N ació el 16 de diciembre de 1928 en la calle de Los Balcones de Vegueta, en Las Palmas de Gran Canaria. A finales de los años cincuenta, Alejandro del Castillo y Bravo de Laguna, hijo de Alejandro del Castillo y del Castillo, conde de la Vega Grande, tenía la edad y la formación suficientes para guiar el sueño de su padre de transformar 1.060 hectáreas de terrenos de su propiedad en el sur de Gran Canaria en El Dorado de Canarias de la mano de una urbanización turística. Lo recuerda él mismo. "Fue una idea que surgió de toda la familia y yo tuve la suerte de que fui al que le tocó llevar todo", explica. Uno de los pasos más importantes, el fundamental sin duda, fue la convocatoria del concurso internacional de ideas Maspalomas Costa Canaria, un folleto ilustrado en su portada con una estrella de mar. Pero antes de eso hubo otra historia. "Yo cogí un día al arquitecto Pedro Massieu y fue Pedro el que me dijo que por qué no hacíamos un concurso. Luego cogí al arquitecto Manuel de la Peña y nos fuimos a Málaga para ver cómo habían hecho allí las cosas", rememora. "Empezamos en San Agustín con 25 bungalós, sobre todo para los suecos. Hicimos la Rotonda y en el restaurante que había se celebró el comienzo de Maspalomas Costa Canaria. Hubo hasta fuegos artificiales..."

"Es un centro que ha creado muchos puestos de trabajo y a partir de ahí nacieron el resto de centros turísticos de Canarias", apunta con orgullo. Este hito otorgó una nueva dimensión a una familia que ya se había caracterizado por su labor de mecenas de la cultura y la obra social. Valen como ejemplos sus aportaciones contra el hambre, la leprosería o el impulso del Gabinete Literario y el Festival de Ópera.