No le duró nada la Copa del Rey al Herbalife Gran Canaria en 2017. Pero nada de nada. Cuarenta minutos que incluso parecieron menos; poco, efímero, un suspiro. El Granca se va de Vitoria con el rabo entre las piernas, el hocico partido y una mirada tierna. Porque ayer el Herbalife fue un perro abandonado a su suerte, sin alma y que salió apaleado del Fernando Buesa Arena sin rechistar ante un Valencia Basket que lo superó en todo durante el partido de cuartos de final del torneo copero. Porque la Copa del Rey es un torneo cruel, que no entiende de medias tintas y donde el que patina acaba cayendo. Y el Herbalife ante el Valencia se vio muy pronto con el lomo en el suelo. El 88-72 del final lo dice casi todo.

El Valencia había huído del favoritismo durante toda la semana. También el Granca, aquejado de problemas físicos y señalando a los números del cuadro de Pedro Martínez (con un balance de 14-5, tercer clasificado en la Liga Endesa), incómodo siempre cuando se le cataloga con etiquetas como esa. Sin embargo, los 'taronjas' demostraron muy pronto que ese cartel estaba más que justificado.

Más aún cuando el Granca entró con el chándal de la rueda de calentamiento a jugar. Porque los amarillos solo saben rozar la excelencia -algo que le hacía falta para ganar ayer- desde la defensa. Sin manos, sin intensidad y sin piernas rápidas estaban perdidos. Y así lo demostró.

Si a esas carencias se le une la convicción de la que hizo gala el Valencia Basket, la tarea se volvía aún más complicada. Porque las hostilidades no tardaron en aparecer. Los 'taronjas' entraron mucho mejor que el Granca en el partido, con más pausa, más maduros y con la tensión propia de un partido de la enjundia del de ayer. El inicio estuvo marcada por 'La Barba', no la de James Harden, estrella de los Houston Rockets, sino la de Bojan Dubljevic -rey del partido con 22 puntos, 11 rebotes y 32 de valoración-. Porque el montenegrino canalizó el juego de los levantinos. Sobre él gravitó todo. Él fue quien abrió el marcador con un triple y elevó el parcial inicial hasta el 7-0 (min. 3). Todo solito.

Al Herbalife le entraron las prisas, inquieto ante ese inicio frío. Hasta su primera canasta, se empecinó con el triple -falló tres intentos casi consecutivos-. No parecía el día. Solo las piernas de Bo McCalebb, que empezó como una moto, espabilaban al Granca. El de Nueva Orleans era la vía de escape de un Gran Canaria tieso, agarrotado ante la defensa del Valencia Basket, agresiva y firme. Cuatro puntos seguidos del base levantaron el ánimo a un Herbalife que no dejó de estar sometido (7-4, min. 3).

Entre Guillem Vives, Dubljevic y Rafa Martínez, el Valencia se iba. Los de Pedro Martínez rodaban, jugaban de manual. Abiertos, con demasiadas facilidades, el Valencia fluía -al final del partido sumó 26 asistencias-. Las distancias se tornaron peligrosas cuando Antoine Diot, tras una pérdida de Royce O'Neale, saltó a los dos dígitos de ventaja (11 puntos con un 18-7, min. 7).

El asunto que tenía el Herbalife entre manos pintaba mal. Las sensaciones que transmitía el equipo no eran buenas. Delante, funcionaba a tumbos; detrás, estaba siendo devorado. El nivel que mostraba el Valencia, moviéndose rápido sobre la pista, con un Granca estudiado al milímetro, apenas experimentaba altibajos, más regulares e intensos que los amarillos. Las muestras en la pista eran más que evidentes (20-10, min. 8, tras darle dos opciones bajo el aro a Dubljevic). Ese mal se hizo menor después de que Hendrix y Kuric metieran de nuevo al Granca en un arrebato que Sastre, desde el triple y antes del descanso, se encargó de rebajar (23-17).

La segunda estocada

Lejos de dejarse ir, el Valencia siguió a más, quizá, espoleado por el viejo recuerdo que hace justo hoy un año se llevó de La Coruña. Allí el 18 de febrero de 2016, el Granca, gracias a un parcial de 0-21, le levantó el partido y se plantó en la semifinal cuando lo tenía encauzado. Algo así le hacía falta al Herbalife para eso. Pero la inspiración divina no llegaba y el Valencia no hacía más que darle bocados al marcador (28-19, min. 23 después de otra canasta más de Dubljevic, toda una condena para el Granca).

