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Opinión

Una cita distinta a las demás

La atención del mundo del golf estará centrada durante las próximas fechas en un clásico diferente a los demás. Aquí no se juega por dinero. Lo que priva va desde el honor a participar, primero, y luego a conquistar una siempre soñada supremacía continental.

Como siempre, en la Ryder Cup se juega competición en individuales y por parejas, lo que otorga un valor añadido al torneo que, entre otras cosas, rompe los pronósticos -que los hay- avant match.

Por eso, y porque en esta copa han caído en muchas ocasiones hasta los más grandes jugadores de ambas formaciones, quien esto escribe no pasa de ofrecer algunas referencias y nombres de tiempos pasados. Eso sí, haciéndolo a titulo orientativo, a fin de que los aficionados disfruten de cuanto sucedió tiempo atrás.

Abundando sobre el particular, debo decir -desde la perspectiva del viejo continente- que Europa apuesta por seis jugadores veteranos y otros tantos con una sólida juventud, como sería el caso del jugador grancanario Rafael Cabrera Bello. Con la significación que nuestro representante hace su debú en esta cita y que con anterioridad ha dado tantas satisfacciones en la gran mayoría de los torneos abiertos donde ha participado.

Vistas así las cosas, sucede por parte de la otra formación que el equipo made in USA concurre con una formación donde priva el oficio y veteranía de muchos de sus componentes. Y todo ello con un Phil Mickelson que los lidera con sus cuarenta y seis años sobre su corpachón y buen talante; pero no es menos cier- to también que Europa lo hace con otro veterano como es Lee Westwood, que al día de hoy tiene un registro de nueve participaciones.

En esta nueva cita de la Ryder, que como todas las anteriores estarán llenas de emociones y buen juego, sólo falta por saber si el público puede o no ser un factor determinante. Los USA andan con ganas de revancha frente a una Europa que en muchas ocasiones rompió los vaticinios de sus pronosticadores, con la particularidad que antes de llegar Severiano Ballesteros se movían a sus particulares antojos.

Pero eso no es todo. Si la veteranía y el público -como comentan algunos críticos norteamricanos- juega a favor de los locales, no es menos cierto también -visto desde aquí- que la presión ambiental puede jugarles en su contra. No es ni será la última vez que las leyes del golf dictan sentencias inesperadas para cualquiera de los golfistas porque -como bien saben ellos- las condiciones de los greens y de los bunkers juegan sus cartas, como igual ocurre con los factores medioambientales. Dicho pues queda: no conviene, a priori, hablar de resultados.

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