El mercado de trabajo español es probablemente uno de los que peor funcionan de los países desarrollados. Las cifras son rotundas: durante años la tasa de paro española fue la más alta de toda la OCDE, solamente en los años más dulces de la década pasada, España dejó de encabezar la tabla. En los procesos expansivos la tasa de paro española se resiste a la baja: baste decir que durante la expansión de los 80 el desempleo nunca bajó del 16% y la mejor cifra de la expansión reciente es la misma tasa de paro que muchas economías occidentales están experimentando durante este periodo recesivo. Si durante las épocas de crecimiento el desempleo desciende lentamente, durante las recesiones se destruye rápidamente; así, en el cuarto trimestre de 2007, con la economía creciendo por encima de su capacidad potencial España tenía una tasa de paro del 8,6% y en apenas dos años, en el segundo trimestre de 2010, se colocó en más de un 20% de paro. De forma similar, durante la breve crisis de 1993 la tasa de paro superó rápidamente el 22%.

Por otro lado, el mercado de trabajo en España se caracteriza por tener a dos tercios de los trabajadores protegidos por altas indemnizaciones mientras que un tercio trabajan en precario. El empleo temporal duplica la media de la UE mientras que el empleo a tiempo parcial no llega a la mitad de la media europea. Podemos concluir que el mercado de trabajo español se caracteriza, en primer lugar por un desempleo estructural muy elevado -es decir el desempleo que no depende del ciclo económico- en segundo lugar los ciclos de destrucción de empleo en España son muy rápidos e intensos.

La tendencia a un alto paro estructural se debe, en parte, a las características de la fuerza de trabajo, refractaria a la movilidad geográfica. En parte, al fracaso de las políticas activas de empleo, que no han servido como vehículo de mejora de la formación de los desempleados. Las instituciones que regulan el mercado de trabajo también afectan al mal funcionamiento del empleo en España. Así, las altas indemnizaciones por despido constituían un freno a la contratación fija y conducían al abuso de la fórmula temporal al elevar los riesgos de la contratación; además, los convenios a nivel sectorial obligaban a todas las empresas del sector sin tener en cuenta las características particulares de cada una. En definitiva, un mercado de trabajo rígido y dual, que crea empleo con dificultad y lo destruye con rapidez, donde falta cierta cultura de movilidad en la fuerza laboral.

La reciente reforma incide en aspectos clave de estas instituciones: al flexibilizar y abaratar el despido y al situar los convenios de empresa por encima de los sectoriales contribuirá a dinamizar el mercado de trabajo español fomentando la contratación fija y reduciendo el desempleo estructural.

Dicho lo anterior la reciente reforma no creará empleo, porque éste sólo puede venir de un crecimiento superior al 2% lo que no parece que vaya a suceder antes de 2015.

Indemnización. "Las altas indemnizaciones por despido constituían un freno a la contratación fija y conducían al abuso de la fórmula temporal al elevar los riesgos de la contratación".