¿Cómo se despertó con el sabor de ser campeona de Europa de baloncesto?
Pues la verdad que rebosando felicidad, en un estado de felicidad plena y absoluta. Estamos muy contentas, creo que ni siquiera somos conscientes de todo lo que hemos conseguido, no sólo en este último campeonato sino en los últimos años. Pero eso sí, ni la alegría, ni la sonrisa de la boca nos la va a poder quitar nadie en al menos un par de días.
Barrieron en la final a la selección de Francia, otra de las favoritas del torneo, con una facilidad pasmosa. ¿Le asombró esa capacidad para acabar con el combinado galo?
Sí, pero a la vez nos mantuvimos cautas porque Francia es un equipo que te hace trabajar hasta el último momento. Y creo que no fue hasta ahí, hasta esos últimos instantes, cuando nos dimos cuenta de lo que íbamos a conseguir, de que apenas quedaban unos segundos e íbamos ganando, ganando bien y lo íbamos a conseguir. Entonces es una mezcla de todo. Por un lado te asalta la sorpresa, pero a la vez sabes que eso que estaba ocurriendo tenía detrás mucho trabajo, mucho sacrificio previo durante las últimas semanas.
¿Ni ganando de 20?
Exacto. Y menos con las francesas. Bueno, en realidad con ningún equipo. En partidos como éste de la final sabes que hasta que no veas el cronómetro acabándose, con la bocina ya sonando, no te puedes relajar para nada.
Esta selección, este grupo, lleva dos veranos increíbles. El pasado conquistaron la plata en Río 2016, primera medalla olímpica en la historia del baloncesto femenino en España. En este se cuelgan el oro europeo. ¿Saben distintos? ¿Tienen matices diferentes?
No sé que contestar a eso con exactitud, porque los Juegos Olímpicos son muy especiales, es algo que tengo grabado para siempre pase lo que pase. Todo lo que vivimos allí fue muy grande. Pero también hay que poner en valor este campeonato de Europa, donde hemos repetido la mayoría de las jugadoras, que forman un grupo humano extraordinario, algo que le da doble felicidad al oro. Creo que estamos en un buen momento, que hemos colocado al baloncesto femenino en su máximo y toca disfrutar del momento. Simplemente debemos disfrutar del momento, empezando por las últimas horas de esta concentración con las compañeras y ya está, no pensar mucho en más allá de eso.
Y cuando llega a casa y ve todas sus medallas en categorías de formación, todas las medallas con la absoluta, no cree que puede ser muy difícil que una generación repita lo que está consiguiendo la actual.
Sí, puede ser. La verdad es que el listón está bastante alto, pero también creo que las medallas no cambiarán la personalidad del equipo, basada en su humildad, en el trabajo y en el esfuerzo, va a mantenerse detrás de cada verano, de cada entrenamiento, de cada torneo. Creo que una vez que se acabe este ciclo, pues ya será el momento de valorar todo esto con la perspectiva que puede dar el tiempo.
Los recuerdos que le venían ayer cuando miraba al cielo en las fotos, ¿qué imagen le proyectaban en su mente?
Pues la de la alegría. Y sobre todo la suerte de poder estar al lado de mis compañeras, de mirar a la grada y de ver a nuestra afición. Pensar en la gente que estaba tras la televisión y sentir que era un premio para todos. Te acuerdas de mucha gente, de tu familia, de tus amigos, de entrenadores, de muchísima gente que te ha ayudado.
Más de dos millones de personas vieron en directo a Laia Palau levantando la copa. ¿Sintieron el calor de la gente?
Sí, nos hemos sentido muy apoyadas. Veíamos la prensa, los mensajes que te llegaban por las redes sociales. He notado ese empujón siempre. Si podemos dar esa alegría a la gente, pues nos sabe mejor.
Ahora vuelta a casa y a prepararse para su salto a Polonia.
Exacto. Un mes y medio de relax y a finales de agosto me incorporaré con el Wisla Can Pack. Tengo muchas ganas de este reto, de volver a jugar la Euroliga.
