"Se trabaja mejor con los militares que aguantando a los 'jefecillos' de AENA", aseguran varios controladores aéreos consultados ayer por LA PROVINCIA, que no ocultan su satisfacción laboral por el hecho de estar a las órdenes de oficiales del Ejército del Aire. "Son más profesionales, más serios y mucho más educados que los supervisores de siempre y que otros controladores civiles". De esta forma se expresa un grupo de reguladores aéreos destinados en el centro de control de Canarias, que desde el pasado viernes por la noche se encuentra bajo el mando y coordinación del Ejército de Aire.

La situación "es totalmente atípica", porque a los cerca de una veintena de profesionales que trabajan en el turno de mañana se le han incorporado hasta tres oficiales y una división de la Policía Nacional compuesta por cuatro agentes. "La seguridad es máxima y te acabas acostumbrando. Al principio hubo algo de tensión, pero ahora estamos atentos a las pantallas, que es a lo que tenemos que estar alertas", continúa un regulador aéreo. "La relación es idílica y el respeto máximo y ejemplar por lo que deberían de quedarse de por vida entre nosotros".

Un controlador, que habla para este periódico después de finalizar su jornada, resalta con sorpresa "el elevado grado de cumplimiento de los turnos de trabajo, que es realmente intachable, ya que no se producen ausencias como casi siempre ha sucedido en este trabajo".

Este profesional, que prefiere guardar el anonimato, trabaja durante seis horas, con un margen de 45 minutos para descansar. "Después de tres horas (en dos tandas) de estar hablando con los comandantes de los aviones para dar aproximaciones o para coordinar despegues no te quedan demasiadas ganas de charlar". De esta forma, contesta este trabajador a la pregunta de este rotativo de si ha logrado intimar con los que ahora mandan.

Este mismo controlador, que teme que lo llamen en los próximos días para declarar ante la Fiscalía por abandonar su puesto el pasado viernes, sí confiesa arrepentido que "fui obligado a dejar mis obligaciones cuando a punto estuve de dar la salida a un vuelo con destino Madrid. El aparato estaba ya en pista y sólo esperaba luz verde para iniciar el despegue. Le ordene que debía a volver a la terminal de Gando y tuvo que desembarcar al pasaje. Hablan que fue una acción espontánea y no calculada", continúa este controlador aéreo, "pero en mi caso fue una coacción en toda regla".