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Reyes del agua de los 60

Los hermanos Julio y Jesús Cabrera Balsa fueron referentes de la natación canaria

Julio Cabrera Balsa junto al monumento a los olímpicos ubicado en los aledaños del Real Club Náutico de Gran Canaria.

Julio y Jesús nacieron en Gran Canaria, el primero en 1942 y su hermano en 1946. Crecieron en el seno de una familia en la que ya había precedentes de deportistas que habían ganado títulos en tenis y natación a nivel nacional. El primer contacto de los hermanos con el deporte que después sería su pasión tiene un origen curioso. Su madre, después de que un hermano suyo se ahogara accidentalmente tras caerse al mar en el Muelle de Tenerife, decidió que sus cinco hijos aprendieran a nadar, a fin de que no se repitiera una experiencia tan traumática.

Julio fue cinco veces consecutivas campeón de España, desde 1958 hasta 1962. Fue elegido también el mejor deportista español juvenil en 1959, y en los dos años siguientes fue finalista de este mismo galardón. La natación le permitió asimismo recorrer mundo y abrir sus horizontes culturales, ya que tuvo la oportunidad de viajar y participar en los cuatro eventos internacionales más relevantes de su categoría durante el tiempo que duró su carrera.

Comenzó a entrenar en la Piscina Julio Navarro, donde se iría fraguando su afición por la natación. "Los entrenamientos eran de lunes a viernes y duraban desde las 07.30 de la mañana hasta el mediodía", recuerda el antiguo deportista olímpico. Después comenzó a entrenar en el Lido, piscina que antes se encontraba en lo que ahora es el parquin de coches municipal. La natación, durante aquellas décadas, era muy diferente a la de ahora y Julio reconoce que con el paso del tiempo esta disciplina ha atravesado unos cambios muy significativos. "No había ni gafas ni gorros. El agua salada nos picaba en los ojos y nuestros padres tenían que ponernos hielo para refrescarlos". También reconoce que el agua estaba fría, entre los 18 y los 19 grados, cosa que resulta chocante si se tienen en cuenta que ahora los nadadores nadan en aguas que no bajan de los 24. "Suponía un sacrificio muy grande", recuerda.

Su primera intervención en un evento internacional fue en los III Juegos Mediterráneos, que tuvieron lugar en Beirut en 1959. El antiguo campeón recuerda con nostalgia la capital libanesa, a la que se refiere como "la pequeña París". La ciudad, que en aquellos momentos era una de las más bellas de la costa mediterránea, quedó dividida y casi completamente destruida por la guerra civil que dio comienzo en 1975 y que asoló el país por algo más de 15 años.

Un año después asistió a la gran cita que conformaban los Juegos Olímpicos de Roma para participar en la modalidad de 100 metros espalda. Roma fue para Julio una apertura al mundo fuera de la realidad española del momento, ya que "España era en aquel entonces un país muy cerrado", en comparación con la mayoría de sus vecinos europeos.

La experiencia de los Juegos Olímpicos le permitió formar parte de un crisol cultural compuesto por 5.338 atletas provenientes de 83 países. El que fue participante en esta edición recuerda con humor el choque que le supuso conocer a los olímpicos rusos, que la propaganda occidental de aquellos años de Guerra Fría caracterizaba siempre como malévolos y malintencionados. "Estaba acostumbrado a los rusos que aparecían en las películas, todos feos, malos y uniformados; pero Roma me cambió completamente el esquema que yo tenía de ellos".

"Hoy en día cualquiera sabe lo que es una olimpiada" dijo en referencia al gran impacto que le causó la experiencia, "no esperaba tanta diferencia de idiomas y culturas". Ahora, gracias a la televisión y al desarrollo de los medios de comunicación en general, es posible asomarse a lugares lejanos y conocer otras culturas sin salir de casa, pero hace sólo unas décadas era muy complicado hacerse una idea de lo grande y variado que es el mundo. Aunque no consiguió medallas, Julio considera un enorme logro el haberse medido con deportistas internacionales de primer nivel, además de tener la oportunidad de conocer en persona a algunos de sus ídolos, como por ejemplo al célebre boxeador americano Cassius Clay, más conocido como Muhammad Alí.

