La Provincia - Diario de Las Palmas

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Un barrio histórico Buena parte de las viejas casonas están cerradas y en venta

Italianos y nórdicos buscan casas en Santa Catalina para vivir o abrir hoteles

El interés de los extranjeros comienza a reactivar la venta de inmuebles

El interés de ciudadanos italianos y de países del norte de Europa por las viejas casas terreras del barrio de Santa Catalina para instalarse en la capital grancanaria o montar albergues o pequeños hoteles está empezando a reactivar la venta de viviendas en la zona. Agentes inmobilarios consultados por este periódico señalan que las indagaciones de los extranjeros sólo se han traducido por ahora en la venta de unas cuantas viviendas, pero están convencidos de que esta tendencia se consolidará a lo largo de los próximos meses. Según afirman, los escandinavos quieren las casas para establecer su residencia y los italinos buscan montar pequeños hoteles.

Al mismo tiempo, varias empresas han comenzado, o están a punto de hacerlo. En unos casos se opta por tirar el viejo edificio y construir uno nuevo y en otros, se prefiere rehabilitar la casona. En uno de estos nuevos edificios en construcción, situado en Presidente Alvear, el 70% de las viviendas ya se ha vendido y en su mayoría han sido compradas por italianos y franceses.

Los agentes se muestran prudentes y creen que este resurgir de las ventas es esperanzador, aunque se resisten a tirar voladores. Consideran que el mercado inmobiliario no se reactivará del todo hasta que la clase media vuelva a mejorar sus condiciones económicas y los bancos abran el grifo de los créditos.

En cualquier caso, el interés mostrado por los extranjeros se presenta como una posibilidad para renovar toda la zona del barrio de Santa Catalina, que se extiende desde la trasera de El Corte Inglés, en la calle Juan Manuel Durán, hasta la zona de Franchy Roca, un área que ofrece un paisaje bastante degradado. Pasear por este barrio supone contemplar decenas y decenas de viejas casas terreras -en algunos casos preciosos caserones de dos plantas construidos entre los años 40 y 50 del siglo pasado- en muy mal estado, cuando no cayéndose a trozos y cubiertas con mallas. Los vecinos explican que hay casas cerradas desde hace muchísimos años y el cartel de "Se vende" aparece colgado en buena parte de las fachadas, algunas de las cuales han sido tapiadas para evitar que se cuelen los okupas.

"Estamos notando un cierto movimiento de venta con los extranjeros. Están averiguando los precios y se interesan sobre todo por las casas antiguas. Las quieren para residir en ellas o para para explotar albergues o pequeños hoteles de diez o doce habitaciones", explican Santiago Sancho e Inmaculada Sancho agentes de la Inmobiliaria Sancho, del grupo Habitale.

En el momento de realizarse la entrevista, los agentes estaban cerrando la compraventa de una vivienda con un ciudadano eslovaco. Según Inmaculada Sancho, se trata de gente joven que elige Gran Canaria por el buen clima y que "deja el trabajo en su país y con el dinero ahorrado intenta emprender una nueva vida. Los italianos buscan un país parecido al de ellos y son más bien del sur de Italia, aunque también vienen de Milán". Los agentes citan, como evidencia de esta invasión de italianos, el gran número de restaurantes y cafeterías regentados por italianos que se han montado en la zona desde hace unos seis meses.

Los precios

Una de las mayores pegas a la hora de comprar es el precio. Las casas terreras para rehabilitar se están vendiendo, explica Sancho, a un precio que oscila entre los 2.000 y las 2.500 euros el metro cuadrado, lo que significa que una vivienda de 100 metros cuadrados alcanza los 250.000 euros. "La gente", aclara, "está dispuesta a pagar la casa a precio de solar", que es un poco más barato y sale a 1.200 metros cuadrados. La casa se puede demoler y luego construir las cuatro plantas de altura que permite la ordenanza de la zona.

Los propietarios de un caserón de dos plantas situado entre la calle Uruguay y Cirilo Moreno están pendientes de que el Ayuntamiento autorice la retirada del cableado eléctrico, para demoler de una vez el edificio. Pablo Mora Rey-García, arquitecto del estudio Arquidor, explica que ya cuentan con el permiso del Ayuntamiento para demoler y construir una vivienda unifamiliar de cuatro plantas. Los dueños son herederos lanzaroteños de un canario que emigró a Venezuela y con los ahorros construyó la casa a principios del siglo pasado. Ahora pretenden reconstruir el inmueble para convertirlo en la casa de sus vidas.

Manuel Martínez Vila, agente inmobiliario de M. M. V. domina la zona como la palma de su mano y aunque es gallego, se conoce los orígenes del barrio mejor que la mayoría de sus residentes. "Muchas de estas casas que ahora están cerradas", asegura, "pertenecen a herederos de emigrantes canarios a Venezuela, que las hicieron en los años cuarenta. En aquella época esto era muy barato porque era un arenal. Sólo estaban la casa del Chistera y la Iglesia del Pino". El lugar era conocido como Los Arenales del Pino.

Martínez Vila explica la historia de otro caserón de la zona construido por un emigrante que nunca volvió y cuyos herederos, una famila de Ciudad Jardín, se "acaban de enterar que es su casa. En su día fue un edificio de lujo y estaba alquilada a varias familias, que ingresaban el dinero en el banco, unos 50 euros al mes, sin saber quien era el dueño. La familia fue al Registro de la Propiedad y se dió cuenta que era del bisabuelo. Muchas de estas casas no tienen ni escrituras".

El agente inmobiliario desvela que hay canarios emigrados que viven del alquiler de los 30 o 40 pisos que tiene en la zona. Luis Martínez se ríe cuando se le habla de la posibilidad de reactivación de las ventas.

"No hay créditos. Mientras los bancos no den créditos, la gente no se mueve y además no tienen trabajo fijo y los sueldos son bajos. Eso de la recuperación es mentira. Aquí hay muchas casas en venta, pero no se venden", explica Martínez, que añade que los pocos que compran son chinos, para montar locales, y rusos y mauritanos para blanquear. "Llegan aquí con las maletas llenas de dinero. Conozco el caso de mauritanos que se compran la casa y luego mandan a los hijos para que estudien en la Universidad", afirma.

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