¿Cuál es la filosofía de la Fundación Universitaria de Las Palmas en materia de innovación?

Llevamos trece años trabajando en proyectos de fomento de la innovación, tanto con empresas como con centros de investigación y el gobierno. Hemos gestionado o participado en alrededor de 1.400 proyectos y movido unos 52 millones de euros. Nuestro patronato se conforma como una triple hélice donde gobierno, empresa y universidad se ponen de acuerdo.

¿La palabra innovación está manida?

Sí, es cierto que es un término que se ha planteado como la solución de todos los problemas empresariales y, obviamente, la innovación hay que trabajarla y sistematizarla. En este sentido, un tema importante es que entramos en el terreno del riesgo. Emplear proyectos de innovación no significa que el éxito vaya a venir con toda seguridad, pero hay que hacer tres o cuatro proyectos para que al final alguno salga bien.

¿Qué falla en Canarias para que las nuevas tecnologías no estén lo suficientemente implantadas en las empresas?

La cultura que tenemos desde el punto de vista empresarial. Estamos acostumbrados a modelos de negocio con poco riesgo y todo lo suponga cierto riesgo espanta el capital y la acción. Las empresas prefieren no hacer nada a meterse en terrenos de riesgo, aunque metiéndose en terrenos de riesgo a largo plazo es como van a seguir subsistiendo. Los empresarios no quieren fallar en ninguna de sus apuestas.

¿Qué servicios plantea la Fundación para jóvenes que quieran lanzar su proyecto?

En el ámbito de proyectos de reciente creación acabamos de empezar el programa Emprendedores. Llevamos ya 6 años haciéndolo. Cada año atendemos a veinte personas y durante seis meses les vamos guiando y tutorizando para que al final del proceso tengan sus planes de negocio desarrollados. Les hacemos estudiar el modelo, validar la idea, intentar llevar a terreno cuestiones que al principio son ideas felices para acercarles un poco más al mercado. Hay que estar en el mercado para ver qué cosas han salido mal para ir corrigiéndolas y, al final, adaptarse y encontrar la solución adecuada.

¿Cómo es el método de trabajo en esa tutorización?

Constituimos equipos, porque consideramos que esta fórmula es mejor que plantear proyectos individuales. Hemos detectado que se consigue una mayor tasa de éxito con un equipo multidisciplinar, por ejemplo conectar a un ingeniero con un filólogo y alguien que haya estudiado Empresariales. Los procesos tutoriales se realizan a medida. Tenemos consultores que nos ayudan en esta labor, muchos de forma altruista y hacemos todo lo posible para que al final el proyecto salga bien.

¿Cuál es la tasa de éxito?

En el ámbito del emprendimiento han salido de la Fundación Universitaria en torno a 150 proyectos desde hace seis años. Un año después de haberlo lanzado analizamos si sigue en vigor y hemos comprobado que un 60% de los proyectos continúan activos de alguna forma. Seis de cada diez se mantienen vivos un año después de haberse gestado. Esto es una cifra que en el mundo de los que gestionan programas de emprendedores es bastante alta. Hay que tener en cuenta que nosotros filtramos mucho a quién tutorizamos.

¿Cuáles son los requisitos?

Los planes de negocio llegan ya en un punto bastante adecuado para seguir trabajando y en esos seis meses darles un empujón. Exigimos muchas tareas y hay muchos proyectos que mueren.

¿En qué consiste el empujón?

Aparte de todo el proceso de asesoramiento y consultoría, cuando entran en la Fundación les ponemos en contacto con otros emprendedores que han salido con modelos de negocio parecidos y otros patronos a los que les pueda interesar la iniciativa.

¿No resulta paradójico que, a pesar del talento en las Islas, las aplicaciones que se diseñan tienen más éxito fuera?

Cierto, cuando los jóvenes salen de las universidades tienen un impulso y conocimiento increíble, pero el entorno les hace bajar el pistón y les desmotiva. Tenemos un entorno que no motiva al esfuerzo, por eso es normal que la gente se vaya a sitios en los que las dinámicas de trabajo son distintas para no desaprovechar ese talento. Hay que tenerlos controlados para que después vuelvan. Quizás ellos son los que tienen que generar un nuevo ecosistema en las Islas. El joven que se va y está diez años formándose en Alemania, Silicon Valley y otros territorios, tenemos que intentar hacer ver que tienen cierta responsabilidad con su tierra. Hay que intentar no perderlos de vista y que no corten el cordón umbilical con el Archipiélago.