Por méritos propios, por corazón y por agallas ha sido uno de los grandes protagonistas de estos Juegos de Río de Janeiro. Responde al nombre de Samuel Carmona Heredia (Las Palmas de Gran Canaria, 1996) y a sus veinte años se plantó -lleno de desparpajo y determinación- en unos cuartos de final del cuadro olímpico masculino. En el peso minimosca demostró sin complejos que es un auténtico guerrero. El Patriarca, que así le llaman, confiaba en ganar al colombiano Martínez y lograr sus dos objetivos. "Quiero una medalla y comprarle una casa a mi madre". No pudo ser pero su orgullo sigue intacto. Suyo es el mérito de haber reconciliado a todo un país con el boxeo y de haber conquistado a miles de aficionados que ayer le siguieron por televisión.

¿Cómo le deja el resultado del combate?

El boxeo es deporte. A veces se gana y a veces se pierde, y hay que aceptar la decisión de los jueces. Pero estoy superorgulloso del trabajo que he hecho desde el primer día y del enorme apoyo que he recibido por parte de todos: técnicos, familia, amigos... Me gustaría agradecer su cariño a todos los que han estado pendientes de mí. Desde el primer día hasta ahora.

El combate de la segunda ronda tuvo una audiencia millonaria por televisión. Y todo un país ha estado atento a su actuación con Martínez. ¿Qué siente al sentirse tan seguido y alentado desde España?

Ya era hora de que la televisión se acordase de nosotros y pusiera boxeo otra vez. Ponen fútbol, baloncesto, deportes de agua... pero pocas veces han puesto combates en directo en los últimos años y me alegro de que se hayan podido ver los dos últimos combates míos, el de octavos y el de cuartos. Hay que apostar también por nosotros, por el boxeo, que es un deporte como los demás.

Como el que ganó usted al irlandés Barnes, fue el de cuartos un combate muy parejo. ¿Hasta qué punto cree que se quedó cerca de conquistar la victoria?

Nos hemos quedado ahí. El combate ha sido muy igualado desde el principio hasta el final, y creo que los jueces han barrido para Colombia. Es así.

Encima del ring, ¿se vio con opciones de ganar y colgarse una medalla?

La verdad es que podía haber pasar cualquier cosa. He competido bien, me he sentido orgulloso de lo que he hecho encima del cuadrilátero y pienso que la derrota me hará mayor.

Decía su entrenador que, pese a su poca experiencia y escaso rodaje, podía haber dado la campanada aquí.

Tenía muchas posibilidades, pero no ha podido ser. Ahora bien, me siento contento del papel que he realizado en estos Juegos Olímpicos, de ser canario, español y haber representado a todo un país en un acontecimiento tan importante.

¿Qué papel ha tenido Lozano, medallista dos veces, en esta eclosión de Samuel Carmona tan inesperada en unos Juegos Olímpicos?

Se lo debo todo, todo. Él apostó por mí y me sacó del anonimato. Me dijo que podía llegar. Y me transmitió un único mensaje: el título mundial te cambia el estado de ánimo pero la medalla olímpica te cambia la vida. La hemos peleado y no ha podido ser, pero nos vamos contentos. Lo he dado todo, de verdad.

¿Qué le dice a los aficionados que le han seguido?

Que me siento agradecido de los minutos de atención que me han prestado desde España y especialmente de las Islas.