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Fútbol sala Primera División

La reinvención de Juanillo

El máximo goleador del Gran Canaria cambió el césped por el parqué hace solo cinco cursos, a los 29 años, tras una vida en el fútbol modesto

La transición que ha hecho Juan Bolaños Domínguez no es tan extraña. Su caso no es único; comienza a dar patadas al balón en campos de fútbol once y acaba siendo referente sobre el parqué. No, no es un caso único, pero sí que tienes matices que lo hacen ser extraordinario. Porque Juan Francisco Bolaños Domínguez, 'Juanillo', firmó su primera ficha en un equipo de fútbol sala a los 29 años. Ahora, cinco temporadas después y con 33 primaveras es el referente ofensivo del Gran Canaria Fútbol Sala, que pasa por un buen momento en este curso.

"Si soy sincero, no esperaba que me fuera a adaptar tan bien y que llegara a disfrutar tanto. Pensaba que me iba a costar más aún", explica Juanillo, máximo goleador del equipo de Suso Méndez con seis tantos en lo que va de temporada en Primera División. Su historia antes de llegar a lo que es hoy está marcada por el sacrificio y la ilusión. Un par de elementos que nunca ha perdido en su larga travesía por el fútbol modesto, por los centenares de campos de césped de Preferente, Tercera División y Segunda B en los que ha paseado su zurda eléctrica. "La gente me lo decía, que por qué no lo dejaba, pero es que amo tanto la pelota que eso supera todos los momentos bajos y desengaños que me he llevado, que han sido muchos. La pelota me alivia", comenta.

El origen de ese idilio con el cuero está en su barrio natal, La Montaña, en el municipio de Gáldar. En Cañada Honda, campo labrado en plena piedra, con los vestuarios excarvados en cuevas y el picón en el terreno de juego, fue donde Juan Bolaños empezó a ser Juanillo. "Chanito Tacoronte [entrenador de base mítico del municipio, que da nombre ahora el recinto deportivo] me cogió en el Galdense a los seis años. Tengo un recuerdo muy bueno de esa etapa. Me enseñó valores de verdad. Ponía dinero se su bolsillo para ir en taxi a entrenar, ya que padecía un problema de movilidad. Muchos chiquillos éramos muy humildes y él conseguía botas, equipajes y lo que fuera", rememora.

De verde... y de amarillo

Como el pez grande se come al pez chico, Juanillo dio el salto a la UD Gáldar, ya en categoría infantil. Y de nuevo, la historia se repitió: el pez gigante se comió al grande y Juanillo acabó en las categorías inferiores de la UD Las Palmas. Una época donde Germán Dévora, hoy presidente de honor de la entidad, era el máximo responsable de la cantera amarilla.

Allí coincidiría con futbolistas como Carmelo, de su quinta, y otros de la talla de Momo, Nauzet Alemán, Adrián Martín o Jotha. "Fueron cinco años muy bonitos. De esa etapa me quedo con la calidad de David González, con el que llegué a jugar en Tercera División en Las Palmas Atlético y con Mandi, un chico de Bañaderos que era un excelente compañero", recuerda el galdense.

A Juanillo se le presentó entonces su primera gran oportunidad. Ya como regional y tras cambios en la UD en materia de cantera -salió Germán y llegó Tonono como máximo responsable-, se ganó una prueba en el Atlético de Madrid. "Estuve tres semanas con ellos. Lo normal era estar una. Al final apareció por allí Toni Muñoz [jefe de cantera de los madrileños, después director deportivo del Atlético y Getafe] y me dijo que no me quería", apunta.

El primer revés lo solventó volviendo a casa. La UD Gáldar le abrió las puertas en Tercera División en 2005. Un curso y primera gran aventura fuera de Canarias. "A través de un amigo fiché en el Castellón, que estaba en Segunda B. Tenía ficha del filial, pero estaba en la dinámica del primer equipo. Fue difícil porque dejé atrás a mi novia, a mi familia y estar lejos se lleva regular, pero fue un gran año", resume.

Tan buena fue la temporada que el Castellón subió a Segunda División y su filial, de Preferente a Tercera División. Era un doble ascenso. El fútbol profesional estaba a sus puertas. Juanillo viajó ese verano hasta Castellón para renovar su contrato con el cuadro blanquinegro. Allí Fernando, mítico exfutbolsita del Valencia y director deportivo de la entidad castellonense, esperaba al galdense. Pero las cosas no fueron como pensaban. "Me sentí engañado. Habíamos llegado a un acuerdo que después no se correspondía. No era la misma persona que soy ahora, así que me calenté y me vine", apunta. Otro revés en su carrera.

Un fiasco con representantes "piratas" y más problemas de por medio. Volvió a casa, a los brazos de Félix Oramas en el Gáldar, para un año después volver a la Península. Tres temporadas pasó en el Hellín con Eloy Jiménez, ex de la UD en el banquillo, con el que había compartido vestuario en Castellón. La historia se repitió y volvió a Gran Canaria. De nuevo el Gáldar y el Teror antes de entrar en el año que cambió su vida. "Me trataron muy bien las temporadas que estuve en Teror con Sixto Alfonso, se portaron de lujo", indica.

Fue en un torneo de fútbol sala veraniego en Gáldar, en el que siempre brillaba, donde Antonio Suárez, segundo entrenador del Gran Canaria Fútbol Sala, convenció a Juanillo para que fuera a probar. "Suso Méndez [entrenador del club] lo había intentado desde que era más joven, pero yo nunca me interesé. Al final, me convencieron y tiré para adelante", añade. Eso fue en 2012. Pasó un año en el Tecnasa -equipo filial- y desde entonces forma parte del máximo representante de este deporte en el Archipiélago.

Esta campaña es la quinta de Juanillo en el parqué. "Al final, a los dos deportes les une lo mismo, que es el balón", explica. Con siete puntos en su casillero, gracias a dos victorias y un empate, el equipo de Suso Méndez se sitúa en la décima posición de la tabla. En el último partido, tres goles del futbolista norteño le valieron al Gran Canaria Fútbol Sala para sumar su segunda victoria en la liga ante el Cartagena. "La verdad es que nos está yendo mucho mejor de lo que pensábamos. Hemos sacado puntos contra rivales difíciles y el equipo está compitiendo bien, dando la cara en cada partido", reconoce. Por ahora, ya se ha besado las muñecas seis veces. "Ahí tengo los nombres de mis hijos Enzo y Tristan tatuados. Cuando marco un gol es para ellos", explica. Ahora espera que estén más por llegar, pero sobre todo anhela que su equipo siga sumando puntos. Es la reinvención de Juanillo.

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