A finales de los años cincuenta, el prestigioso arquitecto Manuel de la Peña estaba planteándose seriamente la posibilidad de mudarse a Colombia para continuar allí su carrera ante el parón en Canarias, territorio al que se había trasladado desde su Madrid natal en 1955 como técnico de la Dirección General de Vivienda. Así lo cuenta su mano derecha, el aparejador y arquitecto técnico Ulises Medina, que prácticamente tenía hechas las maletas para viajar a Brasil. Pero el conde de la Vega Grande frenó en seco los planes de ambos y dejó en sus manos la configuración arquitectónica y urbanística del emporio Maspalomas Costa Canaria. De la Peña tuvo su primer destino en Tenerife, pero en 1956 ya estaba asentado en Las Palmas de Gran Canaria como delegado de Arquitectura del Instituto Nacional de Vivienda.

Persona inquieta y atenta a las últimas tendencias arquitectónicas en todo el mundo, tomó contacto con el conde y su familia con la construcción de las viviendas de los aparceros de Maspalomas, a las que ya dotó de un cariz vanguardista. Quizás el mejor conocedor de su obra y comisario de una exposición sobre la misma, el profesor de la Escuela Superior de Arquitectura de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria José Luis Gago, destaca que "su mano se nota en que practica una arquitectura moderna. Su llegada a Gran Canaria supone una revolución, porque introduce parámetros totalmente nuevos" que hundían sus raíces en el estructuralismo. Ejemplos de ello en la propia capital fueron el Club Náutico, la Fábrica Acosta, los Secaderos.

Manuel de la Peña aprovecharía la oportunidad que ofrecía el desarrollo del Sur para dar forma al boceto inicial que dejó sobre la mesa el estudio francés ganador del concurso internacional de ideas. Los trazos finos de su arquitectura figuran en centenares de proyectos y por supuesto en los más emblemáticos. Es el caso de la Rotonda y los apartamentos los Caracoles (las primeras construcciones, iniciadas en 1962) y en el Hotel Folías, el primero de los construidos en el Sur y abierto al público en 1965. Gago destaca, más allá de su dimensión puramente arquitectónica, que De la Peña era "un humanista", de ahí que en muchas de las construcciones se incluyeran en sintonía con la estructura obras de artistas canarios como Martín Chirino, Pepe Dámaso, Manolo Millares o César Manrique. "Esto lo hemos creado nosotros", cuentan que dijo cierta tarde al sol de Maspalomas.