La Cicloturista 2016 ya está en marcha, siete días de cicloturismo del más alto nivel, y arrancó a lo grande, con la celebración de la tercera edición del Desafío Gran Canaria La Titánica, una prueba que a pesar de su corta existencia se está convirtiendo en un referente cicloturista no solo a nivel nacional, sino internacional. Una prueba no muy larga, 118 kilómetros, pero con un desnivel acumulado de casi 3.000 metros, por carreteras endiabladamente retorcidas y espectaculares, de subidas interminables, que confieren a la prueba una dureza extrema y un encanto especial.

La mañana se presentaba agradable, aunque con nubes negras amenazantes en el horizonte. Por fortuna para los cicloturistas Gran Canaria fue fiel a su lema de Paraíso del cicloturismo y el sol se apoderó de todo el recorrido.

108 valientes se atrevían a afrontar este reto, que se celebró bajo la modalidad Libre, es decir, cada corredor disputó la prueba con sus propios medios, no obstante, la organización dispuso de un coche abre carrera, coches de apoyo y un vehículo de coche escoba, y a lo largo del recorrido situó varios puestos de avituallamiento.

Casi nada más salir y sin tiempo para calentar los cicloturistas se encontraron con la primera dificultad montañosa, la doble subida primero al Ato de Mogán y sin solución de continuidad la ascensión hasta el Mirador de La Aldea. Aquí, el grupo quedaba hecho añicos. La carretera empezaba a dictar sentencia y en virtud de ritmos semejantes se formaron numerosos grupos.

El primero en alcanzar la meta fue Aitor Kintana, vencedor en 2 ocasiones de la Quebrantahuesos, que paró el crono en 3 horas 24 minutos 40 segundos, seguido de Nathan Corindon, cuarto en la escalada al Pico de Las Nieves del año pasado, a tan solo 4 segundos y a continuación Néstor Rodríguez del Free Motion Cannondale, repitiendo el puesto del año pasado, a 21 segundos.

La primera fémina fue Esther Hernández, con un tiempo de 5 horas 7 minutos 40 segundos. A continuación llegaba la jovencísima Eli Escursell.

Lo más difícil ya estaba superado, desde aquí solo restaba un descenso casi infinito de 30 kilómetros, que los cicloturistas disfrutaron en toda su intensidad.