Al Valencia le iban las cosas de maravilla. Con el viento de cola, los de Pedro Martínez no levantaban el pie del acelerador. Hasta Pierre Oriola, de los últimos en la rotación del técnico catalán, reventaba el aro amarillo. Delante, la complicidad de un Granca pasivo, lejos de la mejor versión que sabe ofrecer el cuadro de Luis Casimiro. Nada parecía funcionarle al Granca.

Con Oriola con la capa puesta (5/5 en tiros de campo en apenas cinco minutos) y un Herbalife noqueado, el Valencia, con solidez y sin apuros prosiguió con su partido y casi que lo sentenció. El parcial que había iniciado Van Rossom empezaba a doler: 17-5 (43-24, min. 17). El Herbalife estaba realmente muerto, sin soluciones, sin prácticamente nada.

La renta del Valencia ya había alcanzado los 20 puntos. La 'marea amarilla', que ha inundado Vitoria durante toda la semana, empezó a decaer. En un duelo que se antojaba como el más igualado de los cuatro emparejamientos de cuartos, el público neutral se puso a otra cosa. 'Era campo atrás, era campo atrás', gritaba el Buesa Arena, recordando la jugada polémica con la que el Real Madrid se había llevado la victoria el jueves. Y en esas, el Granca, con un apretón final con Planinic y O'Neale de protagonistas, se fue con 15 de desventaja al descanso, casi un mal menor (49-34).

Instinto de supervivencia

Queaban 20 minutos, solo la mitad del partido para intentar una gesta mayúscula y agrandar la leyenda del Granca en Vitoria. No obstante, la cosa seguía escrita en cirílico para el Herbalife. Porque nada más empezar Luke Sikma, con un triple, y Sam Van Rossom con cinco puntos consecutivos volvían a poner más tierra de por medio en el marcador (57-36, min. 24).

Otra vez McCalebb intentó echarse el equipo a la espalda, acompañado de O'Neale -mucho talento, mucha explosividad, pero solo 23 años y muchísimos detalles por pulir-. Pero el elemento que hizo al Granca reaccionar se llamó Xavi Rabaseda. Al alero de Ripoll le encanta la Copa del Rey. Tiene una en su vitrina particular -la que ganó en 2013 en Vitoria con el Barça, precisamente ante el Valencia- y en la pasada edición de La Coruña fue uno de los artífices más claros del subcampeonatodel Gran Canaria-.

El gerundés llevaba toda la semana sin entrenar, lastrado por una lumbociática que lo tenía cojo. Le dio igual. Porque Rabaseda, con un ataque de rabia, salió a comerse el partido. Hizo lo que le faltó a gran parte del equipo ayer y bajó al barro, al defensa tras defensa para imprimir hambre a los suyos. Un esfuerzo individual en pro del colectivo realmente encomiable. De lo mejor de ayer.

En eso, el Granca abrió un parcial de 0-9 con el que hizo un intento de volver al partido (57-45, min. 28). Tal y como se había visto, encontrarse solo 12 puntos atrás parecía un éxito y con balón para tapiar el cisma de la decena de ventaja, un motivo para creer. Fue una ilusión. Porque Romain Sato, tras una pérdida, cortó el parcial y devolvió al Granca a la cruda realidad (59-45, min. 28).

Aún con eso, el Herbalife se plantó en los últimos diez minutos con un resultado que permitía creer en la gesta de las gestas. Con un parcial inicial de 2-6 gracias a un triple desde la esquina de Pablo Aguilar y una canasta inverosímil de Albert Oliver volvió a la vida el Granca. De repente, el Herbalife había roto la barrera de los diez puntos (64-56, min. 33).

Por las cabezas de los jugadores del Valencia volvieron a rondar los viejos fantasmas de La Coruña. Pero aquel recuerdo fue un visto y no visto. Guillem Vives salió para espantarlos con siete puntos casi consecutivos en un par de minutos inmaculados (71-58, min. 34) El Granca lo volvió a intentar, pero ya era tarde. Sin ánimo, se convirtió en un saco de boxeo para el Valencia, que se gustó y vengó su batacazo en Galicia hace un año. El Herbalife dice adiós pero volverá. De momento, en 2018 podrá tomar la reválida en casa.