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Greg, uno de los nuestros

Joaquín Costa, Pepe Moriana, Joan Pera, Laura Taisma y Gustavo García, del entorno de Stewart, se reúnen y destacan su eterna sonrisa

Laura Taisma, Pepe Moriana, Gustavo García, Joaquín Costa y Joan Pera, en el CID. QUIQUE CURBELO

En los malos momentos se suele decir que es cuando uno conoce a quienes le aprecian verdaderamente. Pues en estos días duros que vive Greg Stewart, hospitalizado en Miami desde finales de julio después del infarto que sufrió jugando al basket y del traumatismo craneal producido por su posterior caída, se habrá dado cuenta de la legión de amigos que tiene en la Isla. El jugador que encandiló en las pistas de juego y fuera de ellas por su carisma y personalidad ha encontrado la justa respuesta de todas esas personas que ha conocido en Gran Canaria. Todos esperan que el Centro Insular de Deportes se llene hoy en el choque que mide a su Gran Canaria con el Ratiopharm Ulm alemán para recaudar fondos que le ayuden a los costosos gastos clínicos. En este reportaje profundizamos en el legado que ha dejado Greg entre presidentes, técnicos, compañeros, amigos y familiares.

Pepe Moriana, uno de los impulsores del hoy conocido como CB Gran Canaria, tuvo mucha culpa en la llegada de Greg Stewart a la disciplina del club en 1986. Con él en la presidencia, un galáctico de la época llegaba a un equipo que por aquel entonces militaba en la segunda categoría del baloncesto español. A partir de ahí, se forjó una amistad que perdura.

"Podríamos decir que fue el primer americano que se hizo canarión", manifiesta el alma máter de aquel Claret, quien recalca que es una persona cercana y familiar: "Si en la pista demostraba una técnica depurada, fuera de ella era extraordinario, un hombre muy humano".

A la hora de definirlo como jugador, Moriana apunta que "no se trataba de un pívot natural". "No tenía la altura para definirlo como un center nato. Pero se sacrificaba mucho y hacía un gran esfuerzo por el equipo para actuar en esa posición. Tenía los conceptos claros; y los que no, los suplía con mucha voluntad. Cuando él faltaba, el equipo lo notaba muchísimo", expone.

El expresidente del Granca explica que la primera vez que Greg Stewart aterrizó en la Isla lo llevaron a cenar a Casa Nicolás. Cuando le preguntaron qué quería comer, "con un acento muy simpático", contestó: "Jamón de dedo negro". Rememora que él y el ya desaparecido Lange, histórico delegado del equipo, le dijeron: "Tú a partir de ahora no eres Greg, eres Gregorio". También, en tono jocoso, recuerda que hablándole de que era un hombre de color, Stewart respondió "yo no soy de color, soy negro".

"Es un tío simpático, muy simpático. Siempre tenía una sonrisa en la boca, hasta cuando le llamabas la atención", apostilla. Habla de las cosas de Greg: "Recuerdo que cuando ya habíamos citado a la prensa para presentarle, él va y pierde el avión, o cuando nos dijo que no teníamos que haberle fichado a él si buscábamos un pívot. Así es Gregorio, un buen tío", cuenta.

Si Moriana tuvo un papel muy relevante en el fichaje del jugador del Bronx por el Granca, también resultó clave en su aterrizaje en el club quien, por aquel entonces, llevaba las riendas técnicas, Joaquín Costa. Así explica cómo se abordó su fichaje: "Terminó la temporada y me desplacé hasta su casa en Badalona, justo cuando se marchaba a Estados Unidos de vacaciones, incluso le ayudé a bajar las maletas. Allí mismo le trasladé nuestra oferta. Me comentó que se lo pensaría. Estuvimos charlando durante el verano, y cuando parecía que la cosa se enfriaba, un día me llamó para decirme que aceptaba. Se trataba de una incorporación impensable para todo el mundo, porque pasaba de un Joventut muy potente en la máxima categoría a jugar con nosotros en Primera B", detalla.

A la hora de resaltar sus características como jugador, Costa cree que se erigió en uno de los pioneros de los pívots modernos, "de los que empezaban a tirar de tres", destacando también sus grandes cualidades "tanto defensivas como ofensivas".

Reconoce que él y Greg vivieron en aquella época una "relación muy intensa". "Hacía de nexo entre el técnico y el vestuario. Podemos decir que era el solucionador de problemas", explica. A pesar de su forma de ser, su exentrenador considera que no era difícil de llevar: "Eso sí, había que incentivarlo para trabajar, era cómodo. Tenía muchos problemas con el peso. Todos los lunes lo controlábamos, y si se pasaba, lo multábamos. Entonces, sabiendo esto, los dos últimos días estaba sin comer; luego devoraba".

Junto a Stewart, Joaquín Costa vivió situaciones de película: "Una vez se lesionó del tendón de Aquiles y nos estaba dando largas para volver. Viajé a Estados Unidos para comprobar si realmente aún estaba lesionado. Lo estaba, pero también tenía problemas con un primo que unas bandas lo estaban buscando para matarlo y quería sacarlo de Nueva York. Nos quedamos los tres una noche en un motel cerca del aeropuerto y su primo durmió con una pistola debajo de la almohada. No pegué ojo y por la mañana temprano desperté a Greg para irnos a coger el avión. Me dice 'Joaquín, déjame dormir'. Finalmente, su primo terminó cogiendo un vuelo para Atlanta", continúa.

