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Entrevista. Profesor de la Escuela de Ingenieros

Alexis Lozano: "Todo producto deja una huella en el medio ambiente y hay que conocerla"

"El cambio climático solo se mide a través del CO2 en la atmosfera y esa es una visión muy limitada", afirma el docente

Alexis Lozano en un aula de la Escuela de Ingeniería de la Universidad. SANTI BLANCO

Acaba de presentar su tesis 'Análisis del ciclo de vida como instrumento de desarrollo de la ecología industrial'. ¿En qué consiste este estudio?

Esta tesis parte de la necesidad creciente que muestra la sociedad a la hora de exigir información transparente sobre las cualidades ambientales de los productos y los servicios que consume. Pero esta información no es un requisito legal, por lo que el cliente no tiene forma de saber si está comprando un producto con un criterio ecológico. Sin embargo, sí que existen herramientas que nos proporcionan una metodología cuantificable a partir de una herramienta llamada Análisis del ciclo de vida, basado en dos normas internacionales que son la ISO 14.040 y 14.044.

¿Qué se consigue con esta herramienta?

Con esto, básicamente, podemos medir de manera científica y rigurosa todos los procesos que intervienen en su fabricación y su impacto medioambiental, desde el origen más básico de la materia prima hasta la finalización del mismo y su tratamiento como residuo. Esto es algo que falta. Todo producto o servicio deja una huella en el medioambiental y es importante que el cliente lo conozca. A partir de este método, se conoce por ejemplo que la trascendencia de los bienes de capital, es decir la infraestructura en la producción, puede llegar a suponer más del 9% de los impactos medioambientales y esto es algo que no se tiene en cuenta. Por eso, esta herramienta permite que el consumidor tenga una información exacta más allá de las emisiones de CO2, que es ahora el baremo que se impone en una visión reducida que se limita a cuantificar las emisiones a la atmósfera.

¿A través de qué baremos se mide el cambio climático?

El cambio climático solo se mide a través del CO2, que es la huella de carbono que se vierte a la atmósfera, pero una de las críticas que se hace de esta información ambiental es que es limitado. Normalmente se usan unos parámetros fijos que no tienen en cuenta ni la ubicación ni los rasgos diferenciales, el uso de materiales o los recursos. Esto está mal porque influyen muchos aspectos y cada uno tiene unas unidades diferentes. Un ejemplo bueno lo tenemos en la industria del automóvil. La ficha del mismo incluye las emisiones de CO2 del coche pero eso es lo que quema el motor de combustión. No se tiene en cuenta todo el impacto que ha producido la fabricación del automóvil; desde los materiales, la pintura, la tecnología que emplean. Y, al final, puedes tener un coche que ha contaminado muchísimo en su fabricación pero al cliente solo le llega que emite pocos gases. Debemos ser conscientes de que hay más cosas que no se está informando y se deben empezar a decir, porque para llegar a un mensaje positivo se sacrifica todo lo anterior porque el objetivo de la empresa se ha fijado solo en el impacto en CO2.

¿Entiende que es urgente aplicar medidas como la del etiquetado ecológico que propone?

Sí. A través de una metodología, que se llama normalización y el análisis del ciclo de vida, podemos agrupar todos los criterios contaminantes en unas mismas unidades y esto nos permite una suma final para una puntuación final. Esta es la base de todo, porque podremos tener una puntuación que, a largo plazo se imponga como medida y criterio único. La CEE ya tiene un etiquetado ecológico como por ejemplo el papel. Pero lo que se propone es ampliar esta información y pasar a otro etiquetado con información sobre el impacto total del producto en la salud humana, en el ecosistema y sobre los recursos utilizados.

¿Ayudaría al consumidor?

Claro. Con esto se conseguiría que el cliente pueda elegir sus productos con un criterio ecológico completo y conocer el precio oculto del producto, que es el daño que, por ejemplo, un producto chino sin restricciones puede tener en la naturaleza. Por otro lado, sabemos que existen unos objetivos para reducir las emisiones a la atmósfera, pero volvemos a ver que solo se tienen en cuenta el criterio de los gases contaminantes sobre la atmósfera para el cambio climático. Si realmente debemos cuidar el planeta no podemos limitarnos a las emisiones de CO2.

¿Entiende que es el consumidor a través de esta etiqueta el que tiene que exigir el cambio?

Si esta información llega de manera clara se genera un impacto por coherencia y por esta preocupación que se va mostrando día a día. Así que creo que es el consumidor el que va a marcar la implantación de exigencias de este tipo. Es algo que se ha puesto en marcha ya con la identificación de los alimentos y esto, básicamente, consistiría en extrapolarlo al impacto ambiental de los productos.

¿Está preparado el sector empresarial o industrial?

Ellos deben atender al cliente y cada vez existe mayor conciencia en elaborar productos sostenibles. Así que si se quiere mirar para otro lado y no hacer caso a la demanda de ese tipo de productos, será el mercado el que acabe por desplazarles. Invertir supone avanzar.

Usted fue director de Artes Gráficas del Atlántico durante 15 años y hace, en su tesis, un estudio de las medios impresos. ¿Cuales son los resultados en el sector de la comunicación?

Bueno, es una industria contaminante de por sí, aunque en los últimos años se han tomado muchas medidas para reducir este impacto. Uno de los escenarios que estudiamos es del impacto comparado de la impresión en la Península y en Canarias. Una planta de impresión situada en Madrid supone un 29% menos de impacto medioambiental que implantada en Canarias. Pero claro, si quieres leer el periódico al mismo tiempo tienes que imprimirlo aquí o transportarlo vía aérea. Si lo traes en avión el impacto sube un 50%, por lo que, en este caso, la impresión de prensa en Canarias sí se justifica.

¿Reduciría el impacto contaminante el auge de la información en medios digitales?

Es algo curioso. Parece que la información a través de Internet contamina menos pero no es así, porque tenemos un elemento físico, ya sea una tablet, ordenador o móvil, que caduca cada dos años y cuyo proceso de producción contamina muchísimo más que la fabricación de un periódico. Además, están los bienes de capital y la energía que requiere; es decir, la infraestructura para la descargas de datos, redes telefónicas, etc. Sobre todo implica el agotamiento de unos recursos minerales importantes, como el coltán, que nunca se tiene en cuenta y es muy importante. Por eso hay que saber lo que hay detrás de todo un producto. Y también incluir los efectos que puedan tener en la salud y en los efectos sociales.

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