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Un quinteto de ocho en el Madrid

La actuación sibilina de los colegiados desquicia al Granca en momentos trascendentes del encuentro

Casimiro y Oliver protestan a uno de los colegiados. QUIQUE CURBELO

No es que la actuación de Benjamín Jiménez, Luis Miguel Castillo y Juan de Dios Oyón, los árbitros designados para dirigir el encuentro entre el Herbalife Gran Canaria y el Real Madrid, sirva de excusa para justificar la derrota del conjunto amarillo, pero sí ayuda. Utilizaron distinta vara de medir según el equipo, lo que ayudó a desquiciar a los jugadores de la escuadra grancanaria en momentos importantes del duelo.

Y no únicamente a los protagonistas que los sufrían en el parqué, sino a los más de 8.500 aficionados que se dieron cita en el Arena. En la corta historia del coliseo de Siete Palmas, en muy pocas ocasiones se había visto una bronca tan descomunal de los hinchas dirigida hacia los colegiados.

Parecía que el conjunto madrileño, un grande de Europa y líder actual de la Liga Endesa, tenía manga ancha a la hora de defender. Un dato refleja este aspecto en las estadísticas. Los jugadores del cuadro blanco se fueron ayer hasta la línea de tiros libres en 25 ocasiones -acertaron 18 veces, un 72%-, mientras que los del equipo amarillo lo hicieron únicamente en ocho oportunidades -encestaron todas sus opciones, 100%-.

Además, en el casillero de faltas, el Herbalife sumó diez más que el Real Madrid, otro dato que atestigua las diferencias a la hora de medir las acciones defensivas de uno y otro sobre el parqué del Gran Canaria Arena. Estos guarismos demuestran bien a las claras que la actuación de Benjamín Jiménez, Luis Miguel Castillo y Juan de Dios Oyón "ha podido incidir en el resultado y en cierta manera ser determinante", según las palabras del propio técnico del cuadro grancanario tras el choque de ayer.

Pero esa diferencia de criterio no queda reflejado solo en lo estadístico, donde también podríamos mencionar que la única técnica señalada se la llevó Pablo Aguilar y que el único eliminado por alcanzar el cupo de cinco faltas también fue del bando amarillo -Báez-, hubo acciones que rozaron el esperpento. Un ejemplo es un saque de banda del Real Madrid que tenía como destinatario Sergio Llull. Éste, presionado por Albert Oliver, no logró interceptar el pase y el balón se marchó hacia el campo madridista. Cuando el base blanco cogía la pelota, todo el pabellón daba por hecho que esa acción iba a ser señalada como campo atrás, menos los árbitros, que consideraron que fue el jugador del Granca quien había rozado la pelota.

Aunque el estamento arbitral se esfuerce en afirmar que a todos los clubes, sea cual sea su condición, se les mide por el mismo rasero, arbitrajes como el de ayer demuestran que continúan existiendo clases y clases. El equipo grande salió beneficiado, y eso que se medía a un rival que con el paso de los años ha ido subiendo peldaños en el escalafón.

Pero el Herbalife Gran Canaria, a pesar de ese salto de calidad y prestigio en la competición, es todavía un recién llegado a la clase noble de la Liga Endesa. Aún no tiene ese caché entre los colegiados, sobre todo cuando le toca enfrentarse con la creme de la creme del baloncesto español. Un tema que el colectivo arbitral debe hacerse mirar, porque si no esa sombra seguirá planeando sobre él.

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