia de toda la corporación municipal encabezada por el alcalde José Ramírez Bethencourt, quien durante su alocución envió un mensaje de fraternidad al pueblo mejicano. Esta visita de la llama olímpica ha quedado inmortalizada en la capital grancanaria en la Plaza de los Juegos Olímpicos de México en la zona de Altavista, en Ciudad Alta, donde figura un pebetero de piedra recordando aquel hito en la historia de la ciudad.

La Gomera fue el siguiente destino, para desde allí encaminarse a San Salvador, primer sitió al que Colón llegó tras cruzar el Atlántico. En ese lugar se conmemoró el vínculo simbólico de dos eventos: el primer desembarco en América y la primera llegada de la llama olímpica al nuevo mundo.

Casi un cuarto de siglo hubo que esperar para que se repitiera la escena de la llama olímpica arribando a la isla de Gran Canaria. El 14 de julio de 1992, la antorcha desembarcaba de nuevo en el Puerto de la Luz y de Las Palmas. Llegó al Muelle Santa Catalina a bordo del jet foil procedente de Tenerife, escoltado en esta ocasión por varios botes de vela latina, ante la expectación de las miles de personas que se congregaban en la zona portuaria. Fernando León, histórico de la vela canaria, se encargó de portar en primer lugar el fuego. A partir de ahí, tomaron el testigo un elenco importante de figuras de nuestro deporte en las más diversas modalidades: Cipriano Hernández, Roberto Molina, Miguel M. Guedes, Patricia Guerra, Ignacio Urriza, Juan Ramón Marrero, Flavio Alonso, Julio Cabrera, Joaquín Blanco, María Esther Pérez, Rita Pulido, Natalia Pulido, José Mari Ponce, Cristina Pérez, Yolanda Santana y Arturo Lang-Lenton, quienes trasladaron la antorcha por zonas y calles emblemáticas de la capital: El Refugio, Padre Cueto, Las Canteras, Ferreras, Albareda, León y Castillo, Presidente Alvear, Alfonso XIII, Tomás Morales, Bravo Murillo, Primero de Mayo, San Bernardo, Constantino, Triana, Malteses y Obispo Codina.

Si una de las estrellas de la vela se encargó de recoger la llama olímpica a su llegada, otro mito grancanario de este deporte tuvo el honor de hacer el último relevo, desde el Gabinete Literario hasta las Casas Consistoriales en Vegueta para prender, junto al alcalde José Vicente León, el fuego en una Plaza Santa Ana que completó su aforo para asistir a la fiesta que se había organizado.

En este enclave, se dio cita una amplia representación de autoridades y de la sociedad civil. Mencionar la presencia del por aquel entonces alcalde de Barcelona, Pascual Maragall, uno de los grandes impulsores de los primeros y únicos Juegos Olímpicos que se han celebrado en territorio español hasta la actualidad.

En la segunda jornada de la antorcha de los Juegos del año 1992 en Gran Canaria, el fuego olímpico dejó la capital para adentrarse y ser vitoreado a su paso por otros municipios grancanarios. Suso Montesdeoca tomó el fuego olímpico del pebetero en el que había descansado en la plaza de Santa Ana durante la noche. Desde ahí, recorrido por la calle Reyes Católicos, el Polígono de San Cristóbal hasta la Ciudad Deportiva Gran Canaria. En el Martín Freire, el nadador Manuel Guerra, primer olímpico grancanario y que también fue portador en 1968, encendía un nuevo pebetero.

El municipio de Telde fue el siguiente destino de la llama, que luego continuó su periplo por Ingenio, Agüimes, Santa Lucía y San Bartolomé de Tirajana. Durante todo ese trayecto en manos -también en bicicleta- de voluntarios, autoridades y deportistas, miles de personas no quisieron perderse el acontecimiento histórico.

Sobre las cinco de la tarde del miércoles 15 de julio de 1992, la antorcha dejaba la isla de Gran Canaria con destino a Málaga. Su paso por nuestro territorio dejó una huella que aún perdura. En Las Palmas de Gran Canaria. En El Refugio, en la zona del Parque Santa Catalina, permanece una escultura que conmemora este histórico momento del olimpismo en la capital. Se trata de una obra elaborada por Juan Antonio Giraldo, realizada en bronce y de ocho metros de altura.

Plaza de los Olímpicos

Otro de los enclaves de relevancia en la ciudad que guarda una íntima relación con los Juegos lo encontramos en la zona de Las Alcaravaneras. Se trata de la plaza que rinde homenaje a los deportistas olímpicos de Las Palmas. Esta propuesta surgió desde el Real Club Náutico de Gran Canaria, una de la principales factorías de del deporte canario que ha aportado innumerables representantes al mayor acontecimiento deportivo del planeta. Situada junto a la sede de la entidad centenaria, se inauguró en 2001y posteriormente se han ido añadiendo los datos de las posteriores ediciones.

El Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria donó las esculturas de acero donde figuran la edición de los Juegos, el año de celebración, el nombre del deportista, la modalidad y las medallas o diplomas obtenidos en cada caso. Estas esculturas llevan un torso de bronce, diferente en cada una. de las piezas Esta obra fue realizada por el prestigioso arquitecto y escultor Juan Bordes.

Estos son los recuerdos más significativos que ha dejado en la isla de Gran Canaria, cuna de grandes olímpicos, la celebración de un evento que cada cuatro años traspasa claramente las fronteras del ámbito deportivo.

Compartir el artículo

stats