El Campeonato del Mundo individual vive un momento crucial. Hoy, en Nueva York, se disputa en medio de una gran expectación la séptima partida entre el jugador noruego Magnus Carlsen, el campeón, y el ruso Sergey Karjakin, el aspirante. Este duelo llega igualado a su ecuador tras las últimas tablas.

La ventaja psicológica del soviético en la primera mitad del match pone nervioso al poseedor de la corona mundialista. Objetivamente, éste ha llevado la iniciativa hasta ahora, con clara ventaja en las tan comentadas y analizadas partidas tercera y cuarta, en las que pudo haber ganado.

Pero no es menos cierto que la respuesta que le está dando su adversario, el chico de Putin como alguien lo ha definido, es admirable, impresionante. Hasta el punto de que el gran maestro Miguel Illescas, ocho veces campeón de España, ha dicho que si el ajedrez sólo fuera defensa, Karjakin sería indiscutible número uno.

Los expertos, a la hora de globalizar lo sucedido en las seis partidas disputadas, coinciden en que la ventaja psicológica y estratégica del ruso es evidente hasta el momento. Así se ha podido comprobar en las ruedas de prensa que siguen a cada duelo. Carlsen, muy serio, visiblemente contrariado, nervioso y a veces abrupto; y Karjakin, afable y metiéndose al público norteamericano en el bolsillo con su eterna sonrisa.

El momento clave de este match se vivió en la quinta partida. En ella, el campeón, con blancas, cometió un grave error al límite del primer control que le obligó a hincar codos y salvar una situación muy peligrosa; logró superarla porque el aspirante no acertó en la continuación.

El detalle de aperturas y número de jugadas que se han dado en las seis partidas celebradas nos dice que la apertura española o Ruy López la han desarrollado con distintas variantes en las partidas segunda, tercera, cuarta y sexta; la italiana; en la quinta; y la conocida como ataque Tromposky, en la inicial.

El número de jugadas empleadas en las tercera, cuarta y quinta partidas fue de, respectivamente, 78, ¡94! y 51 con 18 horas de tiempo. La partida de menos duración fue la última, la sexta, con sólo hora y media de lucha y 30 jugadas. Pero en realidad, según Illescas, el poco tiempo empleado es una impresión engañosa porque, aunque breve, si se profundiza resulta muy intensa en lo teórico.