Si no se crea empleo este año nos enfrentamos a graves conflictos sociales". El presidente de la Confederación Canaria de Empresarios, Sebastián Grisaleña, lanzó un serio aviso. La tasa de paro alcanza el 30,69% de la población activa en la provincia de Las Palmas, y la media regional es del 26,91%, según la Encuesta de Población Activa (EPA). Ésta es la realidad de algunas de las 89.000 familias canarias donde ninguno de sus miembros tiene trabajo.

"No me quieren por la edad"

Bajo el mismo techo conviven seis personas, y el único ingreso es "la ayuda de Zapatero", como la denominan. Es decir, la aportación extraordinaria de 426 euros tras agotarse las prestaciones tradicionales por desempleo. José María Betancor (49 años), Laura Arellano (42) y su hijo de 21 años están en paro. El resto son menores (15, 8 y 3 años). El padre de familia trabajó de camarero hasta hace dos años. Desde entonces se ha apuntado sin éxito hasta en los portales de Internet. Incluso en cierta ocasión para una oferta laboral en Inglaterra. Pero sin resultado. "Desde que digo la edad y los años de experiencia me echan para atrás. Sólo quieren jóvenes y con pocos años de trabajo para pagarles menos". Ni siquiera les vale que sepa inglés, sueco, finlandés y alemán. "Se nos acumulan los recibos, y ya tenemos arruinada a la familia". Hasta la compra del chándal escolar les supuso un duro ajuste. "Estamos en las últimas. Pero a los niños no les faltará de nada". A pesar de todo, ansían recuperar la nómina: "El dinero se irá en quitarnos los desconsuelos que estamos pasando".

"Ya no sabes a dónde puedes ir"

José Arístides Dávila (36 años) y Araceli López (34) se encuentran en el portal del bloque de viviendas donde residen, junto a su bebé de apenas un año. Su otra hija tiene 15 años. Cuando se les pregunta por familias con todos sus miembros en paro, ellos se sienten inmediatamente identificados. Pero no es el único caso en ese edificio, donde hablar de un contrato laboral es mencionar un caso especial y al alcance de muy pocas personas en estos momentos. A la llamada surgen muchos afectados, sobre todo jóvenes. Además de que la pareja está fuera del mercado laboral, también lo están los padres y los dos hermanos de ella y sus esposas.

"Ya no sabes a dónde puedes ir"

José Dávila y Araceli López estuvieron empleados en un hotel hasta el año pasado. "Tuvimos que cerrar la casa e irnos", recuerda ella, casi con nostalgia. La crisis del turismo les obligó a recaer en las listas de desempleados. Araceli López ejercía de camarera de pisos hasta el mes de octubre. Y su marido era técnico de mantenimiento. Pero aquella experiencia fuera de Gran Canaria queda ya en el olvido, porque desde entonces no han surgido nuevas posibilidades. "El problema es que no sabes a dónde ir ya, porque a cualquier sitio que vayas te dicen que no hay trabajo". De ahí que ella diga con cierta inquietud que desde que entró a vivir en su nueva casa parece que no levanta cabeza. Hasta sus cuñadas han perdido sus empleos fijos como camareras de pisos y camareras del restaurante de un hotel en el sur de la Isla por la reducción de plantilla que sufrieron. De momento pueden disfrutar de los 426 euros de la prestación, aunque ya echan cuentas para ver cuánto tiempo les va a durar.

"Estoy cayendo en la depresión"

Teresa Melián dejó de trabajar hace mucho tiempo, tiene a su marido enfermo y un hijo está inscrito como desempleado en las listas del Inem. Está pendiente de recibir de nuevo la prestación pública por desempleo, además de otras dos hijas en una situación laboral similar, que ya no viven en el domicilio familiar. A esto se suman los yernos, que tampoco logran el ansiado empleo. La mujer vive un momento muy duro por todos los contratiempos a los que se ha visto obligada a enfrentarse en los últimos meses.

Tantos, que reconoce que está cayendo por momentos en una situación depresiva. Ella trabajó como limpiadora, aunque hace ya mucho tiempo que abandonó esta actividad. Pero no sólo eso, sino que no acumuló el tiempo suficiente para recibir la prestación pública. Ahora sólo puede estar pendiente de los cuidados que requiere su esposo, y con la mirada puesta en sus nueve nietos, además del décimo que viene en camino. Con la paga de su marido, Teresa Melián apenas tiene para pagar los gastos básicos de la comunidad, el agua y la luz, además de la alimentación. Aun así, tiene la esperanza de que los males acaben pronto.

"Siempre hay un potaje al fuego"

"Estamos viviendo gracias a la familia que nos echa una mano, porque siempre nos dice que hay un potaje al fuego. He tenido que empeñar todas las joyas en el monte de piedad. Hasta mi alianza. Sólo me quedan los pendientes, para que no se me cierren los agujeros de las orejas". María del Pino Rodríguez muestra sus manos y el cuello, donde ya no queda ningún resto de alhajas. Tan sólo guarda en su casa un recuerdo familiar muy especial que recibió uno de sus hijos. La mujer pesa apenas 47 kilos. Dice que ha adelgazado tanto por los ajetreos que ha tenido desde que se mudó en diciembre a la nueva vivienda social que le acaban de entregar, después de unos 15 años de espera. Pero no es la única razón. María reconoce que están pasando sus penurias, como otras muchas miles de familias en Canarias por la falta de trabajo.

María del Pino Rodríguez tiene un niño de 14 años de edad estudiando y una hija de siete años con síndrome de Down. Su marido está en el paro desde el año 2006, cuando la crisis de la construcción lo dejó sin poder seguir ejerciendo como escayolista. Después de tanto tiempo ya tiene agotada la prestación. Y, aunque busca allí donde puede haber una posible salida, no encuentra la alternativa estable con la que sueña a diario.

Ella quedó en paro en 1992, y hace once años se le diagnosticó una minusvalía del 65%, que todavía le genera dolores en los huesos, y que le deja tumbada durante varios días de vez en cuando. Con esos 324 euros de renta están tirando, aunque apenas tengan lo justo para afrontar los gastos esenciales. Para colmo, en sus años de trabajo como limpiadora y camarera estuvo ejerciendo sin contrato. Eso le ha pasado factura en el momento que más falta les haría contar con las prestaciones por desempleo. Ahora sus problemas físicos le impiden poder optar a un trabajo, ya que sufre un proceso degenerativo en sus huesos.

"Nosotros podemos pasar varios días sin comer, pero a mis hijos no les faltará ningún día la comida". Asegura que en casa de sus familiares siempre hay una buena palabra y un plato donde servirse. "Gracias a ellos que nos echan una mano", recalca una y otra vez esta mujer.

Su marido ha acumulado una amplia experiencia en distintos trabajos: se embarcó muchos años en un pesquero en la costa de Marruecos, más tarde estuvo como cocinero y, en los últimos tiempos, en la construcción. Sin embargo, las distintas crisis le pasaron factura. "Él dice que está perdiendo hasta los callos de la mano", relata con ciertas dosis de humor María del Pino Rodríguez.

La única alegría en los últimos tiempos ha sido la casa que recibió en Las Palmas de Gran Canaria. Eso le está evitando que el dinero no se le vaya todo en pagar alquileres. Aun así debe hacer frente a los gastos cotidianos del hogar, sobre todo ahora en la nueva casa, con lo cual la pequeña asignación que entra en el domicilio tie-nen que estirarla todo lo posible. Para más adelante quedará el empeño de terminar de decorar su vivienda, donde aún se amontonan algunas bolsas con los enseres de la reciente mudanza.