"España nos roba"? Repetido una y otra vez por los independentistas catalanes como un mantra, la acusación se ha convertido en argumento secesionista. Y si además hay economistas que ponen números al servicio de la Generalitat (16.000 millones de euros birlados todos los años con el déficit fiscal) se convierte en tesis de peso. Determinar si la cifra es mito o realidad se ha convertido en frente de batalla de cara a los comicios del 27-S.

Las balanzas fiscales son una herramienta contable que trata de conocer el impacto de los programas de gastos e ingresos públicos de la Administración central en un determinado territorio durante un periodo de tiempo. Una región tiene déficit fiscal cuando los ingresos generados en ese territorio vía impuestos son mayores que los beneficios obtenidos a través de los servicios públicos financiados por la Administración Central en el mismo. Según la tesis de la Generalitat el déficit fiscal de Cataluña es de 16.000 millones y los independentistas apuntan que una vez lograda la secesión el nuevo país, liberado del "expolio fiscal", dispondría de esa cifra para evitar recortes y reducir la deuda, un juego de suma cero en el que uno gana lo que el otro pierde.

Los ingenieros Joseph Borrel, ex ministro socialista, y Joan Llorah han publicado recientemente el libro "Las cuentas y los cuentos de la independencia" en el que tratan de pulverizar el argumento "España nos roba". Apuntan que la cifra de los 16.000 millones está calculada por un método que la sobrevalora de forma injustificada. Según sus cálculos es cierto que Cataluña tiene un déficit fiscal superior al que resulta de un razonable efecto redistributivo con el resto de España, pero la diferencia es, en el peor de los casos, de 3.000 millones de euros y no de 16.000. Además, apuntan que de producirse la secesión habría que tener en cuenta los costes de transición hacia un nuevo Estado y la previsible contracción de la actividad por la alteración de las relaciones comerciales con su principal cliente (España) y las deslocalizaciones de empresas.

En esa línea, Luis Garicano, catedrático de la London School of Economics apuntó en un artículo que "la ganancia de separarse, como en un divorcio, no es lo que deja el marido de transferir, porque luego hay muchas duplicidades: se necesitan dos casas, dos coches? Cataluña y España necesitarían dos ejércitos, dos redes consulares?".

Xavier Sala i Martín, catedrático de Economía en la Columbia University de Nueva York, replicó a Borrel como a Garicano que la pregunta que interesa a los independentistas es: "Si Cataluña fuera independiente ¿de cuantos euros adicionales dispondría?". Y respondió que "si hoy hay 16.000 millones de euros que no se gastan en Cataluña, la ganancia fiscal catalana en caso de independencia sería exactamente esa cantidad" porque el dinero que los catalanes paguen en impuestos se quedará en Cataluña. Además añadió que nadie quiere la independencia para eliminar el déficit fiscal. "Se quiere para poder implementar políticas económicas pensadas por y para los ciudadanos de Cataluña".

Cada parte aborda el debate desde el lado que le interesa y es que los saldos de las balanzas fiscales pueden variar según el enfoque que se elija. Así la metodología de la carga-beneficio analiza el impacto que el presupuesto central tiene sobre el bienestar de los ciudadanos a través de los impuestos recaudados en cada comunidad autónoma y de los servicios públicos prestados en ella (infraestructuras, seguridad, representación exterior?) mientras que el enfoque del flujo monetario pretende cuantificar el impacto macroeconómico (en términos de renta disponible, empleo, consumo?) que el presupuesto central tiene sobre la economía regional. En el primer caso se considera que los beneficiarios de los servicios que presta la administración central son los territorios donde residen sus usuarios últimos. En cambio, desde el enfoque de flujo monetario se imputaría al territorio donde se genera el flujo de recursos a través de los salarios, la compra de bienes y servicios? que están vinculados a la provisión de ese servicio. El ejemplo que se suele utilizar para diferenciar ambas metodologías es la defensa nacional: con el enfoque carga-beneficio se asume que todos los ciudadanos se benefician del servicio y, por lo tanto, el gasto en defensa se imputa a todos los territorios en proporción a la población; con el enfoque del flujo monetario, en cambio, el gasto se imputa a la comunidad donde se pagan los sueldos de los empleados del Ministerio de Defensa (mayoritariamente Madrid) y a los territorios donde se compran los bienes y servicios. Por eso Garicano, desde un enfoque carga-beneficio afirma que, por ejemplo, "los catalanes no obtienen, en su cálculo, beneficios de la base aérea de Zaragoza" y Sala i Martín replica desde un enfoque monetario que "la ganancia fiscal catalana en caso de independencia sería exactamente de 16.000 millones de euros independientemente de si la base aérea de Zaragoza beneficia a los catalanes o no".

Sala i Martín habla de una ganancia fiscal bruta derivada de la independencia, pero economistas como Ángel de la Fuente, investigador del Instituto de Análisis Económico del CSIC, apuntan que gracias a la propaganda nacionalista de lo que se habla en la calle realmente es de la ganancia económica neta de la independencia, en la que habría que considerar la pérdida de economías de escala y los posibles efectos en el nivel de rentas. De la Fuente lamenta que compañeros de profesión hayan contribuido a ese "engaño".