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Historias irrepetibles

La vida que no pertenecía a Dora Ratjen

Nació hombre, pero una malformación la obligó a vivir como mujer

La vida que no pertenecía a Dora Ratjen

Dora Ratjen no entendía lo que le sucedía. Se sentía un hombre, su cuerpo respondía como el de un hombre, pero todo el mundo a su alrededor le trataba como si fuese una mujer. Se crió como cualquier otra joven en un ambiente muy pobre en las afueras de Dresde. No eran buenos tiempos para aquella Alemania que vivía los años posteriores a la Primera Guerra Mundial y al Tratado de Versalles que habían conducido al país a una situación realmente delicada tanto en lo económico como en lo social. En el horizonte ya aparecía el nazismo que se aprovecharía en gran medida del ambiente irrespirable del país para instalar su pensamiento único y conducir al mundo a la peor de las barbaries.

En plena adolescencia, en plenas dudas sobre su cuerpo, Dora se refugió en el atletismo -concretamente en el salto de altura-, donde no le costó destacar gracias a la potencia de sus piernas. Había demasiadas preguntas sin respuesta en la vida de Dora. Según crecía su aspecto se masculinizaba de forma más acusada y a su alrededor cada vez más gente sentía dudas sobre su sexo.

Lo mismo le había sucedido a su padre después de su nacimiento. En principio la partera les había anunciado el alumbramiento de un chico y minutos después rectificó. Por ello fue inscrita como Dora Ratjen en el Registro Civil. Años después su padre pidió opinión a un médico del pueblo, que no tomó en consideración las dudas sobre el sexo de su hija.

Con el tiempo se atribuyó a una especie de hermafroditismo sus caracteres masculinos o el hecho de que le saliese bigote y abundante pelo en las piernas o el pecho. Ella se refugiaba cada vez más en sí misma consciente de la curiosidad que despertaba entre todos los que la veían a diario.

Contaron años después sus compañeras de entrenamiento que nunca llegaron a verla desnuda en un vestuario o en la residencia de atletas, pese a que sentían una evidente curiosidad.

A Dora no le costó entrar en el equipo olímpico alemán que preparaba los Juegos de Berlín en 1936, la cita que Hitler preparaba con pasión como gran escaparate de su ideología. Los nazis habían limpiado del equipo a todos los deportistas de origen judío y eso también había afectado al salto de altura. Ratjen estuvo en los Juegos que encumbraron a Jesse Owens. Logró el cuarto puesto en altura gracias a un salto de 1.58 y a punto estuvo de subir al podio.

Comenzaba a ser algo parecido a una estrella del deporte. Y mucho después, en 1938, cuando en el Campeonato de Europa de Viena conquistase la medalla de oro con un salto de 1.70 que en aquel momento suponía igualar el récord del mundo de la disciplina. Poco después se produjo un suceso que marcó su vida.

Viajaba en un tren por Alemania cuando un revisor que no la conocía de nada llamó a la policía porque había visto en uno de los vagones "a un hombre vestido como si fuese una mujer". Fue arrestada y obligada a someterse a un estudio médico que dictaminó que biológicamente era un hombre y que sufría de nacimiento una malformación en los genitales que fue lo que hizo dudar a la partera y a quienes la criaron.

Se la acusó de haber traicionado al Tercer Reich y de inmediato le arrebataron todos sus logros deportivos y los premios que le habían supuesto. Para la joven supuso una pequeña liberación después de años sometida a una terrible presión. Lo dijo en la declaración policial: "Nunca entendí por qué me criaron como mujer y por qué me vestían como una mujer. Terminé por aceptarlo".

Solución judicial

La situación no tenía muy buen aspecto para ella. En 1939 los nazis no eran precisamente un ejemplo de tolerancia. A los diferentes se les enviaba directamente al campo de concentración más próximo. Pero tuvo suerte.

El Tribunal que vio su caso decidió que a partir de ese momento comenzase a vivir como un hombre y que se cambiase de nombre. Fue su padre el que eligió que en ese momento naciese Hermann Ratjen.

Del nuevo súbdito alemán se supo muy poco a partir de ese momento. Dejó de competir y todo fueron rumores sobre lo que le deparó la vida a raíz de aquel juicio. Hubo incluso quien le situó en la Segunda Guerra Mundial.

Nada hay seguro. Sólo que murió no hace demasiados años y que su cuerpo está en el cementerio de Bremen. Su historia sirvió también como argumento contra el nazismo. En los años sesenta se aseguró que ella formaba parte de un ambicioso programa puesto en marcha por las autoridades deportivas alemanas para arrasar en casi todas las disciplinas deportivas y que, entre otras cosas, habían puesto a hombres a competir con mujeres. Según está teoría, difundida desde Inglaterra, Dora/Hermann Ratjen era un miembro más de esta operación.

Nadie pudo probarlo y en la extensa documentación que se tiene de aquellos años jamás se encontró nada semejante. Ratjen tuvo la desgracia de nacer con una malformación que condicionó para siempre. Le tocó vivir durante veinte años una vida que no le pertenecía.

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