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Del éxtasis a la decepción

Mañana se cumple un año de la primera participación en una final de la Copa del Rey del Herbalife Gran Canaria, tras salir en la edición de 2017 por la puerta de atrás

Báez, en la derrota ante el Valencia el pasado viernes en Vitoria. ACB PHOTO

Mañana se cumplirá un año desde que el Herbalife Gran Canaria se quedara a nada de la gloria. Porque el 21 de febrero de 2016, el equipo amarillo se coló por primera vez en una final de la Copa del Rey de baloncesto, un lugar donde sólo el Real Madrid, campeón otra vez en esta edición del torneo, le apartó del sueño. Ahora, casi 365 días después, el Herbalife se conformó con ver el partido desde el sofá y por la televisión.

Porque el Granca se volvió a las primeras de cambio de Vitoria en 2017. Su verdugo en esta ocasión fue el Valencia de Pedro Martínez, que no se dejó sorprender del cuadro grancanario como sí le sucedió el año pasado, cuando el conjunto amarillo rompió sus esquemas. En esta edición, el Granca se convirtió en una caricatura de sí mismo, si se tiene en cuenta lo que se ha visto a lo largo de la temporada.

Las cuotas de las casas de apuestas se rigen por datos objetivos y eran claros: el Valencia Basket era el favorito para la eliminatoria. En su camino hasta la final, los taronja no sólo dejaron en el camino al Granca; también destrozaron al Barcelona Lassa, uno de los favoritos al título a pesar de una temporada donde no han dejado de dar tumbos, tanto en ACB como en Euroliga. El Valencia, indiscutiblemente, antes de llegar a Vitoria, era uno de los equipos llamados a hacer algo grande en la cita.

El Granca que hace un año dio la sorpresa en La Coruña y éste no es el mismo, a pesar de que cuenta con 8 de los 13 jugadores que usó el cuadro amarillo la temporada pasada. El banquillo también ha cambiado. La etapa de Aíto García Reneses, con la que el Granca dio un paso adelante -jugó una final de Eurocup, otra de Copa del Rey y unas semifinales continentales- se cerró para que Luis Casimiro iniciara su propia era en la Isla. Una historia entre ambos que no pudo empezar mejor con la consecución del primer título del club: la Supercopa 2016.

Tras el desastroso inicio de temporada en ACB (0-4), el Granca remontó el vuelo y empezó a colmar sus aspiraciones y obligaciones -por plantel y presupuesto, ese dato al que siempre se suele mirar-. Alcanzó la fase final de la Copa del Rey y está en los cuartos de final de la Eurocup, después de jugárselo todo a una carta contra el Fuenlabrada en la última jornada del Top 16.

Pero el Gran Canaria no dio la talla en la Copa del Rey de baloncesto, donde pasó de ser el subcampeón a, probablemente, el equipo que menos aguantó el nivel de exigencia de la competición copera. Un descenso notable desde su último paso por la Copa.

Porque el Granca apenas pudo competir contra el Valencia Basket y vendió su piel más barata que de costumbre. La Copa del Rey para el Herbalife Gran Canaria estuvo condicionada por un asunto capital: el estado físico de la plantilla insular. Ni Bo McCalebb, ni Richard Hendrix, ni Ryan Hollins -que fue el descarte de Casimiro para la Copa del Rey-, ni Xavi Rabaseda pudieron estar al 100% en Vitoria.

Allí, el Herbalife sufrió dos condenas claras en la cancha. Primero, su intensidad. Sin una defensa dura, el Granca se hundió. Encima, apenas atacó bien el rebote (15 ofensivos del Valencia por cuatro de los amarilos). Y en ataque, el triple volvió a ser su talón de Aquiles (5/18, un 28% de acierto); algo que ya es endémico en esta temporada (es el tercer equipo que peor lanza en ACB).

Ahora el Herbalife debe enderezar el rumbo, cuando el equipo y la institución parece haber llegado a un tope en su trayectoria. Dar el siguiente salto se antoja complicado con el formato de clasificación para la Euroliga, cuyo billete más rápido es ganar la Eurocup.

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