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Análisis

El impulso del euro a la baja

La depreciación de la moneda, que debería estimular la economía española y prevenir la inflación, favorece a deudores tanto como daña a ahorradores

La depreciación del euro por la expansión monetaria que acaba de ponerse en marcha en la eurozona y por la retirada incipiente de esos mismos estímulos en EE_UU tiene hoy más ventajas que inconvenientes para España y para el área monetaria.

El euro estaba sobrevalorado y ahora está ajustándose. Este repliegue -a condición de que otras divisas no hagan lo mismo- abarata y favorece las exportaciones y encarece las importaciones. Con ello Europa exportará desinflación e importará inflación, que es lo que ahora se precisa para prevenir el latente riesgo deflacionario. El abaratamiento, expresado en otras monedas, de bienes y servicios implica ganancias de competitividad. Las empresas venderán más fuera del área monetaria y también dentro de ella porque habrá sustitución de importaciones de terceros países por producciones europeas. Y lo mismo en España. También la afluencia turística desde el exterior se verá favorecida tanto como se encarecerán las salidas turísticas fuera del área monetaria.

La repatriación por las empresas multinacionales españolas de sus beneficios generados en otras monedas se incrementará tanto como caiga el tipo de cambio del euro, aunque, a la inversa, sus desembolsos también serán mayores si tuviesen que acometer adquisiciones o ampliaciones de capacidad en esos países. En sentido opuesto, las empresas foráneas que operan en España y en otros países del euro verán mermados sus dividendos al canjearlos por la moneda de su país de origen, lo que podrían desincentivar inversiones adicionales, salvo porque un euro débil supone un abaratamiento -y, por lo tanto, una oportunidad de compra- de empresas, acciones, activos y negocios, y más aún con costes financieros tan leves como ahora.

La subida de la bolsa, favorecida por las mejores expectativas y por la presión bajista de la expansión monetaria sobre los tipos de interés, genera un efecto riqueza y actúa de estímulo adicional.

Todo, pues, debe contribuir a aumentos del PIB y del empleo, y por lo tanto de las rentas disponibles, lo que a su vez debería conducir a incrementos de la demanda interna y de la recaudación tributaria del Estado. Pero su efecto no será homogéneo. Los sectores exportadores saldrán muy beneficiados y los que dependen de la importación sufrirán daños.

La caída del euro supondrá una mayor carestía del petróleo, y en general de la energía, y de otras materias primas importadas que cotizan en dólares. El crudo, el aumento de la masa monetaria por el BCE, el debilitamiento del euro y la dinamización de la economía son fuerzas inflacionarias. Esto beneficiará a los sectores sociales y países -como España- muy endeudados porque la inflación alivia la carga de los débitos, salvo a quienes se hayan financiado en otras monedas, que experimentarán una elevación súbita de sus deudas. También perjudica a las empresas y ciudadanos ahorradores, cuyo patrimonio se depreciará tanto como lo haga la moneda y crezca el IPC.

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