La reforma laboral debemos analizarla en el contexto en el que se encuentra España, momento clave de nuestra historia en el que tenemos que decidir si continuamos sin adaptar nuestro modelo económico a la evolución de los países de nuestro entorno, lo que nos ha llevado a dramáticas cifras de desempleo, a importantes desequilibrios en el sector financiero, a un sector público sobredimensionado, y todo ello con un importante deterioro de las cifras de consumo e inversión.

La reforma laboral es parte importante del conjunto de cambios que hubiese sido deseable que se hubiesen ido produciendo de una forma menos traumática a lo largo de los últimos veinticinco años, pero la tardía llegada de la democracia a nuestro país, y la necesaria consolidación de la misma, éxito que hoy todos celebramos, ha hecho que sufriésemos un retraso respecto a los países más desarrollados del mundo en la evolución de nuestro modelo económico desde el necesario proteccionismo que vivimos durante una buena parte del siglo pasado hacia posiciones mucho más flexibles y generadoras de competitividad que son las que en estos momentos garantizan el desarrollo y la economía del bienestar.

Si analizamos las reformas financiera y laboral que ya se han producido, junto a la reforma de las administraciones públicas que deberá producirse para modernizarlas y ajustar aquellas partes del sector público que sean ineficientes o insostenibles, llegaremos a la conclusión de que el recién elegido Gobierno de España no hace otra cosa que replicar, con cierto retraso, las reformas acometidas en los últimos años por el sector privado, familias y empresas, de forma no menos traumática, para adaptarse a la realidad económica del momento, redimensionándose y en muchos casos reinventándose. Creo que esto es lo que justifica la espectacular madurez con que la sociedad española está aceptando los grandes sacrificios que implican las decisiones que se están adoptando.

El mercado laboral español ha destruido más empleo que ningún otro en los últimos ciclos bajistas de nuestra economía, especialmente durante la crisis económica que empezó hace ya cinco años, en la que hemos pasado de 1,9 a 5,2 millones de desempleados en el conjunto del país, y de 112.800 a 342.000 en Canarias, hemos casi triplicado el desempleo en cinco años. Es especialmente preocupante que España, con el 46%, lidere el ránking de los países europeos con más paro juvenil, según datos de Eurostat, por delante de Lituania (35,1%), Letonia (34,5%), Eslovaquia (33,6%) y Grecia (32,8%). A todos nos gustaría estar más cerca de Alemania (8,5%), Austria (8,3%) y Países Bajos (7,6%) o incluso de Reino Unido o Francia que están en torno al 20%, pero eso no es posible sin reformar nuestro modelo.

Dentro y fuera de España nadie dudaba a estas alturas de las profundas deficiencias de nuestro anterior marco laboral, al que por primera vez a lo largo de nuestra democracia se le ha aplicado una reforma profunda y valiente, sin duda la más importante de este período, que nos lleva a un nuevo marco laboral en España. Esto implica un cambio de mentalidad que las circunstancias nos obligan a digerir de forma acelerada. Convergemos con una legislación laboral europea más flexible, ampliamente explicada y debatida en los últimos días, que tiene como objetivo principal conseguir que las empresas sean más competitivas para que sean éstas, y no las leyes o los gobiernos, las que creen y garanticen el empleo.

Por tanto, creo que no podemos exigir a esta reforma que solucione las dramáticas cifras de desempleo que soporta nuestra economía, pero sí podemos esperar que la reforma laboral sea una potente herramienta que facilite la creación de empleo en un próximo entorno de crecimiento económico que conseguiremos con el sacrificio y esfuerzo de todos, y que cuando nos enfrentemos a nuevos ciclos económicos desfavorables los ajustes de la economía no se produzcan mediante la destrucción masiva de empleo para que se pueda conservar una cierta estabilidad en el consumo y la inversión que, junto a la confianza, son los componentes esenciales del crecimiento y el desarrollo económico que todos deseamos.

Democracia. "La tardía llegada de la democracia y su consolidación ha hecho que sufriésemos un retraso respecto a los países más desarrollados del mundo en la evolución de nuestro modelo económico".