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Historias irrepetibles

Atleta, soldado y patriota

El polaco Janusz Kusocinski puso fin en los Juegos de 1932 al dominio de los finlandeses, que llevaban cuatro oros seguidos, en los 10.000 metros y acabó fusilado por la Gestapo

Kusocinski, durante una carrera. LP / DLP

Kusocinski era fuerte, cargado de hombros y su postura corriendo estaba muy lejos de la elegancia propuesta por los académicos. Tuvo un pequeño devaneo con el fútbol, pero no tardó en abandonarlo porque prefirió dedicarse a un deporte en el que el éxito y el fracaso dependiesen únicamente de su esfuerzo. Una señal del sacrificio al que estaba dispuesto con tal de triunfar, aunque sufrió algún revés serio como la no clasificación para los Juegos Olímpicos de Amberes.

Ya acumulaba victorias de prestigio en Polonia. Sin embargo, su preparación no fue suficiente para lograr uno de los billetes para la gran cita del deporte mundial, pero entonces tomó la mejor de sus decisiones. Unió sus pasos al entrenador estonio Alexander Kiumberga y todo cambió para él. El técnico era un fiel seguidor de los métodos de trabajo a base de intervalos que empezaban a poner de moda los atletas nórdicos, dueños indiscutibles de las pruebas de fondo.

Kiumberga apretó a Kusocinski y lo convirtió en un atleta capaz de desenvolverse de maravilla en un abanico muy amplio de pruebas. Kusy, el apodo por el que se le conocía desde pequeño en Varsovia, conquistó desde 1928 más de veinte títulos de campeón nacional que iban desde los 800 metros hasta los 10.000 metros. Un ejemplo de su capacidad de moverse a diferentes ritmos y que Kiumberga esperaba que fuese determinante en los Juegos de Los Ángeles en 1932. De hecho, el entrenador estonio decidió por sorpresa que Kusocinski compitiese en los 10.000 metros cuando todo el mundo apostaba por su presencia en una disciplina más corta.

Los diez kilómetros eran patrimonio de los finlandeses, a quienes nunca se les había escapado el oro olímpico en esa distancia (Kolehmain en 1912; Nurmí en 1920; Rhola en 1924 y Nurmi otra vez en 1928) y el polaco había brillado esa temporada en pruebas como los 3.000 metros, en la que había batido el récord mundial. "Tú acabaras con ellos", le dijo Kiumberga sobre su duelo contra los nórdicos. Y Kusy aceptó sin rechistar el plan de su técnico. En California, le benefició la ausencia de Nurmi -sancionado por recibir ayuda económica poco antes de la cita, algo prohibido por el reglamento- pero en la pista del Coliseo de Las Ángeles le esperaban los finlandeses Iso-Hollo y Virtanen, grandes favoritos y rivales de ca tegoría. Pero Kusocinski demostró que la idea de Kiumberga era genial, que si era capaz de aguantar con ellos durante el grueso de la prueba acabaría por reventarles gracias a la velocidad adquirida en las pruebas más cortas. Y así sucedió. Virtanen cedió antes de tiempo y la carrera se limitó a un mano a mano entre Iso-Hollo y Kusy resuelto a favor del polaco en la última vuelta.

La victoria fue todo un acontecimiento para el deporte mundial y especialmente en Polonia, donde el atleta fue elevado a la categoría de héroe nacional.

Pero la vida de Kusy, como la de su país, se complicó de manera insospechada hasta terminar siendo víctima de la barbarie y sinrazón que se apoderó de Europa en la década de los treinta. Después de su victoria en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, Kusocinski bajó su rendimiento por diferentes razones. Por un lado, una complicada lesión en la rodilla que obligó a que pasase por el quirófano y por otra sus nulas expectativas de estar en Berlín debido a su condición de judío. Se dedicó a ejercer de entrenador, a editar un periódico deportivo y a trabajar como jardinero.

Fue a partir de 1937 cuando se decidió a regresar a las pistas con la idea de estar en los Juegos de 1940 que estaba previsto se celebrasen en Helsinki. No le asustaba llegar con 33 años a esa competición y se sentía con fuerzas para medirse de nuevo a los temidos finlandeses en su propio territorio. En 1939 ya había dado evidentes muestras de recuperación. Volvió a ser campeón polaco e incluso mejoró su marca personal en distancias como los 5.000 metros. Todo iba por el buen camino hasta que sus planes de vida y los de millones de personas sufrieron un tremendo vuelco. A finales de año, los alemanes invadieron Polonia y Kusocinski se alistó como voluntario en la defensa de Varsovia. Fue herido dos veces, lo que le valió que fuese condecorado con la Cruz al Valor, y en un hospital mientras se curaba de sus heridas, supo que la ciudad había capitulado.

De camarero a 'Los Lobos'

Kusy, durante la ocupación alemana, trabajó como camarero aunque su compromiso con la lucha se mantuvo firme. Comenzó a colaborar con un grupo de la resistencia al que se conocía como Los Lobos. Su nombre en clave era Plawdzic. Pero la aventura no duró demasiado. A finales del mes de marzo de 1940 fue delatado y la Gestapo lo detuvo y condujo a la prisión de Mokotow. Ahí estuvo tres meses encerrado durante los cuales, según figura en los archivos polacos, se negó a dar el nombre de ninguno de los miembros de su grupo de resistencia.

El futuro de Kusocinski estaba escrito desde el mismo momento en el que los alemanes decidieron eliminar a todos los referentes de la sociedad polaca. Y Kusy, el más grande deportista que habían tenido en el período de entreguerras, era uno de sus grandes héroes.

El 21 de junio de 1940 fue sacado de la cárcel junto a decenas de prisioneros y conducido en un camión a Palmiry, cerca de la capital polaca. Allí recibió un tiro en la cabeza y su cuerpo permaneció en una fosa común hasta que años después las autoridades polacas exhumaron los cuerpos y convinieron aquel lugar en un santuario en el que se venera a los caídos por Polonia. La tumba de Kusy ocupa uno de los lugares de honor.

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