Jesús, cuatro años después

Cuatro años más tarde Jesús repitió la hazaña de su hermano y tuvo la oportunidad de viajar a Japón para participar en los Juegos Olímpicos de Tokio, también acudió en 1968 a la siguiente edición, en México. Recuerda con cariño las vicencias de esta etapa, "fue una experiencia muy bonita, sobre todo los Juegos de Tokio, porque fue la primera, la segunda no me ilusionó tanto". "Pero me fastidiaron en Tokio, porque me quitaron los 100 metros, en aquella época yo era la 2ª marca de Europa y 5ª del mundo", señala. "Me siento muy afortunado por haber podido conocer lugares tan remotos como Japón o México, creo que los seleccionados para las ediciones anteriores no tuvieron tanta suerte porque se organizó en lugares más cercanos". La carrera deportiva de Jesús también fue brillante y ha cosechado logros tan notables como por ejemplo haber sido el primer español en ganar una medalla de oro en unos Juegos Mediterráneos, cosa que hizo en Nápoles en 1963.

Ambos acudieron a las citas olímpicas junto a otras leyendas del deporte canario. Julio coincidió, con los boxeadores Cesáreo Barrera, Eusebio Mesa Monsta y Carmelo García Gancho, además de con los excelentes nadadores como Jose María Cossío, Vicente León, Emilio Díaz Miranda, Heriberto de la Fé y Rita Pulido, que haría historia en Roma siendo la primera mujer canaria en participar en unos Juegos Olímpicos. En Tokio, edición en la que la representación canaria disminuyó un poco y se quedó en cinco participantes, Jesús pudo competir también junto a Rita, que ese año demostró estar en plena forma y mejoró el tiempo que había hecho en Roma en los 100 metros libres durante la eliminatoria. Además de Rita asistió también el nadador Nazario Padrón.

Los compañeros de Jesús durante la Olimpiada de México en 1968 fueron los nadadores Juan F. Martínez, Diego Martell y Arturo Lang Lenton, este último también un gran icono de la natación canaria.

Juntos en Leipzig

Los hermanos coincidieron en el Campeonato Europeo de Natación de Leipzig en 1962. Como en aquellos tiempos la ciudad pertenecía al territorio de la República Democrática Alemana (país satélite de la URSS), ellos y todos los atletas occidentales tuvieron que sacar un pasaporte especial que les permitiera cruzar el Telón de Acero. A partir de este momento Jesús tomó el relevo y poco después conseguiría el título de campeón nacional, "toda la familia de mi madre había sido deportista, así que alcanzar estas metas no me supuso un impacto especial", señala. También coincidieron en Campeonatos de España, en los que los dos hermanos adquirieron sucesivamente el título de campeones.

Julio ha podido ver como evolucionaba la natación con el transcurso de los años, "creo que ahora se trata de una actividad mucho más dura, en mi época no teníamos que hacer dietas y los reconocimientos médicos eran básicos y muy poco frecuentes". En general, en todas las disciplinas deportivas se ha alcanzado un nivel de exigencia que no tiene precedentes si se compara con el que existía hace medio siglo. "En mis tiempos era mucho más fácil compaginar el ocio y las diversiones con la práctica de la natación a un nivel de competición", señala.

La afición del antiguo olímpico por el deporte en el que triunfó continúa, y a sus 74 años sigue practicando la natación tanto en la piscina como en el mar, sólo que esta vez de una forma lúdica y por lo tanto infinitamente más relajada. Además, sigue las actuaciones del Equipo Olímpico Español de Natación, el cual considera que ha mejorado de manera muy notable. "Cuando yo competía las condiciones eran mucho más precarias y carecíamos de patrocinios, subvenciones y ayudas de varias clases; teníamos que pagarnos hasta las vitaminas", indica.

Además de los buenos momentos, ambos hermanos reconocen que tuvieron que aguantar también muchos reveses y sufrimientos. "La natación es de los deportes más duros que hay", comenta Julio, "los entrenamientos y los campeonatos son agotadores pero eso fue bueno en el sentido de que, aparte de ser un excelente ejercicio físico, te prepara también la mente para superar las adversidades que te depara la vida". De modo que durante su carrera como nadador aprendió cosas que no le fueron útiles sólo en el aspecto deportivo sino también valiosas para el desarrollo vital de cualquier persona, "mentalmente hace que te mejores a tí mismo, eso fue lo que me pasó a mí", a este hecho achaca también sus éxitos laborales como la fundación de la tienda Deportes Roma 60, cuyo nombre no fue escogido al azar.

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