No es la única historia con arma de fuego de por medio que vivieron juntos. "Una vez iba con él en el coche por el Bronx de copiloto, y de pronto se subió otro tipo detrás y sacó una pistola. Greg le dijo: 'tranquilo es mi coach -entrenador-", añade.

Otro de los técnicos que convivió con Stewart en su etapa en el Gran Canaria fue Manolo Hussein, que en aquella época actuaba de entrenador ayudante. El grancanario califica a nuestro protagonista como un jugador "muy versátil" y no duda en catalogarlo como "uno de los mejores extranjeros que ha pasado por la liga española, jugaba bien al poste bajo, reboteaba, pasaba bien y tenía un buen tiro. Sin duda, marcó una época. Tenía muchos recursos y dominaba todas las facetas".

En lo personal, Hussein lo califica como una persona noble, agradable, cercana y simpática: "Realmente no tenía malicia, ni dentro ni fuera de la cancha. Se trata de una persona humilde y muy honesta; Greg es lo que ves..."., explica.

Cómo no, también tiene una anécdota que contar: "Durante algunos viajes, estaba leyendo un libro que tenía 700 o 800 páginas. Era de intriga, de esos que hasta la última página no sabes quién es el malo. Durante tres o cuatro viajes decía lo interesante que estaba el libro y quería llegar al final para ver el desenlace. Cuando le faltaban dos o tres capítulos, alguien del equipo le arrancó la última hoja, donde se desvelaba todo. Cuando se dio cuenta en el avión, juró en hebreo".

Y del cuadro técnico, a dos de sus excompañeros en el equipo, Berdi Pérez y Joan Pera, actualmente director deportivo y delegado del Herbalife Gran Canaria, respectivamente. El primero de ellos ya pertenecía a la plantilla cuando llegó el del Bronx y el segundo fichó en la misma temporada que el norteamericano. Ambos vuelven a incidir, como los anteriores, en el carácter entrañable de Stewart. Y como jugador los parabienes también se multiplican.

Pérez recalca que, hoy en día, cualquier equipo busca esa polivalencia que ya exhibía Stewart hace treinta años. "Fue un adelantado a lo que hoy se considera baloncesto total. Un jugador con talento, de los mejores en la liga", recuerda el exbase de aquel equipo, para señalar que "gracias a jugadores como él, este club ha podido crecer hasta los niveles de hoy en día". Mientras, Pera no se corta al considerarle como "de los mejores americanos que han pasado por la liga española". "Cuando llegué a la Isla y me dijeron que lo habían fichado, no lo creía. Técnicamente era muy bueno, destacaba en todas las facetas, Además, cuando físicamente bajaba, sabía buscarse su hueco en la zona metiendo el trasero", comentaba jocosamente el ahora delegado del Herbalife.

Invencible en 'basket' callejero

Cuando dejó el deporte profesional, Greg Stewart se convirtió en un asiduo de las canchas callejeras, del baloncesto conocido como playground. Ahí se forjó la amistad del norteamericano con Gustavo García, quien no se creía aquel momento cuando se encontró con él en las pistas de Alcaravaneras.

Resalta que es una leyenda del baloncesto "cercana y amable", y que en esta modalidad también seguía imponiendo su calidad: "No perdía ningún partido; éramos todos contra él, se convertía en el centro de atención. Para no abusar, jugaba por fuera y empezaba a clavar triples. Se le echa de menos en las canchas y también en el Parque Santa Catalina jugando al ajedrez, otra de sus pasiones". Recuerda que el carisma de Greg le libró, incluso, de pagar una multa: "Le iban a poner una, pero cuando sacó sus más de dos metros del coche y los policías lo reconocieron se pusieron a bromear con él; finalmente, la multa quedó en el olvido", recuerda.

No solo en la parte deportiva ha dejado su impronta Stewart. Su carácter, su bondad y otras tantas cualidades humanas que le adornan han cautivado a las personas de su ámbito familiar. Laura Taisma, expareja de Greg y una de las personas que más se han implicado para ayudarle en estos malos momento sobrevenidos por culpa de una enfermedad, lo consideraba "más amigo que pareja" en el tiempo que duró su relación personal.

"Es una persona divertida. Me acuerdo que cuando llegaba a casa algunas veces se ponía a perseguirnos a los niños y a mí con su camiseta y con los calcetines sudados para tirárnoslos. Se trata de una persona muy carismática", apunta.

Laura Taisma considera que "es tan buena persona" que a veces la que por aquel entonces era su suegra "no podía enfadarse con él" aunque no le faltaran ganas. "Era feliz con poco. En mi opinión, cuando jugaba profesionalmente al baloncesto, debería haber sido un poco más egoísta", opina.

No oculta que a Greg Stewart "le gustaba y le divertía salir". Rememora aquellas escapadas a los carnavales de Las Palmas de Gran Canaria. "Se convertía en la estrella de los chiringuitos, aunque nunca llegó a disfrazarse. La gente se metía de buen rollo con él. Puedo decir que nunca lo he visto enfadado con nadie, ni en esas ni en otras circunstancias", sentencia la que fuera su pareja.

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